Madame Bovary, despacio; POR Lourdes Cacho Escudero

Estoy terminando de leer Madame Bovary. Leo despacio, muy despacio. Y a veces, cuando llego a ella, llego tan cansada que los ojos me traicionan y las dos nos dormimos, ella fundida en su aburrimiento y yo en mi cansancio. Me sé el final, pero aun así, no sé si por romanticismo o porque es primavera la leo para raptarla y es como si me las llevara a ella y a su Normandía a un lugar de mi memoria donde ponerlas a salvo. Porque ella se equivoca constantemente. No por amar sino por creerse adúltera.

Entretanto, la realidad surge en abril con días de gabardina y viento que harán del verde mucho más que un color bonito. Yo camino con Emma y pienso en el mar, en esa línea del horizonte donde el cielo y las aguas se unen, donde la realidad y la literatura practican sexo.

“Las personas tendemos a juzgar”—le digo—. “Pero son adúlteras las que nos juzgan con el corazón herido, las que con el índice no señalan una calle de moda en un plano de París sino la posición de su próxima víctima. Son adúlteras las que creen llevar a las espaldas un peso mayor que el de los demás y no soportan vernos felices”.


Este texto fue publicado en Anatomía de la Historia en enero de 2017 y puedes leerlo completo en ESTE ENLACE.

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