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Siempre tengo veinte años cuando escucho a La Granja

No consigo asegurarme de cuándo escuché por primera vez esa maravilla española de power-pop, pop-rock, rock a secas, pop, en definitiva, que es el grupo La Granja. Quizás ya con su primer elepé, no sé, tal vez con el segundo. No importa. Desde la segunda mitad de la década de 1980 su música está donde guardo lo mejor (aunque sus discos no estén a mi alcance, aquellos que compré).


Palma de Mallorca, año 1986. Guillermo Porcel, Carlos Garau, Miguel Gibert y Kiko Riera, unos chavales de unos veinte años de edad que llevan cinco años trasteando con lo que acabará por ser el grupo La Granja (Kiko y Miguel son los primeros), un grupo de música enérgica, roquera, llena de la mejor esencia del pop de guitarras, estribillos molones y energía juvenil, no sabían que mucha gente, yo mismo, iban a acabar asociando esa palabra tan común a la idea de máxima vitalidad musical emocionante. Guillermo canta, Carlos toca el bajo, Miguel la batería y Kiko la guitarra. Tres años más tarde se les une otro guitarrista, Pablo Ochando, y ya en 2020 (cuando volvieron, tras años, bastantes, de dejarnos sin sus novedades magníficas), el teclista y guitarrista Juanjo Tomás. La Granja y sus canciones compuestas en comandita, peor sobre todo por Miguel. El nombre se lo pusieron en 1984, más o menos, remedando todo aquello tan rural (estadounidense, peor rural) del llamado Nuevo Rock Americano (ya sabes, Dream Syndicate, Long Ryders, los primerísimos REM...), que entonces les flipaba bastante, como los buenos escuchadores de toda la música relacionada con el rock que siempre han venido siendo.

En aquel año 86 ganaron el concurso municipal Pop Rock Palma, de forma que el dinero del premio les permitió grabar su primer disco. La Granja es su elepé de debut (donde se les unieron los teclados espléndidos de Esteban Hirschfeld), salió en 1987 y entre sus once canciones estaban las maravillosas Seis navajas, Un buen recuerdo (versión de la canción de 1967 Face to face de un grupo estadounidense Zakary Thacks), El calor del mar, Escándalo en la playa, Sufro por ti, Andrés Alcázar y Buscando a Dolores Haze: menudo estreno. En la cara B del segundo single extraído del álbum, con Sufro por ti en la A, sonaba su singular versión del Norwegian wood de los Beatles, titulada Dos ritmos salvajes.


También producido por ellos, Soñando en tres colores (de nuevo con la participación de Hirschfeld) se publicó un año más tarde: otra vez once canciones, todas fenomenales, efervescentes: Los chicos quieren diversión, Cuatro palmos, No pierdas tiempo, Violeta y Rebeca, Qué cerca veo el final, Lo bueno siempre acaba mal, ¿Por quién doblan las campanas?, Chap, chap, Vitamina D, Anita Reyes y Más de veinte años. Lo vuelvo a escuchar ahora y vuelvo a tener poco más de veinte años.


Recuerdo perfectamente cuando compré el vinilo recién aparecido de Azul eléctrica emoción, su tercer álbum (en el que Eduardo Moralejo, Edi, sustituyó, solo por esta vez, a Carlos Garau), a mis veintiséis años, era 1989. Sigue siendo uno de mis discos de pop favoritos de todos los tiempos: producido por uno de mis músicos preferidos de power-pop, el grandísimo Paul Collins (que también tocaba en él la guitarra acústica), este diamante pop contiene doce canciones, once de ellas de aúpa: la que abría el disco de manera deslumbrante, La mala traición, y El chico de la moto, la obra maestra del siglo XX que es Por ti por mi, además de Inés, I've got a friend (la única canción suya cantada en inglés, algo habitual entre la chavalada de aquella época, ya llamada indie), Persiguiendo una luz, Isabel, Problemas, No me importa andar, y los inconmensurables tres minutos y treinta y ocho segundos de la espléndida Magia en tus ojos (una de las mejores canciones interpretadas por cualquier artista español, adaptación a un precioso castellano del tema del británico Billy Bragg She's got a new spell de un año antes) y la eléctrica High school (otra versión, esta de un tema de los estadounidenses MC5, que la habrían grabado en 1970 y que La Granja vuelve a cantar en el álbum en inglés)


Deliciosamente amargo (este también me lo compré, en vinilo, claro), producido por Mateo Picornell (con el regreso de Garau al bajo y la incorporación de Ochando), tuvo en 1991 la responsabilidad de ser la continuación de la obra maestra anterior... Y cumplió con creces. Mantuvo el tipo. Fenomenalmente. Incluso fue (es) un excelente álbum de pop vibrante de guitarras. Sus once canciones (once uanmortaim) suenan aún tan bien que al volver a escucharlas hoy he tenido que gritar muy fuerte, reír y saltar como hacía hace más de treinta años, cuando éramos chicos rebeldes, diferentes: las mejores eran Ángel de mañana, Fuimos chicos rebeldes, Cansado de escuchar, Peligrosa, Cucharas de plata, Fuera de servicio, El hombre que puso al mundo en pie de guerra y la hermosísima y tranquilísima y conmovedorísima Diferentes. Deliciosamente amargo llegó a vender más de 50.000 copias: fue por ello Disco de Oro.


El primer álbum de La Granja que adquirí en cedé (el único) tenía once (¿te suena?) canciones, se titulaba Medicina natural, salió en 1994, era el quinto suyo y me gustó algo menos que los anteriores, pese a su limpio sonido de cosa bien hecha. En él tocaban en alguna canción la armónica Javier Andreu, los teclados Augusto Algueró (hijo y nieto de los músicos, arreglistas y directores de orquesta del mismo nombre) y percusiones Tito Duarte, y estaba producido por Joaquín Torres (de larga carrera como productor y arreglista, por ejemplo de Los Secretos, que había sido también músico de estudio en muchas grabaciones de artistas populares y no tanto y miembro en la década de 1960 del grupo Los Pasos). Las canciones que más me gustan de él (todavía) son Y si al menos, Hollywood Café, Mentiras, Medicina natural, El club de las almas muertas, Intoxicado y Feliz cabeza hueca.


En 1998, tras un parón de algunos años, publican un epé (un single CD) con cuatro canciones, dos de ellas suyas (las dos irán en su siguiente álbum) y dos versiones, titulado Amplifícalo. Es difícil dar con este disco, publicado por un pequeñísimo sello de Palma de Mallorca llamado Slurp. Las canciones que versionaban eran dos joyas del power rock mundial: Surfers are back, que los londinenses Barracudas grabaron en 1982 y la imbatible Teenage kicks, cuatro años anterior, de los norirlandeses The Undertones.

Grabado en el estudio de Ochando, el sexto elepé se publicó en 2000. El efecto dominó ya me pilló algo descolocado, pero lo escuché igualmente (y hoy al volver a empaparme de su destreza pop me ha impactado más que nunca, quizás), con sus teclados, vientos y cuerdas (incluso algún sitar) envolviendo el sonido ya clásico de los baleares. De sus dieciséis canciones aún me encandilan esa preciosidad que lo abre, Su estrella, o la extraordinaria, tan La Granja, Me echarás de menos (“y llegará el momento amargo y ya no estaré aquí para secar tus lágrimas saladas... y entonces, te lo adelanto...me echarás de menos, mientras tanto"), la eléctricamente veloz Amplifícalo, la brillante Donde más dolió, Enfermedad de alto riesgo, Sintonizando, Cambios de humor y la que es quizás su mejor canción (con permiso de Magia en tus ojos), la fantásticamente psicodélica No escondas tu amor.


Y en 2002... Trece años antes había comprado el mismo día Azul eléctrica emoción y Doce canciones sin piedad, aquella proeza del grupo 091: dos discos que siguen grabados a fuego helado en mi alma. Pues bien, en 2002... se publicaron dos homenajes a 091, en uno de ellos, el titulado Partiendo de Cero, junto a artistas como Amaral, Revoler, Ramoncín, Piratas, Seguridad Social, La Frontera, Gatos Locos, Quique González, José María Granados..., La Granja versionaba En la calle.


Tobogán vio la luz en 2004, y no fue capaz de restablecer mi interés por la discografía de un grupo que en el fondo seguía muy dentro de mí. Sus once canciones (¡¡¡once canciones!!!) no me causaron ningún impacto, de tal manera que todavía hoy soy incapaz de elegir entre ellas alguna, si acaso Tu droga favorita, con la que arranca el álbum.

2013. La Asociación Cultural MallorcaNochentas decide, así lo afirman, “rendir un tributo a los grupos de Mallorca de los 80 con versiones de grupos mallorquines de la escena del 2012: un encuentro musical entre dos generaciones”. Nace así el disco Mallorca nochentas, reinventando los 80's, donde el extraordinario Sr. Nadie interpreta magníficamente Mala traición.

La Granja sigue en el dique seco, nos juntamos, nos vamos, nos quedamos... hasta que en 2020 sacan el single (es una forma de hablar, solamente salió en plataformas) Navidades con George Michael, fruto de un proyecto inconcluso donde músicos baleares debían grabar un villancico. Este fue el suyo.

A finales de ese año 2020, el profesor y músico José Miguel Carbonell, firmando como Jimmy Oklahoma, publicó El dulce despertar de La Granja. ¿Y tú, en qué color sueñas?, un recorrido por la trayectoria del grupo de casi 300 páginas, que incluía más de cien fotografías.

Además, el grupo mallorquín tiene su propio homenaje, se publicó en 2021: La música no engaña estuvo coordinado por Discos Polo (otro pequeño sello discográfico de su ciudad) y en el participaron 21 grupos, la mayoría mallorquines, aunque el único al que yo conozco son los ferrolanos Los Limones.

Y, por fin, los ya no tan chicos regresaron en la primavera de 2024 con el pequeño esplendor del epé La Granja, también conocido como El eterno verano, una de sus cuatro canciones junto a Empezar de cero, Lo decimos los dos y la espídica No es la edad.


Como dice Porcel de la música de la banda: “mejor fuerte que flojo, mejor corto que largo”, todo sin renunciar a un cierto amateurismo, el que les llevó a dar tan pocos conciertos, tan selectos.

 

El sueño robado no ha acabado por ser el gran desengaño; hacedme caso. No estuvo tan mal, tenéis razón. Aunque no haya vuelta atrás, no estuvo tan mal.

 


Para cerrar mi homenaje a La Granja: La Granja cantando a Mamá: ¿puede haber algo mejor? A finales de 2022, la web musical VinylRoute publicó su primer disco; Tributo Amigos VinylRoute a José María Granados (benéfico, en favor de Cirujanos en Acción), un vinilo que reconocía esplendorosamente la aportación de Granados (todavía en activo y en su momento componente destacado del emblemático grupo Mamá, tan-tan Movida) a la música pop española, con la participación de Fernando Martín, Hombres G, Los Limones, Miguel Costas, Un Pingüino en mi Ascensor, Los Secretos, Txetxu Altube, entre otros. Y La Granja, que grabaron una majestuosa versión de El último bar que cerraba aquel hermoso disco.

Comentarios

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