Escribe, como siempre cargado de razón, el historiador Julián Casanova que “se puede, se debe, ser crítico con la democracia actual. Otra cosa es que más del 21% de la población española considere que fue "buena" o "muy buena" una tiranía de cuarenta años, de vencedores sobre vencidos, una trama de lealtades, corrupción y terror. La fuerza de la mentira”.
Pero a mí lo que me da por pensar al saber esa cantidad de gente a la que una dictadura, la de Franco, ni más ni menos, le parece algo bueno, benéfico, beneficioso, socialmente no ya aceptable sino deseable es que tal situación lo que hace es demostrar dos cosas: el fracaso de todo un sistema educativo y, por supuesto, la inutilidad de nuestra disciplina, la de los historiadores, en tanto que indispensable para la sociedad civil.

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