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En la luna


No estás aquí. Estás en la luna. Te lo dicen mucho. Como en la canción de Tequila, tú, a veces, también se lo dices a ellos. O a ti misma. Pero no te das cuenta que en la luna yo estoy. En la luna. En la Luna. Desaparecida, como un Collins sin arreglar el trastero de su casa acá en la Tierra mientras los otros dos se dan una vuelta por la diosa astral.

Quizás no seas del todo de este mundo y la literatura sea incapaz de explicar cómo deben ocurrir las cosas, ni siquiera cómo acaban ocurriendo. Pero esto no es literatura, ¿verdad? Esto tuyo que alguien escribe mientras tú estás con tus pensamientos detenida en un recuerdo de un verano en una playa de Jutlandia. Viendo la luna de Jutlandia. La fría mancha limpia sobre el oscuro firmamento espejo de dos mares inconclusos en la tempestad. Esto tuyo así escrito no es literatura.

Involucrada en la vulnerabilidad. Así se te ve desde la altura del omnímodo dios narrador omnívoro, el dios que todo lo sabe, que todo lo tiene, el dios que únicamente sabe de ti todo. Que estás en la luna y que podrías existir fuera de estos renglones si no fuera porque cuanto acontece tiene un sentido evidente que no queremos conocer.

Todo va mal. Muchos lucharon mucho para estar aquí. Pero a ti parece darte igual. Estás en la luna, te dices a ti misma. Aunque no podamos oírte. Jamás.

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