La película española Los Tortuga, estrenada en 2024, es el segundo largometraje de la cineasta española Belén Funes, que la dirige y, junto a Marçal Cebrian, como ya hiciera en su debut, La hija de un ladrón, la escribe.
Los Tortuga consigue,
para mí, lo que Funes no pudo lograr con La hija de un ladrón
(que la permitió alzarse con el Goya a la Mejor Dirección Novel): conmover.
Conmover contando las historias de quienes no suelen protagonizar las películas,
aquellas personas que además de con sus sentimientos han de pelear con la cruda
realidad económica en la que viven.
La película (cuya música es de Paloma
Peñarrubia y la fotografía corre a cargo de Diego Cabezas) no llega a las dos
horas de duración, ni lo necesita para mostrarnos unas interpretaciones
verdaderamente auténticas, llenas de verdad y de la naturalidad que uno busca
cuando alguien le cuenta lo que viven las personas que viven. La chilena Antonia
Zegers y las españolas debutantes en esto de los largometrajes Elvira
Lara y Mamen Camacho componen un trío protagonista de máximo nivel,
no solamente creíble sino admirable, necesario.
Este drama social y familiar, al que no le falta la imprescindible ternura y algún leve toque de humor exacto, mereció tres de los premios del Festival de Málaga en 2025: el Especial del Jurado, el que premia a la Dirección y el que galardona al Guion.
Estoy con el crítico cinematográfico Luis
Martínez, que escribiera en El Mundo que Los Tortuga es la “deslumbrante
confirmación de Belén Funes”, que aquí brilla “por su capacidad para la
reflexión y el asombro, para la cólera y la serenidad, para la furia y el sueño”.
La furia y el sueño.
También Pepa Blanes (en la Cadena SER)
considera que Belén Funes “confirma que es una voz única en el cine español”,
capaz de mostrar una “rigurosa mirada de un cine social en el que todo está
conectado”.
Qué interpretaciones, qué guion, qué manera de evidenciarnos todo sin abrumar ni responsabilizarnos, pero tampoco evadirnos, de lo que vemos.
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