Sara Barquinero y la grandiosidad de su novela Los Escorpiones
La tercera novela de la escritora española Sara Barquinero (creo que) es una obra maestra, (es) una de las mejores novelas que he leído recientemente, entre las más destacadas de lo que va de siglo. Impactante, compleja en su sencillez complicada, arrebatadora, deslumbrante, hipnotizante en muchos momentos, plenamente humana, sin dejar de ser esa distracción elocuente que le pido a la literatura, que le pido a mis lecturas narrativas. Que yo le pido a la vida. Se titula Los Escorpiones y apareció en 2024.
“Los
budistas tenían razón: uno nunca quiere morirse, sino matar algo que
habita dentro de sí, aunque a veces eso implique acabar con la propia vida”.
Así
comienza Los Escorpiones. Y cuando lees esas veintiséis palabras no te
das cuenta (no podrías) de que lo que vas a encontrar en el interior de esta
justificadamente voluminosa novela es un libro sobre la muerte (que “es
obscena, un terror totalitario”), pero sobre todo sobre la necesidad, el
deseo, las ganas, la creencia en lo conveniente del suicidio. Mas no te
asustes, todo es deslumbrante, casi científico, pero plenamente literario.
Alguien contándote algo. Ya sabes. Las novelas.
Una
de las citas que abren los capítulos del libro es contundente. Es un verso del
poema de 1964 de Leonard Cohen ‘El opio y Hitler’ que dice:
“El opio y Hitler le enseñaron que el
mundo era de cristal”.
En
Los Escorpiones asistimos velozmente a esa experimentación de la
realidad desacoplándose, como si quien la vive tuviera a su alcance una
respuesta oculta que le permitiera parecer feliz, o al menos, calmado, sin
tener que fingir. Como si quedara esperanza. Pero sobre todo tenemos
continuamente presente todo lo contrario, la desesperanza en sus dosis
portentosas de autodestrucción. Con todas esas “complicaciones absurdas” y todo
ese “dolor emocional indestructible”. Sin que semejante pesadumbre
(“incompatible con cualquier promesa de felicidad”) pertenezca más que a
quienes protagonizan lo que Barquinero nos relata de manera magistral,
torrencialmente. Y nosotros no fuéramos más que espectadores entretenidos y
absortos ante “esa dimensión negativa y compleja en la que algunos
hombres quieren refugiarse de vez en cuando”.
[…]
Hay
en Los Escorpiones sobre todo una historia conspiranoica hundida en el
alma misma de Internet (“una macroteoría de la conspiración que lleva más de un
siglo jugando con la salud mental de los pobres seres humanos que caen entre
sus garras a través de una sociedad llamada Los Escorpiones”) que traza esa
línea misteriosa e indestructible que separa lo creíble de lo increíble, la
realidad de la ficción, la certeza del miedo y el ansia y la exigencia de saber
lo que en realidad ya sabíamos. (Al final del libro, la autora nos advierte de
lo ficticio de “toda la conspiración que se describe en este libro”). Hay todo
eso y, dentro, seres humanos existencialmente dañados, complejos y repletos de
la imperiosa necesidad de ser amados y quizás amar (aspirar “a un amor completo
y sin incertidumbre” que colme sin resquicios, y permita vivir “una existencia
al margen del desastre y la muerte auténtica”). Todo especialmente maquinado
desde la escritura incandescente de una Sara Barquinero sorprendentemente
madura como literata, admirablemente dotada del arte de la palabra esculpida
para ser leída como si no pudiera hacerse con ella otra cosa.
“¿Cómo logra la gente estar
tranquila?”
¿Hay
personas que están hechas para sufrir ansiedad, para sentirla y no saber cómo
ignorarla? Lo que sí existen, en la novela existen, son seres humanos asustados
no por el sufrimiento que les provoca el dolor y la angustia, sino por saber
que carece de objetivo. La depresión que lleva a la idea poderosa de
suicidio y con ella a la muerte. La muerte, que quizás sea algo aún peor.
En definitiva: la maldita inquietud por el futuro. Cuando “cualquier desgracia
se convierte en costumbre”. ¿Es lo más humano “encontrar sentido en el dolor”?
¿Es esa enseñanza “la hermana menor de la conspiración y la paranoia”?
Uno
de los capítulos de Los Escorpiones es, a su vez, una novela que leen
sus protagonistas. Una novela que daría en ser, quizás, por sí misma, una
extraordinaria novela. De no ser porque es un elemento esencial y etéreamente
perfecto del engranaje sinuoso de la novela de Barquinero. Esa novela dentro de
la novela se titula Bajo astral, y se la supone escrita (y
protagonizada) por la italiana Margherita Vitale (nada que ver con una escritora homónima
que existe en la realidad,
algo que ignoro si es del conocimiento de la autora de Los Escorpiones).
“Divertirse
es demasiado fácil. Solo divertirse, quiero decir. Los mejores filósofos han demostrado
que la felicidad no es el fin natural del ser humano”.
Vitale se sabe curada si alguien la amara, por eso la muerte está dentro de ella, su cuerpo “es una tumba”. No cabe duda de que “la relación con la muerte cambia a las personas”.
Es
en esta sección de Los Escorpiones cuando más cerca está de los lectores
esa idea de la música capaz de acabar con todas nuestras pretensiones de básica
humanidad y supervivencia. Una idea de la que Barquinero (capaz de crear un
personaje, músico, para quien la portentosa Smells like teen spirit de Nirvana sea una “horterada noventera”) abastece
buena parte de su libro: los acordes del diablo.
“Los
escorpiones son de los pocos animales que se suicidan cuando creen que su vida
está acabada, para no sufrir. Si encierras a un escorpión en un círculo de
fuego, se clavará a sí mismo el aguijón o caminará con tranquilidad hacia las
llamas”.
[…]
Este texto pertenece a mi artículo ‘Los Escorpiones, la prodigiosa novela de Sara Barquinero’, publicado el 8 de diciembre de 2024 en Letras 21, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.
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