El escritor francés Emmanuel Carrère escribió en 2011
(la primera edición española es dos años posterior) un magnífico libro de
Historia con la apariencia de una novela de esas que dicen de noficción. Hijo de la historiadora
francesa Hélène Carrère d'Encausse, experta en la historia de Rusia, a Emmanuel
se le nota haber mamado el oficio y la especialidad maternos y, en el caso de Limónov, escribió un fabuloso recorrido
por algo más de los últimos setenta años de Rusia con la maravillosa excusa de escribir una biografía
novelada del muy peculiar escritor (que “desprecia la literatura para
literatos”) y político ruso Eduard Limónov, cuyo verdadero nombre, el oficial,
digo, es Eduard Veniamínovich Savenko.
Carrère nos instruye sobre la historia de la Unión
Soviética (donde afirma que se llevó a cabo “una experiencia aterradora y
grandiosa con la especia humana”) y sobre los primeros años de esta nueva Rusia
inclasificable, dejándonos perlas de su capacidad de análisis de la realidad
como estas:
“El GULAG no es una
enfermedad del sistema soviético sino su esencia y hasta su finalidad”.
“La liberación de la
historia provocó la caída de los regímenes comunistas de Europa del Este”.
El protagonista de este libro sobre la vida de un
aventurero no se ha considerado nunca un intelectual, se tuvo en su momento,
cuando era joven, por un proleta, “un
proleta receloso, no sindicado que sabe que los proletarios son siempre los
cornudos de la historia”.
Para Limónov, la única vida digna de ser vivida es la
vida de los héroes, “quiere que el mundo lo admire”, para él, las “alegrías
sencillas son justificaciones de fracasados”.
Aunque resultó expulsado de la Unión Soviética en 1974, nunca
fue un opositor a la dictadura comunista: los disidentes soviéticos “se
obstinaban en creer en un porvenir y en el poder de la verdad”, mientras
Limónov vivía en “un mundo gregario, efusivo, guasón”.
El joven Limónov era arrogante, pero leal, “carente de
indulgencia, pero atento, curioso y hasta caritativo”. Era un impresentable,
pero era honesto, “era un chico que se pasó la vida describiéndose con los
trazos de un malvado”. Limónov es, uso ahora el presente, “frugal, espartano,
desprecia todas las formas de comodidad y, lejos de sentirse humillado por la
pobreza que le ha acompañado todos los años de su vida, extrae de ella un
orgullo aristocrático”.
Con Carrère, como con todos los buenos escritores,
siempre se aprenden cosas. Cosas como que “el fondo de la vida humana” lo
constituyen “el deseo y la angustia”, que sólo desaparecen cuando se alcanza
eso que llamamos nirvana, un trance,
un éxtasis, una experiencia mística, como la que vivió Limónov en la colonia
penitenciaria 13 de Engels, en el año 2003, cuando su actitud política de
decidida oposición al gobierno de Putin le ocasionó visitar las prisiones del
nuevo país democratizado. “No volveré
a tener la emoción del hombre corriente”, escribió Limónov después de aquello,
después de descender y “recaer en el tiempo”. El nirvana, ahí es nada: el deseo
y la angustia como escenarios de la vida de los terrícolas. Descender y recaer
en el tiempo… ¿Se aprende o no?
En definitiva, Limónov consiguió, ha conseguido, lo
que quiso ser, lo que ha querido ser: “un escritor adulado, un guerrillero
mundano”.
Carrère llevó a cabo con esta obra un complicadísimo
trabajo literario del que logró salir airoso tras dejar su estupenda huella de
escritor enorme, en medio del difícil equilibrio que hubo de mantener entre
aportarnos un encendido ensayo, escribirnos un reputado libro de Historia como
los que escribe su madre y entretenernos con la sublimidad de la alta
narrativa.
Al final de Limónov,
sabemos por qué Emmanuel Carrère escribió esta biografía de Eduard Limónov:
porque Limónov tiene, ha tenido “una vida apasionante, una vida novelesca, una
vida que ha arrostrado el riesgo de participar en la historia”. Eso es lo que
el escritor francés le contesta al escritor ruso cuando el escritor ruso le
pregunta al escritor francés por qué quiere escribir sobre él. Y Limónov vuelca
todo su ingenio para contestar, para rematar a lo que acaba de contestarle
Carrère: “SÍ, UNA VIDA DE MIERDA”.
“¿Acaso no es mejor morir vivo que morir muerto?” ¿Quién
no se fabrica un personaje? ¿Qué simplicidad es realmente simple?
El editor español de los libros de Eduard Limonov se ha sorprendido de que los críticos acepten las insinuaciones de Emmanuel Carrère ("Limonov es un fascista") sin reservas, sin siquiera conocer el trabajo de Limonov, ni su biografía auténtica.
ResponderEliminarY agrega:
" El libro de Carrère, salvo algunos párrafos de su cosecha, no es sino una vulgar y anodina copia resumida de los muchos libros publicados por Eduard Limónov.
Emmanuel Carrère se ha aprovechado de la prosa brillante, incisiva, cortante, provocadora y agresiva de Limónov:
la ha pulverizado, la ha tamizado para eliminar todo lo que contradecía sus tesis de partida, la ha aguado a voluntad y nos ha servido una papilla sin la gracia y el colorido de los ingredientes originales, pero, eso sí, adaptada a las demandas cada vez menos exigentes de los lectores occidentales.
Cabría preguntarse, sin embargo, ¿cuál es la razón de que la copia, la imitación, consigan imponerse al original?"
Ver este site muy completo dedicado a Eduard Limónov:
http://www.tout-sur-limonov.fr/334947290