Nací en la penúltima década del franquismo, por Rafael Narbona


Nací en 1963. Nací en la penúltima década del franquismo, cuando el miedo no era lo insólito, sino lo cotidiano. Aún se utilizaba el garrote vil. El 17 de agosto de ese año se ejecutó a dos anarquistas. Entre el juicio y la sentencia, apenas transcurrieron quince días. Yo nací el 20 de octubre, pero hasta los seis años no escuché esa historia por primera vez. Es probable que se mencionara antes, pero no lo recuerdo. Sí recuerdo que ese incidente despertó en mí algo remotamente parecido a la conciencia política. Descubrí que vivía en un país donde gobernaban los canallas y no entendía por qué los mayores no hacían algo para echarlos a patadas del poder.


Después de la Guerra Civil, mi padre trabajó como maestro en un colegio de Cuatro Caminos. Gracias a mi abuela Esperanza, hija de un diputado conservador, logró una plaza en una escuela que fingió desconocer su pasado como combatiente en el bando republicano. Sus alumnos eran niños con los ojos acrecentados por el hambre y con una delgadez inverosímil, apenas disimulada por unos harapos llenos de piojos. Mi padre comprendió en seguida que lo esencial no era enseñar gramática, geografía o matemáticas, sino mitigar el dolor de unos niños maltratados por la historia. Cuando interrogo a mi madre, pidiéndole detalles sobre el trabajo de mi padre como docente en una escuela franquista, siempre repite la misma palabra: «Miseria».

Era la época de las alpargatas, el tranvía, los barrios de chabolas, la mendicidad en las esquinas, los programas radiofónicos de variedades, la tuberculosis, las vedettes, la Cabalgata fin de semana y el Carrusel deportivo. Era el tiempo de los sótanos de la DGS y los discursos afónicos de un Caudillo que atribuía a España «vocación de imperio», pese a su decadencia política. Eran los años de Celia Gámez, Alfredo Mayo, Imperio Argentina, Juanita Reina y Bobby Deglané. Era un tiempo de mitos que apenas lograban enmascarar el infortunio de una sociedad intimidada, abatida, amordazada, desesperanzada.

Amalia Avia: La Bobia, 1963. Óleo sobre tabla. Colección Familia Muñoz Avia

[Fragmento de Miedo de ser dos, primer libro del autor, Rafael Narbona, para él su obra más personal, publicado en 2013.]

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