Caitlin Moran (Catherine Elizabeth Moran) es una periodista británica, nacida en 1975 en la ciudad inglesa de Brighton, autora de varios libros (dos de ellos novelas autobiográficas). En 2023 aparecía el primero suyo que leo: What about men?, traducido espléndidamente a mi idioma dos años después por Gemma Rovira Ortega como ¿Y los hombres qué?
En una gira de charlas sobre su libro de 2011 How to be a woman, donde evidenciaba su visión del feminismo mientras trazaba su autobiografía (hasta los treinta años), pese a que todas las preguntas eran sobre las mujeres o sobre las niñas, alguien en una ocasión le preguntó si tenía algún consejo para los hombres: era la primera vez que le planteaban tal cosa. Moran contestó con una broma. Pocos días después le pedían consejo para las madres de chicos adolescentes. ¿Las madres? ¿Es eso un problema de las madres? ¿Y los padres?
“El
feminismo es el único invento sociopolítico dedicado exclusivamente a ayudar a
las mujeres. ¿No sería paradójico que las mujeres, que llevan cien años
dejándose la piel para intentar resolver los problemas de las mujeres, tuvieran
que resolver también los problemas de los hombres?”
Caitlin
Moran (“solo estoy aquí para ayudar”) considera que “la mayoría de los hombres
son seres humanos buenos, encantadores, amables, divertidos, decentes e
increíbles”, no está de acuerdo con las corrientes del feminismo “que están
permanentemente enfadadas con los hombres, o que simplemente odian a los
hombres por principio, o que piensan que los hombres no pueden ser feministas”.
Vaya que sí pueden, afirma.
“¡Hay
tantos hombres decentes como mujeres decentes! ¡Los hombres son increíbles! ¡Yo
me casé con uno! ¡Los cuatro Beatles eran hombres! ¡Los hombres inventaron el
sérum antiencrespamiento John Frieda Frizz Ease! ¡Soy una fan incondicional de
los hombres!”
Y
ese es el tono permanente de este libro, el humor, el descacharrante sentido
del humor manifiesto una y otra vez, siempre, por su autora. Un humor que
no le resta no obstante un ápice al carácter sesudo (sesudo, no sexudo)
de la obra. Una obra que merece ser leída. No solamente para echarse
unas risas. Muchas risas. Muchas. [...]
Llegado
el año 2019 comienza la autora a darse cuenta de que todas esas preguntas sobre
los hombres… también se las hacen a sus hijas adolescentes. Y entonces ella se
planteó si existía alguna obra de teatro, algún programa de televisión, alguna
película sobre qué significa ser hombre. Nada escrito sobre “cómo
acabar siendo un hombre bueno y feliz”. Las mujeres sí tienen esos
libros de no ficción sobre su camino hacia la vida adulta (bien lo sabe Moran:
“he escrito dos”, nos revela).
Como
dice la Machosfera, es más fácil ser mujer que ser hombre. Algo en lo
que Moran cree también.
“Básicamente,
este es un libro sobre los hombres blancos heterosexuales. No trata
sobre todos los hombres, sino básicamente sobre los hombres blancos
heterosexuales. En parte, sobre esos hombres que, cuando están enfadados,
dicen: «Nadie habla de nosotros». Pero, sobre todo, sobre esos hombres
blancos heterosexuales que murmuran abochornados: «Bueno, en realidad no hay
nada de qué hablar. No me gusta quejarme. Yo sigo a lo mío. En realidad, no hay
nada que decir sobre nosotros».”
Ocurre
que es difícil explicar cómo son los hombres porque “en nuestra cultura se los
considera el ser humano por defecto, lo normal frente a lo que se
define como la otredad de las mujeres, las personas de color y la
comunidad queer, parece que los detalles reales de su vida se hubieran
vuelto transparentes. Invisibles”.
Aunque
hombres y mujeres tienen cerebros prácticamente iguales y que biológicamente
somos muy similares, pero…
“desde
el punto de vista cultural, los niños y las niñas aprenden a comunicarse de
forma muy diferente”.
No
es la biología. Es la cultura.
[...]
Muy
importante: “no todos los hombres son el patriarcado”. Lo deja pronto
claro Moran. Que dice no cansarse nunca de explicar la que llama Regla de Moran
Número Dos (la Número Uno es la que dice: “El cincuenta por ciento de los
problemas de los varones jóvenes se deben al temor a que los llamen afeminados,
blandos o, básicamente, gais”):
“El patriarcado es una putada tanto para los hombres
como para las mujeres”.
Como
el patriarcado es un sistema de creencias en el que todos vivimos, tenemos dos
opciones, argumenta la autora: “seguir jugando según las reglas o empezar a
cuestionarlo y luchar contra él”. Algo que las mujeres llevan haciendo (no
todas) mucho, mucho tiempo): “en eso consiste el feminismo”.
[...]
Llegamos
a un tema espinoso. El sexo. Mejor dicho, la violencia sexual. Primero, la
violencia sexual.
“He
aquí la gran estadística determinante de la vida de toda mujer: en el Reino
Unido, una de cada cuatro mujeres será violada o agredida sexualmente (en
Estados Unidos, una de cada cinco), y el 90 % de esas agresiones serán
cometidas por un hombre al que ella conoce. Un amigo, un tipo con el que ha
tenido una cita, un compañero de trabajo, alguien a quien ha conocido en una
fiesta”.
La
autora (para quienes los humanos “somos personas del siglo XXI que tratamos de
entender nuestro cerebro de simio medieval”) nos dice a los hombres que leemos
su libro que hay una cosa por encima de cualquier otra que le gustaría que
sacáramos de su lectura: que pensemos en esas estadísticas y que nos demos
cuenta “de la verdad fundamental sobre las mujeres: tenemos miedo. Mucho
miedo”. Asegura que “lo más duro de ser una mujer heterosexual es que lo
que, muy a menudo, más nos gusta (que seáis más grandes que nosotras; vuestras
manos bonitas y fuertes; la solidez de vuestros brazos; el peso de vuestro
cuerpo encima de nosotras; vuestra polla; el hecho de que os guste tanto
follarnos) también es lo que más miedo nos da. Estamos aterrorizadas”.
Por
supuesto que la mayoría de los hombres no somos violadores. El problema para
las mujeres es que no tienen forma de saber “cuáles son los buenos y cuáles los
malos”. De tal manera que, para Moran, lo único que supera la libido femenina
es el miedo.
He
ahí una de las grandes diferencias entre el mundo de las niñas y el de los
niños: mientras la primera información que se les da a las chicas es que
tengan miedo a los chicos, a estos no se les explica que las chicas les tienen
miedo. Claro que… “tampoco les explicamos a las chicas que los chicos les
tienen miedo”. Moran dixit.
Aunque
mujeres es el tercer asunto sobre el que se escribe en el mundo
(“después de cocina y los nazis), no existe una sección de Hombres
en las librerías ni en las bibliotecas (ni siquiera en Amazon). ¿La razón
de ello? Moran (que dice ser “de las que ven la vagina medio llena) no
la encuentra, aunque todo su libro no deja de ser una tentativa de responder a
ese tipo de preguntas. Una tentativa graciosísima y provocadora.
[...]
Como punto de partida, el libro de Caitlin Moran cumple con creces. Y como libro, como literatura (no de evasión precisamente, aunque mucho de ello hay), de sobra.
La
gran pregunta de ¿Y los hombres qué? (“sabes que un hombre está
triste y asustado porque se enfada”) no es exactamente la de su título, es
esta:
“¿Realmente es más fácil, en nuestra cultura, ser
mujer que ser hombre?”
Dice
Moran que “la respuesta es: en cierto modo, sí”. Que “en ciertos aspectos, es
más fácil ser mujer que ser hombre”. ¿Por qué? Sobre todo porque las mujeres
tienen el feminismo:
“Si
las mujeres y las niñas están «ganando la partida» es porque tienen el
feminismo. Actualmente, esa es la única diferencia material real que existe en
la vida de las mujeres y la de los hombres. Lo único que los hombres no
tienen y las mujeres sí: una filosofía que cuestiona el género”.
Cree
Moran que toda esa ira que los misóginos dirigen contra las mujeres no está
causada por la creencia de que las mujeres son inferiores, “como ellos afirman,
sino que en realidad es envidia”.
Una
lección: “nadie debería avergonzarse de ser hombre”. Los movimientos
progresistas intentan eliminar cosas de ese tipo: que te hagan sentir vergüenza
por cómo has nacido:
“No
tiene sentido gritarle a un bebé por algo que un hombre hizo hace cien años.
Nadie gana nada en una situación así”.
La
masculinidad no es mala
afirma Moran, “como tampoco lo es la feminidad”. Y añade: “ser hombre es algo
excelente” para rotundamente dejarnos esta maravillosa reflexión:
“Yo
le deseo a cualquier varón todo lo que he deseado para mis hijas: que se
sientan orgullosos de cómo nacieron; que eso nunca sea una carga para ellos;
que puedan tener el aspecto que quieran; que entiendan tanto su propio dolor
como el de los demás; que puedan amar en voz alta, con todo su corazón, porque
entienden que el amor es un verbo, una palabra de acción; y que nunca
menosprecien ni destruyan lo que envidian, sino que lo reconozcan como lo que
es: casi con certeza, un futuro que deseas para ti”.
Este texto pertenece al artículo ‘¿Y los hombres qué?’, publicado el 28 de septiembre de 2025 en Nueva Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.


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