Una historia del fútbol (capítulo uno)

El fútbol es un asunto muy serio. Demasiado grande. Esta es la historia de cómo se ha convertido en el mayor fenómeno de masas.


Con estas palabras presentaba la editorial Catarata un libro suyo de 2023 titulado Historia del fútbol (de juego simple a espectáculo complejo), escrito por Teresa González Aja, un libro deslavazado, mal editado y regularmente escrito, con su pequeña cantidad de errores (el mayor de todos, quizás, incluir a Pelé entre la pléyade de estrellas sudamericanas que tuvieron que jugar en Europa ante la mayor categoría y poder económico de sus clubes), y de una utilidad reducida que yo leí, (casi) por obligación, para documentar más aún mi libro sobre ese asunto que es considerado la cosa más importante de las cosas sin importancia.

Pero no nos vayamos a creer que González Aja no estaba lo suficientemente acreditada para ilustrarnos sobre el deporte rey, para “dar una visión panorámica de la historia del fútbol”. No. Directora de la revista Materiales para la Historia del Deporte y catedrática emérita de Historia y Política del Deporte de la Universidad Politécnica de Madrid, Teresa González Aja es autora de decenas de publicaciones.

 

“El fútbol es un asunto muy serio para un gran número de personas. Tan grande que merece el máximo respeto. Mueve, además, fortunas de dinero, afecta desde al urbanismo a la educación o a la formación de valores. Es utilizado como sistema de propaganda, representa identidades desde nacionales a locales o regionales, ha podido ser cómplice de regímenes totalitarios o estados policiales, provoca conflictos sociales, proporciona identidad a grupos marginados o dominantes, es motivo de alabanzas, es denostado, se le ama o se le odia, se le escriben poemas, proclamas, novelas, películas, obras de arte. Es un culto, una religión: sus jugadores son dioses, marcan la moda, nos rodean, nos influyen. Nos condiciona, pero sobre todo es el espejo en el que se refleja la sociedad. Toda esta complejidad hace que su historia sea apasionante. Difícil de abordar más allá de la anécdota y difícil de interpretar. En definitiva, un reto que no podemos entenderlo si no asumimos que es un hecho social total y, desde el punto de vista histórico, no podemos desvincularlo de su contexto global ni ignorar los componentes que lo definen y lo han ido construyendo desde finales del XIX hasta convertirlo en el mayor fenómeno de masas”.

 

Voy a intentar traer ahora aquí aquello que considero relevante de Historia del fútbol.

 

¿De dónde viene el fútbol?

Lo mejor del libro es su explicación de los orígenes y los comienzos del deporte al que llamamos fútbol. Por eso es en lo que más me voy a entretener…

El fútbol, tal como lo conocemos hoy, nació en el siglo XIX en Gran Bretaña, desde donde se expandió al mundo entero hasta constituir el fenómeno social y deportivo actual.

 

“Su aparición significó un importante cambio en los juegos de pelota que se habían desarrollado hasta entonces. Eran juegos tradicionales populares que se jugaban en todo el mundo y que hundían sus raíces en periodos históricos muy lejanos. Estos juegos adoptaban muy diversas formas que variaban de unos a otros lugares y carecían de unas reglas permanentes, e incluso a veces ni siquiera las tenían”.

 

La existencia de estos juegos “ha hecho que muchos cronistas e historiadores tratasen de establecer el juego de pelota de su región o de su país como antecedente del fútbol debido a la importancia que este deporte ha adquirido”. De tal manera que su paternidad sigue siendo uno de los asuntos más discutidos.

A muchos de los juegos populares de pelota históricos a los que se les adjudica esa paternidad del fútbol “aparecieron en todas las culturas”: se supone que, “generalmente, se inscriben en la esfera de lo mágico o religioso, como los juegos de pelota maya, que constituyen una ceremonia religiosa de gran importancia”. Culturas como la china, la japonesa o la egipcia cuentan también con sus propios juegos de pelota ancestrales. El kemari japonés (al que se vincula con el juego chino del cuju) “es considerado en muchas ocasiones como el origen del fútbol, aunque sin demasiada base científica”; no obstante, el hecho de que se dé a la pelota con el pie ha convertido a esta teoría en algo atractivo, “aunque el parecido sea solo ese”: en él, el objetivo esencial era mantener la pelota el mayor tiempo posible en el aire, al igual que en el juego de pelota mesoamericano, aunque desde luego tampoco se puede establecer una relación entre ambos juegos”.

Dice González Aja que tenemos constancia de la participación femenina en otros juegos de este tipo, uno practicado por los tarahumaras (en el norte del actual México), pero también también alguno jugado en Egipto, en Grecia o en Roma, “donde, si bien no en el mismo nivel que los hombres, sí podemos localizar diversas actitudes deportivas practicadas por las mujeres”.

Lo que realmente ocurre es que en estos intentos de buscar los orígenes del fútbol no hay más que una asimilación de esos juegos antiguos a deportes contemporáneos “sobre la base de una imagen parecida”, de forma que “prácticamente todos los pueblos pueden reivindicarse en el origen del fútbol si consideramos que el hecho de jugar con una pelota es suficiente para adjudicar la paternidad”.

Si hay un caso paradigmático ese es el famoso calcio florentino, el juego que llega a dar nombre en Italia al fútbol contemporáneo y que “poco o nada tiene que ver con el mismo, más allá de la utilización de una pelota para su práctica”.

 

“Resulta difícil por tanto vincular estos juegos —cuyas reglas intencionalidad e incluso motivación, cuando nos han llegado, son muy diversas del fútbol— a este deporte: podríamos decir que lo único que los une es la pelota. No podemos rastrear su evolución hacia el deporte moderno ni establecer un enlace entre ellos”.

 

González Aja considera que “el juego al que se le ha adjudicado hoy en mayor medida la paternidad del fútbol es a la soule”, juego popular en Normandía y en Bretaña cuyo desarrollo era bastante simple, “pues se trataba de llevar una pelota del tamaño de una cabeza rellena de salvado o de heno o hecha de mimbre hasta un lugar convenido, momento en el cual terminaba el encuentro; se podía golpear con los pies o como fuese, es decir sin importar los medios; las carreras y la fuerza eran lo más efectivo”. Se trataba, sí, de “un verdadero combate al que no eran ajenos los espectadores, que no dudaban en darse en ocasiones al vandalismo, destruyendo molinos, vallados o represas, que eran quemados o arrancados”, lo cual suponía “que no faltasen importantes accidentes, incluso tenemos constancia de algún muerto”. No existía un número establecido de jugadores, “pudiendo ser distinto en cada uno de los equipos. Y las reglas eran muy variadas, “ya que no se sustentaban sobre un reglamento, sino sobre la costumbre de cada uno de los lugares en donde se practicaba”. La soule llegó a practicarse hasta el siglo XIX.

 

“La celebración de estos encuentros estaba vinculada a las festividades religiosas, por lo que en ciertos lugares se jugaba solamente una vez al año: era un juego vinculado a la religión, algo muy común en todos los juegos populares, independientemente de la cultura a la que nos refiramos”.


 

Inglaterra es la cuna del fútbol

Suele ser habitual establecer el origen del fútbol en la Inglaterra de mediados del siglo XVIII, así lo hacen algunos historiadores especialmente ingleses.

 

“Es obvio que el fútbol no nació de la nada: los juegos de pelota existían como juegos populares también en Inglaterra, con un carácter rudo y practicado sin reglas escritas casi todas las variaciones eran posibles. Esos juegos populares serán los que se transformen, no sin muchas dificultades, en los diferentes deportes, al darles unas reglas que permitan su universalización. Aun cuando sea discutible la invención del fútbol por los ingleses, no cabe duda de que es en Inglaterra donde encontrará su cuna y su casa”.

 

El football association se convertirá en aquella Inglaterra en “el juego nacional del invierno, mientras que el cricket lo será del verano”. Y es que los juegos de pelota tenían en Gran Bretaña, como hemos visto en otros lugares de la Tierra, una larga tradición: “uno de los primeros documentos digno de ser tenido en cuenta es del año 1174, se trata de una interesante descripción realizada por William Fitzstephen en la biografía de Thomas Becket. Allí nos relata cómo los jóvenes, después de la cena, salían a jugar a la pelota”.

Muchos de los juegos practicados en Inglaterra nos son conocidos “debido a las prohibiciones de que eran objeto: sabemos que hasta el siglo XIX el juego de pelota era una práctica habitual tanto en Inglaterra como en el este de Escocia y que las numerosas condenas en su contra de los siglos XIV al XVIII trataron de limitar o al menos regular su violencia”.

En la primera mitad del siglo XIX, en las grandes escuelas privadas, las de Rugby, Winchester o Harrow, se practicaba su propia modalidad de fútbol: en ocasiones, se trataba de juegos muy violentos, brutales, como es el caso de Eton, donde la práctica de un juego de pelota se remonta a 1747, como poco, un juego que hubo de ser prohibido, debido a su brutalidad, entre 1827 y 1836. Aquellas formas diversas de jugar “venían condicionadas en muchos casos por los espacios de que se disponía: así, por ejemplo, en Uppingham, la portería era tan ancha como el campo, o encontramos en Eton su famoso wall game, así llamado por el muro que bordeaba un lado del espacio en el que se jugaba”. Dos serían, básicamente, las modalidades de juego de pelota inglés de aquellos tiempos: si una consistía en darle patadas a la pelota, como en la escuela de Eton, la otra se centraba en hacerse con ella y tratar de pasarla a un compañero, el paradigma de esta modalidad era lo que se jugaba en la escuela de Rugby. Esa “forma de jugar con la mano se vincula al mito de William Webb Ellis, quien, en 1823, habría cogido la pelota con la mano durante un partido de fútbol, algo permitido, pero habría corrido con ella, lo que no lo estaba, y de este modo se habría creado el rugby”.

Uno de los grandes mitos del nacimiento del deporte contemporáneo es Thomas Arnold, tal y como recoge González Aja en este libro: fue rector de la escuela de Rugby de 1828 a 1841 y es a él a quien se le suele adjudicar haber propiciado el nacimiento del deporte que lleva el nombre de la escuela, “cuando pretendía cambiar la situación de la moralidad que existían los colegios e instaurar un sistema pedagógico basado en la moral cristiana”. En vez de prohibir los partidos de fútbol por su violencia, permitió que fueran los propios alumnos quienes los organizaran. Si alguien contribuyó a extender la leyenda de Arnold fue Pierre Fredy de Coubertin, barón de Coubertin, “personaje cuya importancia en el desarrollo en el deporte contemporáneo nadie cuestiona”.

En cualquier caso, llegados a mediados del siglo XIX, en Gran Bretaña, el deporte, el fútbol (no denominado necesariamente aún así) lo era, “constituía un medio educativo esencial”. Cada centro educativo consideraba sus propias normas una seña de identidad pues las supeditaban a las características de los recintos, de tal manera que se identificaba el espacio en el que se jugaba y el juego en sí, el modo de jugar y el centro. La misión de aquel deporte al que casi ya podríamos llamar fútbol era “forjar el carácter de los futuros dirigentes e inculcar los valores de su sociedad, permitiendo que sus futuros líderes realizarán sus tareas de un modo debido”.

Será en la Universidad de Cambridge donde se intentaron unificar las reglas para poder llegar a cabo los deseados encuentros con estudiantes de otros centros: en una sencilla habitación de esa universidad se pactaron las llamadas reglas de Cambridge, el primer intento de ordenación del fútbol. Los profesionales que salían formados en esas escuelas y universidades acabarán bien establecidos en las grandes ciudades, en Londres por supuesto, y se organizarán en ellas clubes; así por ejemplo en 1857 encontramos el Club de Fútbol Sheffield, que había nacido en 1855 y sería el primer club del fútbol mundial, con unas reglas redactadas por los propios jóvenes que lo habían organizado; en 1863 tenemos noticia de que el equipo constituido por 11 jugadores, aunque también los había incluso de 14. Las reglas siguen configurándose en los diferentes equipos, pero no se unifican, de manera que había partidos en los que una parte se jugaba con las reglas de uno y otra con las del otro equipo, o bien el partido de ida con unas y el de vuelta con otras. Lo que debía definirse fundamentalmente era si se utilizaba la mano o el pie y cuál era el nivel de violencia permitido, todo ello sin olvidar aspectos tan básicos como la forma y el tamaño del campo, la forma y el tamaño de la portería y, desde luego, decidir si la pelota habría de pasar por encima o por debajo de ese travesaño.

Se puede decir que aquellas reglas de la Universidad de Cambridge (entre ellas, “el saque del centro del terreno, las restricciones a la utilización de la mano, el hecho de que la pelota debía pasar por debajo del poste horizontal y, sobre todo, las limitaciones en lo que se refiere a sujetar o empujar al adversario”) constituyeron el punto de partida del fútbol moderno.

 

“1863 constituye un punto de inflexión esencial: entre octubre y diciembre de este año 14 antiguos alumnos de las escuelas de élite que ocupaban cargos importantes en los clubes londinenses se reunieron en la Freemason’s Tavern para organizar el juego y pactar las reglas. Sin esos acuerdos, el fútbol no podría desarrollarse y permanecería como una actividad escolar lejos de la sociedad civil”.

 

 

El nacimiento del fútbol

El 26 de octubre de 1863 se fundó la Football Association (FA), la federación inglesa de fútbol, el primer organismo oficial del mundo del fútbol. Las leyes que debían regir el juego centraron las discusiones más importantes: ¿se autorizaba el uso de las manos o se jugaba con los pies?, ¿cuál sería el grado de violencia autorizada? González Aja recalca que la principal razón de rechazar la violencia del juego “no tenía demasiado que ver con aspectos relacionados con éste o con sus valores, sino con el hecho de que puesto que ahora no iba a ser practicado por estudiantes que podían presumir de las heridas producidas en el partido que ponían de manifiesto su virilidad y coraje, sino por hombres de negocios que debían tener cuidado con su apariencia, no convenía que apareciese en esas reuniones con un brazo roto o moretones”.

Separado del rugby ya el fútbol, sus reglas, las de la FA, no consiguieron una gran hegemonía durante años, pues todavía convivían dos códigos de fútbol distintos y “no será hasta los años 80 cuando la FA comience a ganar terreno tanto en las islas Británicas como fuera de ellas”.

 

“Será Charles W. Alcock, antiguo alumno de Harrow, secretario de la FA, futbolista y periodista deportivo, quien contribuirá de un modo muy importante a la difusión de las nuevas reglas y a la promoción de éstas: las pulirá, escribirá artículos en diversos periódicos, organizará partidos demostrativos e inventará una competición, la Copa de Inglaterra”.

 

La primera FA Challenge Cup, hoy FA Cup, se disputó durante la temporada 1871-1872, y en su reglamento original se establecía el número de jugadores en 11 por equipo y la duración de los encuentros en 90 minutos. El número de afiliados de los clubes fue creciendo muy rápidamente, de 50 en 1871 se pasará a casi mil en 1881. también aparecen las primeras estrellas del fútbol: la primera será el aristócrata lord Arthur Fitzgerald Kinnaird, antiguo alumno de Eton y de Cambridge, y director de banca, que ganó cinco FA Cups y presidió la FA entre 1890 y 1923.

 

“Pero las cosas estaban cambiando. Si bien hasta entonces el fútbol había sido un deporte de caballeros del sur de Inglaterra, en 1883, el Blackburn Olympic, un equipo creado hacía apenas cinco años, derrotó al Old Etonians en la final de la FA Cup. Desde su creación, los gentleman se habían hecho siempre con el triunfo. ¿Cómo pudo llegar a un club de obreros a derrotar a un equipo de Eton? ¿Qué estaba pasando en el fútbol?

 


Las nuevas condiciones laborales les dejaban algo más de tiempo libre a estos nuevos jugadores. Los derechos laborales estaban siendo modificados y son sobradamente conocidas las luchas sindicales que reclamaban (y obtuvieron) las tardes del sábado (la semana inglesa).

 

“La aparición del tiempo libre llevaba a que los patronos se preocuparan por la utilización ese tiempo, porque fuera el pub el lugar de reunión exclusivo de los trabajadores, con lo que eso vendría podría fomentar el alcoholismo. El fútbol viene a ser la solución, es un juego que necesita muy pocos elementos para su práctica, basta un balón un terreno y unas porterías, además sus reglas son muy simples”.

 

Además, los nuevos medios de transporte (la autora los llama “de comunicación”, sic, y el editor lo deja así), entre los que se encontraban los tranvías urbanos o el ferrocarril, “facilitarán el desplazamiento tanto de jugadores como de algo que pasará a ser decisivo, el público”. Ese mismo público estará ávido de noticias de su deporte favorito de manera que los periódicos no dudarán en ampliar sus secciones dedicadas al fútbol e, incluso, aparecerán nuevas publicaciones de carácter deportivo. El interés por el fútbol aumentaba, el número de aficionados crecía y se producía la identificación entre el aficionado y su equipo, los lugares donde se jugaba se llenaban...

 

“La popularidad del fútbol hace que todo cambie. Los nuevos jugadores provenientes del mundo obrero trajeron consigo también una nueva forma de jugar. […] Antes, los atacantes trataban de conservar la pelota el mayor tiempo posible e intentar superar la defensa, que eran tres jugadores. Lo que se buscaba era la hazaña personal, la elegancia en el gesto, y pasar el balón a un compañero se consideraba una debilidad. Algo que cambiará con la incorporación de los obreros: gracias a ellos, el juego evoluciona hacia un juego colectivo reflejo de su vida diaria, ya que dependían de sus compañeros. Esa colaboración en el juego servirá para hacer frente a la mayor envergadura de los jugadores provenientes de las clases aristocráticas. Escocia será el lugar de donde provendrá en mayor medida esta nueva concepción del fútbol, especialmente debido al Queens Park Football Club del Glasgow, que, desde su creación, había estado muy preocupado por la estrategia del juego”.

 

En torno a 1876, “el juego de pases reemplaza al dribbing game y el espíritu colectivo de los obreros suplanta también el individualismo burgués: ese tipo de juego será bautizado por el ya mencionado Charles W. Alcock como el combination game”. Los jóvenes deportistas obreros encontrarán en ese juego y en esa forma de llevarlo a cabo “un lugar en el que dar salida a su necesidad de pertenencia a una colectividad”. Por todo ello se hacía cada vez más necesario un entrenamiento, algo que no sería posible sin contar con unos medios económicos y un tiempo libre.

 

“Se inicia una rivalidad entre diferentes localidades que se identifican con su club: esto hace que sea conflictivo el hecho de cambiar a otro equipo, pero la oferta de mejores condiciones de trabajo y, posteriormente, dinero terminarán por vencer las reticencias. El auténtico profesionalismo hace su aparición para quedarse”.

 

Dos eran las objeciones fundamentales a ese fútbol (tan distinto del forjado en los centros educativos de las clases privilegiadas): el juego no podía convertirse en un trabajo pero tampoco en un espectáculo para las clases que eran consideradas peligrosas por los aristócratas. “Sin embargo, todas estas razones no sirvieron para frenar el desarrollo del fútbol obrero y su consiguiente profesionalización. Después de diversos intentos de exclusión y de reunión y remuneraciones bajo cuerda para tratar de evitarlo […], el 20 de julio de 1885 el Consejo de la FA decide aceptar la realidad y permitir jugar a los profesionales”, aunque solamente bajo algunas condiciones, que se referían, básicamente, a la limitación de los salarios.

 

“Las diferencias regionales harán que ese deporte se enfrente a diversas dificultades hasta conquistar el Reino Unido. Escocia, Gales e Irlanda seguirán cada una de ellas su propio camino. […] podemos afirmar que al final del siglo XIX al fútbol ya se encontraba perfectamente integrado en las islas Británicas. El partido celebrado el 5 de marzo de 1870 entre los jugadores más importantes de Escocia e Inglaterra en el campo de juego Oval Cricket, en Londres, está considerado como el primer partido de fútbol internacional”.

 

                                                                     Continuará… 

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