La historia del fútbol femenino de Teresa González Aja
De 2023 es el libro titulado Historia del fútbol (de juego simple a espectáculo complejo), de Teresa González Aja, sobre el que ya he escrito en otras ocasiones. Lo que sigue a continuación es un resumen de cuanto en él se dice sobre el fútbol jugado por las mujeres.
El primer partido internacional de fútbol femenino se jugó el 9 de mayo de 1881: se enfrentaron Escocia e Inglaterra en Edimburgo. El Glasgow Herald recogerá al día siguiente comentarios que se centraron “en la vestimenta de las jugadoras, tildándola de ‘atuendos tan feos como inapropiados’, y no en su juego. Esa era la opinión “que la actividad deportiva femenina, y muy especialmente el fútbol, despertaba en la población en general”. La sociedad de aquel tiempo no sabía “cómo enfrentarse a las mujeres futbolistas ni cómo reaccionar ante ellas: la imagen de la mujer victoriana, que debía comportarse de forma ejemplar y cuya misión en la vida era ser madre y esposa, no estaba hecha para el deporte”. Digamos que se consideraba que el fútbol (como tantas otras cosas) era una cosa de hombres.
“Las futbolistas vestían camisetas,
pantalones cortos, leotardos, cinturones y botas de tacón. De hecho, no faltan
espectadores que van a los partidos precisamente por esa razón, algo de
discutible gusto por parte de los asistentes que acuden a ver mujeres que consideran
de dudosa moralidad y que se exhiben”.
No olvidemos que, todavía en diciembre de 1894, se
podía leer en el British Medical Journal, refiriéndose al fútbol
femenino que “debería ser proscrito porque es peligroso para los órganos
reproductores y para el pecho, debido a las brutales sacudidas, torsiones y
golpes inherentes al juego”.
La escritora, política y corresponsal de guerra Florence
Dixie, junto a las también militante feminista Nettie Honeyball, cuyo
verdadero nombre era Mary Hutson, fundaron en 1894 el primer club
femenino de fútbol, el British Ladies’ Football Club, por lo que
tuvieron que dividirlo en dos equipos para que jugaran entre ellos: los Reds
del Norte y los Blues del Sur”.
“Las aspiraciones de estas mujeres no
se limitaban a jugar al fútbol: perseguían la emancipación femenina en todos
sus aspectos, e incluso que las mujeres llegasen al Parlamento para hacer oír
su voz”.
El British Ladies’ Football Club jugó su primer
partido el 23 de marzo de 1895 en la barriada londinense de Crouch End: se
enfrentaron un equipo del norte y otro del sur de Gran Bretaña ante unos 10.000
espectadores, “pero el rechazo de la prensa fue prácticamente unánime”. Dos
días después, el diario Pall Mall Gazette ridiculizaba la figura de la
jugadora Nellie Gilbert, a la que el público apodara Tommy, dando a entender
que pareciese un chico por su baja estatura y su aspecto físico, aunque en
realidad “este nombre se le adjudicaba porque no se podía aceptar que una mujer
jugará tan bien” y solamente cabía pensar que fuera un hombre. No es sino una “prueba
del temor de una sociedad a las mujeres masculinas y a los hombres
afeminados”.
Pero, llegada la Primera Guerra Mundial y la
consecuente necesidad de sustituir a los hombres en las fábricas, se produjo
una valorización de las capacidades físicas de las mujeres y “una modificación
del estereotipo femenino, que en estos momentos no puede permitirse ser delicado,
sino que tienen que afrontar jornadas de hasta 12 horas, manejando un material
peligroso que las expone a graves accidentes”.
Hacia 1915, el fútbol ya formaba parte de las vidas de
muchos hombres británicos, en ellas, estaba arraigado porque lo estaba en sus
padres, maridos, hermanos. Ahora ellas dejarán de ser espectadora para
convertirse en jugadoras: entre 1915 y 1918 se crearon más de 150 equipos formados
por obreras de las fábricas de municiones.
Finalizada la guerra, “estas mujeres seguirán jugando
y recaudando dinero para obras de caridad”, llegando a congregar el 26 de diciembre de 1920 a 53.000 espectadores en el
encuentro celebrado en el Goodison Park de Liverpool, el estadio del Everton,
para ver ganar a las Dick, Kerr’s Ladies por 4 goles a 0 a St.
Helens Ladies.
“Pero a pesar de estos otros
triunfos, que no sólo atraen gran cantidad de público, sino que significan
importantes cantidades de dinero para obras benéficas, lo cierto es que las
autoridades futbolísticas comienzan a estar en contra de estos partidos. Por un
lado, está la competencia al campeonato profesional masculino, que se vuelve a
jugar en 1919-1920, y por otro la vinculación del fútbol femenino con el
movimiento de liberación feminista que promueve una nueva mujer que cuestiona
su papel exclusivamente procreador: de nuevo aparecen los temores anteriores a
la guerra que hablan de las consecuencias que esa práctica puede tener para el cuerpo
femenino, causando graves problemas para la maternidad. Se produce una
identificación entre el orden patriarcal y el orden futbolístico: la Footbal
Asociation utilizará su poder para prohibir el 15 de diciembre de 1921 a los
clubes que presten sus terrenos de juego y cualquier asistencia técnica o
arbitral a equipos femeninos, bajo pena de duras sanciones. Esta situación
provoca la desaparición de la mayoría de los clubes femeninos:
continuarán disputándose algunos partidos, pero no sin enormes dificultades,
hasta que fueron inviables. La prensa y el público se decanta por el fútbol
masculino y las chicas tendrán que esperar para ocupar su lugar en este
deporte.
González Aja no vuelve a hablar en su libro sobre
fútbol femenino hasta más de treinta años después:
“Tenemos
constancia de una organización llamada Asociación Internacional Femenina de Fútbol
que en 1957 organizó un campeonato de clubes europeos del que resultó vencedor el
Corinthias de Inglaterra”.
[No he encontrado una sola referencia a esa organización,
a ese torneo ni a ese equipo.]
En la Alemania Occidental y en Italia, “el fútbol
parece un poco más activo: las jóvenes alemanas se dedicaban a su práctica
desde 1955 y en Italia lo hacían desde 1957, donde se creó una federación (la Associazione
Italiana Calcio Femminile) que contará con seis equipos en Roma, tres en
Nápoles y uno en Sicilia. Estos intentos se enmarcan dentro de otros similares
en Dinamarca o en Francia, pero no dejan de ser eso, intentos”.
Es ya en la segunda mitad de la década de 1960
cuando se produce una “ruptura en la historia del fútbol femenino, que estará
definida tanto por el número de mujeres que pasarán a practicarlo como por la
creación de estructuras, todo lo cual significará un cambio real”.
En 1970 había en Inglaterra setenta equipos femeninos.
“En Suecia, el fútbol femenino se vinculará desde 1966 en las empresas, pero
también existen equipos universitarios por ejemplo en Gotemburgo o en Estocolmo,
se localizan 50 equipos y más de 700 jugadoras, otro tanto ocurrirá en
Dinamarca, donde se crearán nuevos equipos que se añadirán a los tres que ya
existían. En la Alemania Occidental, “la cifra alcanza 100 equipos repartidos
por Berlín, Colonia, Frankfurt y Múnich”. En los Países Bajos y en Francia el
fútbol femenino también se desarrollará a partir de 1966. “Suiza, Austria e Italia
se encuentran también dentro del ámbito de los países donde el fútbol femenino
se está implantando, quizás con una diferencia con respecto a los países del Norte:
el fútbol femenino no aparece vinculado a los movimientos feministas, sino que
es su lado espectacular el que lo mueve”.
En 1969 tiene lugar el primer Campeonato de Europa
de Naciones de fútbol femenino (hoy no considerado oficial pues se tiene
por el primero el que se disputó ya bajo auspicio de la UEFA en 1984 y fue
ganado por Suecia) que tuvo un problema severo cuál era que mientras que en el
caso de Italia las jugadoras pertenecían a clubes diferentes, “la ausencia de
estructuras en los otros países hizo imposible organizar un equipo nacional,
por lo que se decidió que pudiera ser sustituido por un club”: participaron tan
sólo Francia, Inglaterra, Dinamarca e Italia, que resultó la vencedora.
“Unos meses más tarde, los hombres de
negocios que dirigen los diferentes clubes en Italia, Alemania, Austria, Suiza
e incluso México se reúnen con el objetivo de crear una federación
internacional, la Federación Internacional y Europea del Fútbol Femenino
(FIEFF), con el fin de tender la estructura necesaria para organizar una
Copa del Mundo de fútbol femenino, lógicamente, en Italia”.
En aquel primer Campeonato Mundial de Fútbol Femenino (tampoco
oficial ni admitido por la FIFA) participaron siete selecciones (Italia,
Dinamarca, Austria, Suiza, Alemania Occidental, Inglaterra y México): “las
jugadoras llevaron los colores nacionales idénticos a los de los equipos
masculinos”. Quedaron claras “las intenciones mercantiles de los organizadores
y, aunque su desarrollo estuvo marcado por ciertas irregularidades, sobre todo
en lo que se refiere a los emparejamientos de los equipos”. La final enfrentó a
las favoritas, danesas e italianas, con victoria de las primeras.
“La gestión de la FIEFF, la
realización de competiciones incontroladas y su monopolio del deporte femenino
terminó preocupando a las federaciones nacionales, que reclamaron la
intervención de la UEFA: reunidos en un congreso en Montecarlo, en junio de
1971, pocas semanas antes del inicio de la segunda Copa del Mundo femenina, se
debate la oportunidad de integrar a las mujeres en el seno de la UEFA. Tras
muchos discursos y opiniones, parece conseguirse unanimidad en la necesidad de
tomar medidas para tutelar al fútbol femenino. Finalmente se decide que sean
las asociaciones nacionales afiliadas a la UEFA las que se ocupen de la
organización del juego y que la actividad internacional se desarrolle
exclusivamente bajo el control de organismos internacionales. Se aprobará con
un voto en contra, el de Escocia, que rechaza absolutamente reconocer a las
mujeres. En lo que sí hay acuerdo es en rechazar cualquier tipo de negociación
con la FIEFF: de este modo, los hombres de negocios italianos se ven obligados
a cesar en sus actividades y a disolver la asociación”.
Comenzaba una nueva era en el fútbol femenino: “es
cierto que algunos países se niegan a aceptarlo, especialmente los países del
sur, como Portugal o España, en los que habrá que esperar a la transición
democrática, pero en muchos otros (Bélgica, Finlandia, Islandia, Irlanda Gales,
Luxemburgo, Francia, Inglaterra, Alemania, Suecia o Suiza) lo reconocen”.
La FIFA no aceptó otra organización que pudiera
hacerla sombra: una autodenominada Confederación Asiática de Fútbol “estaba
propiciando el fútbol femenino” y en 1975 organizó en Hong Kong una copa del
fútbol femenino, con la participación de Australia, Malasia, Nueva Zelanda,
Singapur, Tailandia y Hong Kong, cuando lo que se necesitaba y se pretendía era
organizar era una federación internacional de fútbol femenino”. Tras la
celebración del segundo campeonato femenino se solicitó la filiación directa a
la FIFA.
La FIFA se involucró una década después en la
organización de dos torneos internacionales. El primero tuvo lugar en China en
1988 y en él participaron doce equipos de todos los continentes: el campeonato
fue visto por 360.000 personas, la media de espectadores por partido fue de 20.000
y 8 de los 24 partidos fueron retransmitidos en directo por la televisión china
para una audiencia de 200 millones de espectadores.
“Esta competición sirvió para
convencer a los dirigentes de que el fútbol femenino tenía un futuro y de que
era necesario organizar el primer torneo femenino de la FIFA; su celebración
será cuatrienal y China sería también la sede de la primera Copa Mundial
femenina en 1991”.
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