La Hystoria Albigensis, escrita en latín por el monje cisterciense Pierre des Vaux-de-Cernay a principios del siglo XIII, es una de las fuentes primarias para el conocimiento de la cruzada contra los albigenses, o cátaros, promulgada por el papa Inocencio III en 1208. Esta curiosa pieza historiográfica, a caballo entre la crónica y la gesta, encontró al parecer un considerable eco y conoció una pronta traducción al francés.
Hubo sin embargo que esperar a principios del siglo XX para que la Société d’Histoire de France, a instancias del gran medievalista Achille Luchaire, comisionara una edición crítica a los estudiosos Pascal Guébin (1887-1945) y Ernest Lyon (1881-1957), que localizaron los manuscritos existentes y procedieron a la fijación científica del texto original, muy corrompido en las ediciones impresas circulantes, como es el caso del que aparece en la Patrologia Latina de Migne, seguramente la más accesible aún hoy de todas ellas.
El resultado de su
esfuerzo fue la muy notable edición latina que publicó la propia Société en
tres volúmenes aparecidos entre 1926 y 1939. Pascal Guébin, el editor principal
de la obra, falleció antes de dar a la luz su traducción francesa, que apareció
finalmente en 1951, gracias a los desvelos de Henri Maisonneuve, el conocido erudito
en los orígenes de la Inquisición. Más recientemente, la obra ha sido traducida
al alemán y al inglés.
El interés de esta obra
desborda el marco de la historia de Francia. Su redacción fue
accidentada y presenta distintos niveles de acabado, como ya señalaron Guébin y
Lyon. La obra, compuesta hacia 1213-1219, narra con gran detalle, fuerza
literaria y un enorme apasionamiento el desarrollo de la primera fase de la
Cruzada Albigense.
Aparte del relato
principal, que termina abruptamente poco después de la muerte del caudillo
cruzado Simon
de Montfort en
el segundo
asedio de Toulouse (25 de junio de 1218), la Hystoria Albigensis se
abre con una descripción de las características, creencias y rituales del
catarismo y se insertan en el texto varios documentos pontificios (bulas y
encíclicas) además de informes conciliares y correspondencia privada, no de
forma caprichosa, sino con el objetivo bien nítido de orientar la
opinión del lector en favor de la cruzada y en particular, de los derechos
adquiridos por Montfort y su séquito sobre las tierras de los
señores excomulgados del Languedoc: Ramón VI, conde de Toulouse; y sus vasallos o
partidarios, especialmente los Trencavel, vizcondes de Albi, Béziers y
Carcassonne,
los condes
de Foix y
los señores
de Béarn.
De esta manera, se
superponía el ordenamiento jurídico emanado o inspirado por la Santa Sede
(plasmado en decretales y bulas de cruzada, en las resoluciones de legados
pontificios y concilios, y especialmente en las del IV Concilio de Letrán)
sobre el derecho consuetudinario que regía sobre los conflictos feudales, en
favor del primero. En este sentido, la obra supone una hábil pieza de
propaganda y
su autor ha sido considerado “el historiador oficial de la cruzada
albigense”,
aunque en mi opinión esa apreciación es inexacta. Pierre des Vaux-de-Cernay es,
exclusivamente, el portavoz de los intereses de Monfort.
Más allá del simple
relato de los acontecimientos, Pierre des Vaux-de-Cernay traza un minucioso retrato de un
momento histórico en el que una sociedad que ha aceptado o tolerado el
desarrollo de la herejía en su seno se enfrenta con una invasión en toda regla,
desencadenada por motivos tanto religiosos como políticos.
El análisis del texto
rebosa forzosamente la histoire
événementielle, hasta alcanzar los ámbitos de la historia de las
ideologías (las
herejías y su represión), así como de la historia de la Iglesia (centralidad del
papado en la defensa de la ortodoxia, afirmación del dogma y de la autoridad de
los concilios y del derecho canónico sobre el feudal, protagonismo de la orden
del Císter como vanguardia de la lucha antiherética, aparición de las órdenes
mendicantes, establecimiento dela Inquisición pontificia).
La falta de otra
información, salvo los escasos detalles que el autor nos proporciona de sí
mismo en su obra, ha retraído prudentemente la especulación de los estudiosos
que se han acercado a la Hystoria Albigensis.
A mi juicio, sin embargo, son muchos los caminos que apenas han sido
transitados y que pueden contribuir a esclarecer algunos interrogantes.
¿Quién era Pierre des Vaux-de-Cernay? ¿En qué ambiente se forma? ¿Qué podemos saber sobre su entorno estudiando su origen familiar? ¿A qué información ha tenido acceso para componer su Hystoria? ¿Qué papel juegan los cistercienses en la formación y transmisión de una ideología de cruzada? ¿Qué modelos literarios, en forma de otras crónicas, ha podido utilizar? ¿De dónde saca su información sobre los mitos, creencias y rituales cátaros? ¿Qué relación le une a los Montfort? ¿Qué impacto tuvo la obra entre los cronistas posteriores? ¿Puede hablarse de un modo específicamente cisterciense de “contar la Historia”? ¿Qué lugar ocupa la Hystoria Albigensis dentro del género de las crónicas de cruzada, si tal género existe?
Para el público
español, la Hystoria Albigensis presenta
varios puntos de interés. La implicación de religiosos procedentes de la
Península (singularmente el obispo Diego de Osma, su pariente Domingo de Guzmán, fundador de la Orden
de los Predicadores, o el cisterciense Arnau-Amalric, abad de Poblet,
Grandselve y Cîteaux y luego arzobispo de Narbonne) en la Cruzada Albigense,
las conflictivas relaciones entre los señores feudales del Languedoc y la Corona de
Aragón o
la muerte en la batalla de Muret de Pedro II el Católico no nos permiten
abstraernos de este conflicto ultrapirenaico.
Resulta especialmente
sangrante que ninguna de las tres fuentes primarias principales de la cruzada
albigense haya sido vertida al castellano, cuando hace luengos
años que se dispone de ediciones críticas fiables, a pesar del interés que
suscita el tema y que no está circunscrito al ámbito académico sino que se
extiende al público lector en general.
Las otras dos fuentes primarias en cuestión son la Cansó de la Crozada, poema épico en provenzal iniciado por Guillermo de Tudela y continuado por otro poeta desconocido, el Anónimo tolosano (La Chanson de la Croisade albigeoise, ed. francesa y provenzal por Eugène Martin-Chabot, París, Les Belles Lettres, 1957-1961 y varias otras ediciones; este poema ha conocido una reciente versión catalana a cargo de Vicent Martines: Cançó de la croada contra els albigesos, Barcelona, Proa, 2003); y la Chronica de Guilhem de Puylaurens, escrita en latín hacia 1270 (cuenta con una admirable edición bilingüe de Jean Duvernoy: Chronica magistri Guillelmi de Podio Laurentii, París, Éditions du CNRS, 1976).
Con poca autoridad
podemos quejarnos de la falta de rigor y el papanatismo que destila la
abundante literatura
“popular” sobre
herejías, inquisición, cruzadas y otros fenómenos medievales que dan pábulo a
todo tipo de interpretaciones esotéricas, cuando el primer paso –básico–,
la edición
de fuentes,
ha sido descuidado sistemáticamente por el mundo editorial español.



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