Un tratado para evitar que haya una luz que nunca se enciende
Tenemos que firmar un pequeño pacto
universal. Pequeño pero universal.
Un acuerdo humano, animal, vegetal y
mineral. Un trato por el derecho a tener derechos.
Un pacto para seguir inventándonos la
realidad: el liberalismo, el socialismo, los derechos, la igualdad, la
libertad… los pactos.
Un acuerdo para pactar y pactar. Un
tratado impasible. Imposible, lo sé, pero no podemos callarnos. Ni
encallarnos.
Hagamos un trato eterno, un trato
para tratar de tratarnos los unos a los otros como si la escasez hubiera sido
un mal sueño y el deseo algo memorable.
Pactemos un trato. Acordemos un pacto. Un
acuerdo irrenunciable del que nos acordemos cada vez que lo olvidemos.
Evitemos que haya una luz que nunca se
enciende. Pactemos el pasado. Renunciemos a su invención: dejemos la
imaginación del pasado a los artistas. Acordemos el futuro. Labremos un
futuro. Tratemos al presente como si la paz y la justicia fueran capaces de
detener la portentosa destrucción de un planeta habitable llamado Tierra.
Dejemos la política a los políticos: es
decir, a todos nosotros. Quedémonos con la política. Seamos política.
Pactemos.
Pactar, equilibrarnos, sostenernos, salvarnos.
Todavía estamos a tiempo.
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