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Juana Doña en la memoria


Juana Doña tiene en mi barrio una calle y, en lo que fue el Matadero y hoy es sede de un magnífico ámbito de carácter cultural, también da nombre al llamado Espacio de Igualdad de Arganzuela Juana Doña, parte de la red de espacios de igualdad del Ayuntamiento de Madrid, un servicio público especializado, leo, en la web correspondiente, “en la promoción de la igualdad a través de la sensibilización y concienciación ciudadana, el empoderamiento de las mujeres y la prevención, detección y reparación de la violencia machista”.

¿Quién fue aquella mujer?

Juana Doña Jiménez nació en Madrid a finales de 1918, durante el reinado de Alfonso XIII, poco antes de la dictadura del general Primo de Rivera. Dos años después de la instauración de la Segunda República, en 1933, siendo una adolescente, comenzó a militar en la Unión de Juventudes Comunistas.

Cuando finalizaba la Guerra Civil (durante la cual, además de en el Partido Comunista de España, participó en diversas labores de la Agrupación de Mujeres Antifascistas), a finales de marzo de 1939, intentó huir en alguno de los barcos que desde Alicante sacaban a muchos de los derrotados. No a todos. Junto a su hijo Alexis, de apenas un año de edad (nacido después de que ella hubiera perdido una primera hija), y una de sus hermanas, fue detenida y trasladada al campo de concentración de Los Almendros, en la misma provincia. Dos meses después enviaron a los tres a Madrid, pero no en calidad de presos.


¿Qué es lo que hizo Juana al llegar a aquel Madrid desolado donde la dictadura ya estaba haciendo de las suyas? Buscar a correligionarios suyos comunistas de los que se atrevieron a mantener clandestinamente la organización, ya con ánimos de resistencia al régimen franquista. Resistencia… y lucha.

Escondida en los domicilios de distintos amigos, en junio de 1939 se atrevió a ir a la madrileña cárcel de Yeserías (acreditada con documentación falsa, no estaban las cosas para exhibirse) a visitar a su marido, el también militante comunista Eugenio Mesón (que había sido elegido por la Juventudes Comunistas para participar en las negociaciones tendentes a la finalmente exitosa unificación con las Juventudes Socialistas que significaron la creación en marzo de 1936 de las muy destacadas y destacables Juventudes Socialistas Unificadas, y pasó a ser secretario general de las de Madrid, una de las zonas de vital importancia), con quien se había casado tres años antes.

Acusada de formar parte de la organización clandestina del Partido Comunista de España, Juana fue detenida junto a su madre, Paca Jiménez, y una de sus hermanas el 5 de diciembre de 1939. Ese prendimiento formaba parte de la represión desencadenada a raíz del asesinato la noche del 29 de julio de aquel año del comandante de la Guardia Civil Isaac Gabaldón, su hija y el conductor de su coche oficial, José Luis Díez Madrigal. La mayoría de las trescientas sesenta y cuatro personas que fueron llevadas a prisión por aquel atentado fueron fusiladas, y su onda expansiva también dio como resultado los tristemente famosos fusilamientos de las Trece Rosas. Fue torturada antes y después de ingresar en la cárcel de Ventas. También fueron torturadas su madre y una de sus hermanas, pero no llegaron a ser enviadas a prisión.


Ejerció en la cárcel como maestra de analfabetas, también como alumna de maestras que lo habían sido durante la Segunda República, hasta su salida el 28 de mayo de 1941, poco antes de que a primeros de julio fusilaran a su marido, entre otros represaliados, en las tapias del cementerio de la Almudena.

Los tres años siguientes vendió pan en el mercado de San Miguel, y en el año 44 comenzó a participar activamente en la lucha contra la dictadura, fue una guerrillera más. Entró a formar parte de la guerrilla dirigida por Juan Sanz Pascual (apodado Félix), llamada Agrupación Eugenio Mesón en honor al marido ejecutado de Juana, en la que también participaban Eugenio Moya, José Nicolás Martínez Gallego, Augusto Díaz Rebolledo y Antonio González Barahona.

Su trabajo como combatiente antifranquista estuvo relacionado con la existencia de los destacamentos penales creados para la construcción de la línea directa de ferrocarril para unir Madrid y Burgos establecidos desde 1941 primeramente en Colmenar Viejo, Miraflores de la Sierra y Valdemanco, destacamento este último que se construyó tras la solicitud de una de las empresas dedicadas a tamaña empresa ferroviaria: Marcor, S.A. Pues bien, Juana acudía a Valdemanco, allí algunos de los presos del destacamento (los comunistas José Antonio Adán Quintanilla, Juan Arribas Buedo y Mariano Fernández Garde) la abastecían de sacos de dinamita y ella, que iba y volvía en los autocares de línea, los trasladaba a Madrid. Aquellos explosivos fueron usados para perpetrar en febrero de 1947 dos atentados que, si bien no causaron heridos, sí el suficiente revuelo en un régimen acostumbrado al sojuzgamiento perpetuo de sus disidentes además de serios desperfectos: uno en la Embajada de Argentina (en la calle Montesquinza), país este que era uno de los escasos que apoyaban internacionalmente a la dictadura española; y otro en la Brigada de Investigación Criminal (en la calle del Correo, sí, la misma donde ETA décadas después dejaría su santo y seña antifranquista), en las dependencias de la Dirección General de Seguridad. Sanz Pascual había transmitido la orden a Juana Doña, quien a su vez se la hizo llegar a los tres comunistas, ya evadidos del destacamento de Valdemanco, Quintanilla, Arribas Buedo y Fernández Garde, que colocaría los artefactos explosivos (el primero, en la Embajada; los dos últimos, en la calle del Correo).

No tardaron en ser detenidos entre marzo y junio de aquel año más de medio centenar de miembros o enlaces de la guerrilla (incluso tres de ellos murieron peleando contra las fuerzas del régimen, sin ir más lejos el mismísimo Sanz Pascual): seis recibieron penas de muerte de esas inmediatas tan propias de la dictadura y pronto fusilados. Uno de los detenidos era Juana Doña.


Leo en el libro Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, publicado en 2002, de Julián Casanova, Francisco Espinosa, Conxita Mir y Francisco Moreno Gómez, concretamente en la cuarta parte del mismo, escrita por este último, titulada ‘Huidos, guerrilleros, resistentes. La oposición armada a la dictadura’ (donde menciona explícitamente a Juana Doña como “guerrillera” miembro de la guerrilla conocida como Los Cazadores de Ciudad y en una nota informa de que todo esto es el “testimonio oral recabado a Juana Doña, en varias entrevistas telefónicas de finales de 1998 y comienzos de 1999”):

 

“La gran redada era ya imparable, guerrilleros y militantes comunistas, hombres y mujeres, hasta un total de 52, entre ellos Isabel Ruiz Hernández (novia de «Paco el Catalán»), Juana Doña Jiménez «Juanita», que hacía de enlace para la entrega de los explosivos a los también detenidos: José Antonio Adán Quintanilla (de La Carolina, Jaén) Mariano Fernández Garde (de Uclés, Cuenca), Juan Arribas Bueno (de Las Pedroñeras, Cuenca), los tres evadidos de Valdemanco, autores de los atentados (el primero, en la Embajada; los dos últimos, en la calle del Correo).

[...]

El consejo de guerra fue rapidísimo, el dos de mayo de 1947, instruido por el implacable coronel Eymar. Casi de inmediato fusilaron a «Paco» y a dos más. Días después, fusilaron a tres más, que eran evadidos de Valdemanco. La gran matanza ocurrió el 26 de agosto en el cementerio del Este, con 21 fusilados. Entre los conmutados estaban Juana Doña y Eugenio Moya, que era menor de edad. Además hubo tres muertos por tortura en la Dirección General de Seguridad. Los «Cazadores de Ciudad» habían pasado a la historia, bajo las garras de la policía política del régimen”.

 

Juana había sido detenida junto a su madre y llevada al tenebroso edificio madrileño de la Dirección General de Seguridad para sufrir nuevamente la tortura inevitable de aquellos tiempos. Condenada a muerte en mayo de aquel año 47, consiguió librarse de aquella máxima pena como se ha dicho. ¿Pero cómo?

Su partido había promovido una campaña internacional para salvar a todos aquellos condenados y, entonces... Llegó a España, a comienzos del mes de junio, la mujer del dictador argentino, Eva Perón, Evita, y, dado que una de las hermanas de Juana, Valia, trabajaba en una compañía argentina de revista, cuya directora era pariente de la esposa de Juan Domingo Perón, a la madre de ambas y a esa hermana se les ocurrió hacerla llegar una carta que Alexis Mesón Doña, el hijo de Juana, escribiría y firmaría de su puño y letra. Una carta que empezaba así:

 

“Señora Eva Perón, hace 8 años que han fusilado a mi padre y ahora van a fusilar a mi madre”.

 

Abuela y nieto acudieron a la embajada argentina (la misma sobre la que Juana Doña había atentado, ¡qué cosas!) para entregar la misiva, que acabó llegando a la destinataria. Y aquello resultó: Evita movió los hilos correspondientes, tal era su ascendencia ante el aisladísimo régimen del general Franco, y la pena, conmutada, se transformó en una de tan sólo 30 años de prisión (de los que acabó cumpliendo, no está mal, catorce años, lo que, unidos a los casi dos que ya había estado presa, suman 16 años en las cárceles franquistas). Alexis tenía nueve años.


Muchos años después, con España ya en democracia, en 2013, se estrenó en TVE una serie de dos capítulos titulada Carta a Eva, dirigida por Agustí Villaronga, donde se narra, reproduzco ahora la sinopsis de la propia cadena de televisión, “la gira europea de Eva Perón en 1947, más precisamente su estadía en España, y la relación entre la primera dama argentina con la primera dama española, Carmen Polo, esposa del general Francisco Franco. Las dos mujeres entrecruzan sus vidas con la de Juana Doña, una militante comunista sentenciada a muerte, capturada junto a otros por poner una bomba en la embajada de Argentina en Madrid, por el régimen franquista”. En la serie, Ana Torrent interpretaba a Carmen Polo, la actriz argentina Julieta Cardinali a Eva Perón y Carmen Maura a la madre de Juana Doña.

Juana en la cárcel. Y las más de 5.200 cartas de su hermana Valia. En aquellos 192 meses que Juana Doña estuvo por segunda vez en su vida en las prisiones franquistas, recibió miles de cartas de Valia, que la enviaba una... cada día.

Regreso a 1947. Cárceles: la madrileña de Ventas, las de Málaga, Segovia, Guadalajara y Alcalá de Henares. En dos de ellas, en la malagueña y en la segoviana, fue una de las presas que hizo huelga de hambre: había que tener mucho valor para evidenciar esa actitud ante las autoridades aquéllas. También se opuso a la disciplina del Partido Comunista cuando éste expulsó a dos presas por considerarlas lesbianas. Y, además de participar en la creación de enlaces de las presas con el exterior, promovió diversos planes de fuga (siempre rematados con el fracaso).

Cuando quedó en libertad en 1961, se marchó a Francia y allí combinó su comunismo militante con un feminismo decido, hasta el punto de fundar algún tiempo más tarde el Movimiento por la Libertad e Igualdad de las Mujeres (MELIM).


Cercana, entre 1965 y 1976, a las posiciones más radicales del comunismo español, como el Partido Comunista de España (marxista-leninista), llegó a dirigir desde su exilio parisino la Unión Popular de Mujeres (UPM), integrada en el finalmente terrorista Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), surgido de la unión del Partido Comunista de España (marxista-leninista) y el Frente Español de Liberación Nacional. Se presentó candidata (sin éxito) al Senado, ya en los años de la Transición posteriores al final del franquismo, cuando había regresado a España, en las primeras elecciones democráticas en cuarenta y un años, de la maoísta y marxista-leninista Organización Revolucionaria de Trabajadores, y, en las segundas elecciones generales, en la lista del Partido Comunista de España, entonces liderado por Santiago Carrillo.

En 1984, junto con otros escindidos del Partido Comunista de España, fundó el Partido Comunista de los Pueblos de España, que seguía siendo, algo que aquél había dejado ser, de ideología marxista-leninista (y que volvería a vincularse de alguna manera al comunismo primigenio español cuando en 1986 pasó a engrosar la federación de partidos Izquierda Unida). Y siguió su faceta militante como miembro del sindicato comunista Comisiones Obreras.


Entre los años 1977 y 2003 publicó cuatro libros: La mujer, un breve volumen feminista que formaba parte de la colección Democracia para el Pueblo de la editorial Emiliano Escolar; Desde la noche y la niebla (mujeres en las cárceles franquistas), en 1978, con prólogo del siempre polémico Alfonso Sastre, un libro memorialístico en el que sin embargo se narra la historia de Leonor, que en realidad es ella, pues cuando escribió aquel testimonio, once años antes, en 1967, bajo la dictadura, empleó solamente nombres ficticios para terminar logrando visibilizar por vez primera a las mujeres luchadoras antifranquistas; Gente de abajo (no me arrepiento de nada), en 1992, donde podemos leerla, por ejemplo, que “no quería olvidar; olvidar es convertir en cenizas la parte más larga de tu vida, porque el olvido llega cuando casi ya no vives. Olvidar es un despilfarro, es quedarte sin nada, con las manos vacías y la mente vacía”, además de que, por supuesto, no se arrepentía de nada; y Querido Eugenio (una carta de amor al otro lado del tiempo), los dos últimos prologados nada más y nada menos que por Manuel Vázquez Montalbán, para quien ella era “la segunda dama del comunismo en España”, después de Pasionaria.

En Querido Eugenio (una carta de amor al otro lado del tiempo), entre otros testimonios, se lee la que fuera última carta de su esposo fusilado en 1941:

 

“Muero con la tranquilidad de haber cumplido mi deber revolucionario, de haber sido feliz contigo y de haber permanecido siempre fiel a tu cariño (…). No quiero lágrimas. ¡Acción, acción y acción! Es lo que necesita la juventud y la clase obrera (...)”.


Juana Doña falleció unos meses después de la publicación de su enamorada carta a quien fuera su esposo asesinado por el franquismo, en 2003, el día 18 del mes de octubre, en la ciudad de Barcelona. Si el jefe de Estado era Alfonso XIII cuando ella nació tantas décadas antes, al morir lo era su nieto, también rey, Juan Carlos I. Pero gobernar gobernaba, bajo los preceptos de la Constitución de 1978, José María Aznar, líder del conservador Partido Popular. Muchos de sus ideales no habían podido establecerse en su país. Algunos sí.

 

Falta mucho para que cambie el mundo, y yo me moriré sin verlo, pero con la idea de que cambiará. Pensar de otra manera sería reconocer que toda mi vida había fracasado”.

 

La calle Juana Doña, de mi barrio, antes se llamaba Batalla de Belchite, pero desde el 29 de mayo de 2018, el Ayuntamiento de Madrid, presidido por la alcaldesa izquierdista Manuela Carmena, homenajea merecidamente a aquella luchadora contra la injusticia y la desigualdad y los derechos humanos. Un cambio de nombre que estuvo a punto de impedir (como el de otras 51 calles) el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 23 de Madrid tras validar el recurso de la Fundación Nacional Francisco Franco a invalidarlo algunos meses antes.


Una de las fachadas que dan a la calle Juana Doña pertenece a la que fuera cárcel de mujeres de Yeserías (prisión masculina entre 1939 y 1974, donde de hecho ella había visitado de extranjis a su marido, Eugenio Mesón), hoy Centro de Inserción Social Victoria Kent. Es decir, Juana Doña y Victoria Kent, dos memorias femeninas unidas en las cercanías de mi casa, en el distrito de Arganzuela. Otra buena razón para que su calle fuera la que es la tiene el hecho de que hubiera vivido sus 25 últimos años en el muy cercano número 5 de la calle Juan de Vera, con la que ahora hace esquina. Aunque fuera a fallecer en Barcelona. Ella, que había nacido en el madrileñísimo barrio de Lavapiés.

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