Miguel Barrero, en una reciente entrevista
para El País, sitúa bastante bien la encrucijada en la que se encuentra
el sistema educativo en pleno siglo XXI.
Dice el director de Educación de la Fundación Santillana:
Dice el director de Educación de la Fundación Santillana:
“La escuela
sufre una crisis profunda. Hasta ahora ha cumplido dos funciones
fundamentales: transmitir un conocimiento estanco y socializar a los niños”.
Pero, hoy en día, la realidad cambia a
cada momento, lo cual hace imprescindible seleccionar continuamente qué se enseña
y dedicar mucho más tiempo a que los alumnos obtengan habilidades competenciales.
Qué contenidos y qué habilidades. Qué saber y qué y cómo saber
hacer.
“Transmitir la
verdad ya no corresponde a la escuela”.
No es un asunto únicamente de usar la nueva
tecnología, sino de atender a las nuevas formas de aprendizaje. La pedagogía,
ese es el meollo del asunto. El mestizaje metodológico se hace
imprescindible.
“Tener las
aptitudes y el conocimiento para seguir aprendiendo a lo largo de la vida
es más importante que saber matemáticas”.
Y la emoción, algo sobre lo que la hasta ahora
desatendida neurociencia tanto hincapié hace. Motivar es esencial. Como yo
digo, hay que enseñar a querer aprender.
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