Desde el año 1788 hasta el 1808 reinó en España Carlos IV, perteneciente a la Casa de Borbón, cuyo reinado sufrió las consecuencias de la Revolución Francesa y coincidió con la entrada del país en la Edad Contemporánea.
Hijo del monarca Carlos III (1759-1788) y de María Amalia de Sajonia, Carlos IV nació el 11 de noviembre de 1748 en Nápoles (en la residencia regia de Portici), donde reinaba su padre antes de convertirse en rey de España.
Casado en 1765 con una prima suya, María
Luisa de Parma, con quien tendría catorce hijos, sucedió a Carlos III
en el trono español con cuarenta años de edad. Su reinado comenzó como una
continuación del reformismo ilustrado paterno, con José Moñino,
conde de Floridablanca, al frente de los asuntos políticos. Pero,
pronto, el estallido de los acontecimientos en el país vecino lo cambió todo:
se trataba de detener en la frontera las ideas disolventes de
los revolucionarios.
Tras el breve gobierno en 1792 de Pedro
Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda, a finales de ese mismo año iba
a surgir la figura de un personaje esencial en el reinado de Carlos IV, Manuel
Godoy, una suerte de valido que dominó la política
de aquellos años cruciales aprovechando su especialísima relación con la reina.
El reformismo prosiguió, no obstante, si bien las
fricciones continuas con la Francia revolucionaria llevarían incluso a la guerra
de la Convención (o guerra de los Pirineos), a la que puso fin en
1795 la Paz de Basilea, si bien un año después se firmara
con el país vecino el Tratado de San Ildefonso por
medio del cual ambos estados se comprometían a ayudarse militarmente si uno de
los dos entablaba una guerra con Inglaterra.
Aunque Godoy cayó en desgracia en 1798, solo tres años
más tarde volvía al poder y regresaba en 1804 a su vez, tras intentar
abandonarla, a la política de pactos con la Francia liderada por Napoleón
Bonaparte. Encontraría por aquel entonces una fuerte oposición en el
príncipe de Asturias (el futuro rey Fernando VII) y los
partidarios de éste, al tiempo que el país y sus aliados franceses sufrían ante
Gran Bretaña la dura derrota naval de Trafalgar en
1805.
Todo se precipitaría en el año 1808: en marzo se
produciría el motín de Aranjuez, y con él la primera
abdicación de Carlos IV en Fernando VII y la derrota de
Godoy; y en mayo tendría lugar su segunda abdicación, ya
en la localidad francesa de Bayona, donde, luego de lo
que acabaría siendo la invasión francesa que daría lugar a la guerra
de la Independencia, el beneficiario fue el ya emperador Napoleón I
Bonaparte después de que Fernando hubiese abdicado en Carlos IV. Napoleón
designó entonces rey de España a su propio hermano, José I
Bonaparte.
Ni Carlos ni María Luisa de Parma regresarían jamás ya
a España. Su hijo Fernando VII, reinstaurado en 1814, tras la derrota francesa
en la guerra de la Independencia, rehusó favorecer el retorno de sus padres por
temor a que creciera en torno de su progenitor un partido liberal opositor a su
reinado. Después de vivir su exilio en principio en Francia (en Compiègne y en
Marsella), en 1812 ambos se trasladaron a Roma, donde María Luisa falleció el 2
de enero de 1819, diecisiete días antes de que Carlos lo hiciera en Nápoles,
donde había llegado invitado por su hermano Fernando I, rey de las
Dos Sicilias.
De entre sus hijos, además de Fernando VII, cabe destacar a Carlota Joaquina (1775-1830; reina consorte de Portugal) y Carlos María Isidro (1788-1855; fundador del carlismo).
Este artículo apareció publicado el 17 noviembre de 2014 por vez primera en Anatomía de la Historia, la revista digital que yo dirigí.
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