¿Quién fue Pasionaria?
Leo al historiador español Fernando Hernández Sánchez que Dolores Ibárruri Gómez, Pasionaria (Gallarta, capital del municipio de Abanto y Ciérvana, en la provincia de Vizcaya, 9 de diciembre de 1895-Madrid, 12 de noviembre de 1989), fue, junto a Santiago Carrillo, “la cabeza visible del comunismo español, una figura señera de la Guerra Civil y el exilio y un referente de la resistencia antifranquista”.
(Un inciso: investigo un poco y me entero de que, en realidad, sus padres
la inscribieron en el Registro Civil como Isidora, si bien fue en su bautizo
católico cuando apareció con el nombre de María Dolores, una confusión
que duraría décadas).
Indudablemente, Dolores Ibárruri es una de las personalidades históricas
del siglo XX español, probablemente la mujer dedicada a la política, ajena a la
aristocracia y las casas regias, más importante del pasado de España.
Hernández Sánchez escribió la (breve) biografía de la dirigente comunista
española para el libro En el combate por la historia: la República, la
Guerra Civil, el Franquismo, coordinado en 2012 por Ángel Viñas.
La forja de una comunista
Ibárruri nació en la comarca minera vizcaína de Somorrostro, cerca
de Bilbao, una región donde eran frecuentes los conflictos laborales y los mítines
de agitación al movimiento obrero. De allí eran también otros dirigentes del
primitivo Partido Comunista de España (PCE): Vicente Uribe y Jesús
Hernández, por ejemplo. Dolores fue la octava de 11 hijos de una familia de
campesinos carlistas, y en la biblioteca del centro societario de su localidad
natal, Gallarta, empezó a impregnarse de la ideología socialista, allí
escuchó a los principales líderes del socialismo vasco: Facundo Perezagua e
Indalecio Prieto.
En 1915, Dolores Ibárruri se casó con un minero socialista también vecino
de Somorrostro, Julián Ruiz, después de trabajar como criada desde los
17 años en un café. Cuatro de los 6 hijos de la pareja morirían: sólo Rubén
y Amaya sobrevivieron.
El compromiso político activo le llegó al tomar conciencia sobre la condición
de los trabajadores mineros: así, junto a Julián, participó en la preparación
de la huelga insurreccional de agosto de 1917, poco antes de ingresar en la Agrupación
Socialista de Somorrostro (es decir, en el Partido Socialista Obrero Español,
PSOE), y dos años más tarde publicó su primer artículo en El Minero Vizcaíno,
ya firmado con el seudónimo que algo más tarde la haría célebre mundialmente: Pasionaria.
En ese año 1919 los militantes socialistas de Somorrostro decidieron unirse a
la III Internacional (la llamada Internacional Comunista, también
Komintern) y en 1920 Pasionaria resultó elegida miembro del primer Comité
Provincial de Vizcaya del recién fundado Partido Comunista Español, de
extremado radicalismo izquierdista que denunciaba el reformismo y la colaboración
de clases de los socialistas, uno de los dos antecesores directos del Partido
Comunista de España (PCE), fundado en 1921.
Ilegalizado el PCE durante la dictadura primorriverista, en 1930 Pasionaria
logró formar parte de su Comité Central, dirigido por otro vizcaíno, José
Bullejos.
República y guerra
Un año más tarde se fue a vivir a Madrid para incorporarse a la redacción
del Mundo Obrero, el órgano de comunicación del PCE recién
aparecido, “lo que supuso su separación de hecho de Julián Ruiz”. Allí, en la
capital, Ibárruri viviría los primeros tiempos de la República. Será dos veces
encarcelada: la primera a finales de 1931, por encubrir a un implicado en un
choque entre socialistas y comunistas; la otra en marzo del año siguiente, por
atentar contra la forma de gobierno “a raíz de un mitin en el que se llamó asesina
a la Guardia Civil”. Ese mismo mes de marzo de 1932, en el IV Congreso del PCE,
fue ascendida como secretaria femenina a su Buró Político: el nuevo tutor que
la Internacional Comunista había impuesto a los comunistas españoles, el
argentino Victorio Codovilla, depuró a la dirección, expulsando entre otros al
propio Bullejos y promocionando a algunos jóvenes entre los que destacaría José
Díaz. “Pasionaria fue la única del anterior equipo que conservó su
puesto”.
En las elecciones de noviembre de 1933, el PCE sólo obtuvo un único diputado;
Dolores Ibárruri, que se presentaba por Asturias, apenas consiguió 17.954 votos,
un 6,5% de los sufragios allí emitidos. Poco después viajaría a Moscú para
participar en el XIII Congreso de la Internacional Comunista. En 1934, tras el
fracaso de la Revolución de Octubre, y en el contexto de la ayuda a huérfanos e
hijos de presos, Pasionaria adquirió gran popularidad: viajó a Asturias,
donde fue detenida y encarcelada en Oviedo, de forma que tras su puesta en
libertad pasaría a la clandestinidad. En julio de 1935 salió ilegalmente del país
para participar en el VII Congreso de la Internacional Comunista, en el cual se
determinó la formación de los frentes populares. De hecho, en las elecciones de
febrero del 36, las del triunfo del izquierdista Frente Popular, Pasionaria
consiguió el escaño por Asturias al obtener 170.497 votos, un 52,7% de
los sufragios, pasando a convertirse en una de las principales figuras parlamentarias
de las Cortes de la República en los siguientes meses, los anteriores al inicio
de la Guerra Civil. Leamos a Hernández Sánchez:
“Fue la Guerra
Civil la que convirtió a Pasionaria en una figura con una intensa
proyección nacional e internacional. Con su fisonomía de madre enlutada,
personificó la resistencia popular y el magnetismo de sus discursos galvanizó
las simpatías por la causa de la República. Logró condensar en consignas
incisivas y contundentes, dotadas de una intensa carga emotiva, las
formulaciones de la urgente política del momento (el “no pasarán”, pronunciado
ante los micrófonos de Unión Radio el 19 de julio del 36; él “más vale morir de
pie que vivir de rodillas”, del mitin de solidaridad en París el 8 de
septiembre; o el discurso de despedida a las Brigadas Internacionales, pronunciado
en Barcelona en septiembre de 1938). Con un estilo que apela a los sentimientos
y un repertorio cuajado de referencias de la cultura popular, Pasionaria
se erigió en un mito. Sin embargo, junto a esa faceta radiante de su
labor política, Pasionaria también supo emplear magistralmente sus
recursos dialécticos en la denigración de sus adversarios políticos, aportando
piezas de excepcional dureza al proceso de persecución de los comunistas antiestalinistas
del POUM o a la develación de adversarios dentro del arco republicano como Francisco
Largo Caballero o Indalecio Prieto”.
En el año 1938, Ibárruri entró a formar parte de la máxima estructura
directiva del PCE, el Secretariado del Buró Político, junto con Antonio Mije
y Pedro Checa (secretario de Organización en ausencia de la de José Díaz,
gravemente enfermo). Como miembro de tan alto organismo, seguirá a Juan Negrín
y su gobierno republicano en sus desplazamientos de huida hasta que se afinca
en Barcelona ante el avance bélico de los franquistas. Una vez que los
republicanos pierden el territorio catalán, Pasionaria volverá a la zona
centro-sur junto a Negrín, respaldando la línea defendida por los comunistas
favorable al mantenimiento de la resistencia contra la capitulación.
El largo exilio
Tras el golpe de Estado interno republicano del coronel Segismundo Casado a
comienzos del mes de marzo de 1939, Pasionaria abandonó España, evacuada
por los soviéticos, y se dirigió a la Unión de Repúblicas Socialista
Soviéticas (URSS), la patria cierta del comunismo. Comenzaba así su
larguísimo exilio de décadas. En España, el general Francisco Franco instauraba
en todo el territorio su también larguísima dictadura, prácticamente tan larga
como la ausencia de la dirigente comunista.
Ya establecida en la URSS, como miembro del Presidium de la Internacional Comunista
le correspondió “hacerse cargo de la colonia de españoles refugiados allí, en
torno a 4.000 hombres, mujeres y niños”. En aquellos años, con la Segunda
Guerra Mundial ya comenzada, en el interior del grupo dirigente comunista
establecido en la URSS se estableció una profunda brecha, agravada por el
deterioro de la salud de José Díaz, entre dos sectores irreconciliables: por un
lado, el encabezado por el ex ministro Jesús Hernández; y, por otro, el
que estaba liderado por Pasionaria.
Su hijo Rubén, teniente mayor del Ejército Rojo, falleció el 3 de
septiembre de 1942 a causa de las heridas recibidas en el cerco alemán de Stalingrado,
seis meses después del suicidio de José Díaz. Dos años más tarde gana la pugna
a Hernández y es elegida secretara general del PCE: a partir de entonces, “se
desató una oleada de culto a su personalidad”, afirma Hernández Sánchez en su
artículo de 16 sintéticas páginas.
En febrero del año 45, meses antes de que acabara la Segunda Guerra Mundial, junto a otros dirigentes comunistas españoles, Ibárruri abandonó la URSS para asentarse en el sur de Francia, concretamente en la ciudad de Toulouse. Cinco años más tarde, en el mes de septiembre del año 1950, el Gobierno de Francia expulsó a los grupos comunistas extranjeros del territorio francés: Pasionaria viviría los siguientes 27 años de su vida entre Moscú y Bucarest, la capital de Rumania (donde tenía su sede Radio España Independiente, la emisora conocida como la Pirenaica). El control efectivo del aparato del partido quedó en buena parte en manos de Santiago Carrillo, que permaneció ilegalmente en Francia.
En 1960, siete años después de la muerte del dictador soviético Stalin y
del comienzo de los nuevos tiempos del comunismo en la patria del
comunismo, Pasionaria “dimitió de la Secretaría General y admitió el cargo
honorífico de presidenta y el traspaso de la responsabilidad efectiva de la
dirección del partido a Santiago Carrillo: se formuló entonces la política de
reconciliación nacional y la superación de la dicotomía de vencedores/vencidos”.
Era la manera de entrar del PCE en lo que muchos años después llamaremos
transición. Para algunos, su forma de inaugurar lo que acabaría siendo
el proceso de reinstauración democrática en España. La práctica política de
Carrillo supuso una vía autónoma ajena al predominio soviético hacia el
socialismo democrático que se conoció como eurocomunismo.
En la nueva situación tras la muerte del dictador español Francisco Franco, “la legalización del PCE se convirtió en la piedra de toque de la sinceridad de la reforma democrática”. Las primeras elecciones democráticas de la Transición que siguió al franquismo tuvieron lugar el 15 de junio de 1977, dos meses después del regreso a España de Dolores Ibárruri tras casi 38 años completos de extrañamiento, supusieron su retorno a las Cortes al resultar nuevamente elegida (como tantísimas décadas atrás), pero también el “decepcionante resultado” obtenido por los comunistas, muy superados por la principal fuerza izquierdista del periodo, el refundado PSOE de Felipe González.
“Dolores Ibárruri,
que asistió en sus últimos días al desgarro del partido que había
contribuido a forjar, murió el 12 de noviembre de 1989, pocos días después
de que la caída del Muro de Berlín marcara el inicio del colapso del mundo surgido
de la Revolución de Octubre de 1917”.
No pasarán / Ni olvido ni perdono
Cierro este apunte biográfico de Pasionaria basado en esencia en
aquel texto del historiador español Fernando Hernández Sánchez (casi más
pendiente del devenir político de Carrillo que del recorrido vital de Pasionaria,
todo hay que decirlo), con la cita que abre uno de los capítulos de mi libro
dedicado a la Transición (publicado en 2015 por Sílex ediciones):
“ENTREVISTADORA:
Dígame sinceramente: ¿Los progresistas de su generación perdonaron en lo más
profundo todos los dolores, por ejemplo de los que me está hablando, que les
propició la España vencedora o fue tan sólo una comedia para hacer posible la
convivencia?
MANUEL VÁZQUEZ
MONTALBÁN: En política las únicas consecuencias reales vienen de lo que se
llama la correlación de fuerzas. Cuando Franco desaparece, en España no se pudo
establecer una correlación de fuerzas sino una correlación de debilidades.
Ninguno de los implicados estaba en condiciones de imponer su potencialidad
sino de que respetasen su debilidad. Por lo tanto, yo ni he perdonado ni he
olvidado, soy lúcido; en ese sentido conozco los límites del desquite y la
inutilidad del desquite, pero la inutilidad del desquite y el ser lúcido sobre
la inutilidad del desquite no quiere decir que haya perdonado ni que haya
olvidado. En ese sentido, para mí uno de los lemas más hermosos de la guerra
civil no es ni el más vale morir de pie que vivir de rodillas de la Pasionaria
ni el no pasarán sino que es el de Margarita Nelken: ni olvido ni perdono.”
BEGOÑA ARANGUREN entrevista a MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN para el programa Epílogo, de Canal Plus, emitido en 2003.
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