De piel de Machado

Voy a preguntarte a ti, en cuyos versos el tiempo no pesa un kilogramo,

quiero dialogar con tu entereza de hombre bueno en el pleno sentido del verbo ser,

fuiste y eras y en millones de instantes de temblor eres y ya no serás nunca un ser sereno y jacobino y español y, en todos los sentidos, educado, bien educado, buen educador:

te invento desde lo que creí saber de ti, tú que viviste y reinaste repúblicas de sueños y verdad, y quiero imaginarte como un hombre cabal, como un humano decente, honrado, servicial, sabio, 
oportuno, mesurado, justo, enamorado y moralmente racional;

poeta, maestro, moribundo, niño sevillano, niño de infancia sureuropea, mundialmente antigua, adiestrada, urbana y rural a un tiempo en el tiempo de los tiempos aún modernos, los de Charlie Chaplin, los tiempos de las canciones para antes de una guerra;

versos los tuyos que leí cuando no leía más versos que los tuyos, versos los tuyos con los que ignorar el miedo a la falsa poética de los versos de la aversión a la poesía que miente más que habla;

versos los tuyos que a menudo son los versos de aquellos días azules tuyos, los de ese sol de aquella infancia tuya, mía, de mis hijos, de los humanos de piel de Machado.

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