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¿Qué te gustó más, el libro o la serie? Hoy, Anatomía de un instante


Cuando leí, casi nada más publicarse, en el año 2008, Anatomía de un instante, supe inmediatamente, mucho antes de acabarlo, aunque especialmente al acabarlo, que estaba ante uno de los mejores libros de la literatura reciente española.

Cinco años después, al publicar mi segundo libro, La Transición, no dudé en incluir el de Cercas entre la bibliografía final. No en balde lo había citado varias veces a lo largo de sus páginas. En él decía:

Javier Cercas, a quien debemos una novela que no lo es porque en realidad es uno de los mejores libros de historia del presente que se hayan escrito jamás, Anatomía de un instante, niega como muchos otros, yo mismo, que hubiera durante aquellos siete años ningún pacto de silencio, ningún pacto de olvido.

También que “el cambio de la dictadura a la democracia en España –dice Cercas– fue posible gracias a un pacto de recuerdo”. El gran escritor español afirmaba en Anatomía de un instante que la Transición “consistió en un pacto mediante el cual los vencidos de la Guerra Civil renunciaron a ajustar cuentas por lo ocurrido durante cuarenta y tres años de guerra y dictadura, mientras que, en contrapartida, tras cuarenta y tres años ajustándoles las cuentas a los vencidos los vencedores aceptaban la creación de un sistema político que acogiese a unos y otros y que fuese en lo esencial idéntico al sistema derrotado en la guerra.”

Uno de los capítulos de aquel La Transición (el titulado ‘El 23-F. ¿Vuelta a empezar? La segunda legitimación de Juan Carlos de Borbón’) comenzaba así:

 

“En el golpe del 23 de febrero se engarzan dos cosas distintas: una es una serie de operaciones políticas contra Adolfo Suárez, pero no contra la democracia, o no en principio; otra es una operación militar contra Adolfo Suárez y también contra la democracia. Ambas cosas no son del todo independientes; pero tampoco son del todo solidarias: las operaciones políticas fueron el contexto que propició la operación militar; fueron la placenta del golpe, no el golpe: el matiz es capital para entender el golpe.”

JAVIER CERCAS: Anatomía de un instante, 2009.

 


Volveremos más adelante a (y con) Justo Serna (uno de los grandes estudiosos si no el que más de la obra de Cercas), pero viene ahora a cuento lo que el historiador español escribió en su libro Historia y ficción: conversaciones con Javier Cercas, publicado en 2019. Allí Serna decía de Anatomía de un instante que “el volumen es sobre todo un estudio vertiginoso, de ritmo trepidante y atormentado, de ese gesto que realiza Suárez (y con él Gutiérrez Mellado y Carrillo): la angustia y la dicha del narrador se reflejan en su prosa; quiero decir, en su frase están la alegría y la decepción, los logros que suman y los batacazos que se da; al menos los hace ostensibles y con ellos nos involucra; por eso Anatomía de un instante es el análisis de una epifanía, de un acto final que ilumina todo lo que procede; pero es también una epifanía del narrador”. También que “no estamos ante la hazaña de un titán o el ademán solemne de un villano, sino ante la acción finalmente heroica o loca, siempre temeraria, de un hombre corriente”.

Se podía estar mucho tiempo glosando las excelencias artísticas (literarias, ergo artísticas) del libro de Cercas (en otro sitio dejé escrito que ‘si no has leído Soldados de Salamina, Anatomía de un instante, Las leyes de la frontera y El monarca de las sombras, te recomiendo que lo hagas’), pero aquí hemos venido a hablar (sobre todo) de la serie del mismo título basada en él: Anatomía de un instante, estrenada en 2025 y compuesta por tan sólo cuatro capítulos de una duración de cincuenta minutos cada uno. Apenas unos doscientos minutos.

Dirigida por el destacable cineasta español Alberto Rodríguez (y por Paco R. Baños, responsable únicamente del tercer episodio, el que tiene a Gutiérrez Mellado como protagonista), su guion es una aceptable adaptación del libro de Cercas escrito por Rafael Cobos, Fran Araújo y el propio Rodríguez.

¿Lo mejor de la serie? Su reparto, encabezado por tres actores cuyas interpretaciones magistrales dominan el resto de cuanto vemos y escuchamos: Álvaro Morte, como el presidente del Gobierno Adolfo Suárez; el siempre genial Eduard Fernández, como el secretario general del Partido Comunista de España Santiago Carrillo; y otro gigante, Manolo Solo, como el general y vicepresidente del Gobierno Manuel Gutiérrez Mellado. Otras grandes actuaciones, muy a tono con las principales, son las de David Lorente (que hace un teniente coronel Antonio Tejero de aúpa), Óscar de la Fuente (magnífico general Jaime Milans del Bosch) y Miki Esparbé, muy solvente como el rey Juan Carlos I, Juanma Navas como el general Armada o Luis Bermejo como José Mario Armero. El actor Raúl Arévalo es el narrador, cuya voz (en off) escuchamos persistentemente.

La excelente música fue obra de Julio de la Rosa y la fotografía de Alex Catalán.


Como anticipaba más arriba, regreso a Justo Serna, a lo que el autor de Qué es la historia ha escrito sobre la serie Anatomía de un instante:

 

“He leído —otra vez— ‘Anatomía de un instante’ (2009), de Javier Cercas. He vuelto a confirmar la calidad y la audacia del autor. Este hecho, obvio, me ha obligado a ver con detalle y atención la adaptación televisiva de esta obra. Lo primero que quiero decir es que los actores están fenomenalmente bien. Desde Álvaro Morte hasta Manolo Solo, pasando por Eduard Fernández: la calidad de sus respectivas interpretaciones es inconmensurable. Como inconmensurable es David Lorente, encarnando en este caso a Tejero. Por supuesto, las habilidades cinematográficas de Rodríguez, de Alberto Rodríguez, son indiscutibles.

Sin embargo, yo pondría dos pegas a la serie: que dura demasiado poco, apenas cuatro capítulos. Poquísimos para mi gusto. Si la serie hubiera tenido exactamente el doble, ocho capítulos, cifra que cabe dentro de una miniserie, probablemente habría podido evitarse algo que molesta. ¿Qué cosa? La insistencia y la persistencia de la voz en off, que en este caso corresponde a Raúl Arévalo. A mí, este actor no me molesta en absoluto. Antes al contrario. Pero creo que tanta voz en off, tanto detalle contextual, tanta precisión narrativa, acaba incordiando al espectador”.

 

Estoy totalmente de acuerdo.

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