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Cosas que leo en los libros que leo (VII)

Uno lee libros por diversas razones, para asombrarse es una de ellas. Lo que siguen son asombros provocados por los libros que leo.

 


Lo de Nietzsche y Dios

Nos cuenta Javier Cercas en su libro de 2025 titulado El loco de Dios en el fin del mundo que hay un fragmento de Nietzsche titulado ‘El loco’ que se publicó en 1882, en La gaya ciencia, “y es un texto brevísimo que ha hecho correr ríos de tinta”. Ese loco de Nietzsche “es un demente que enciende un farol en pleno día y corre al mercado gritando: «¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!». La gente se ríe del loco, mientras él se pregunta, retóricamente: «¿Que adónde se ha ido Dios? Os lo voy a decir», se contesta. «Lo hemos matado: vosotros y yo. ¡Todos somos su asesino!». Y a continuación suelta un epigrama como un grito terrible cuyo eco todavía no se ha extinguido: «¡Dios ha muerto, y nosotros lo hemos matado!»....

Más adelante, el loco se pregunta: «¿Cómo hemos podido hacerlo?», él, “incapaz de dar crédito a aquella enormidad”.

 

«¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos la Tierra de su Sol? ¿Hacia dónde caminará ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? […] ¿Cómo podremos consolarnos, asesinos entre los asesinos? […] ¿No es la grandeza de este acto demasiado grande para nosotros?».

 

Felipe III en la Plaza Mayor de Madrid

“Felipe III, fundador y anfitrión de la plaza, montado en su estatua ecuestre, convidado de piedra, o de bronce. Esta es mi historia favorita de la Plaza Mayor y probablemente de todo Madrid: cuentan que la boca de este caballo metálico estaba abierta, que los gorriones se metían por ahí y, una vez dentro, revoloteando en la oscuridad, no lograban salir nunca, qué oscura angustia. Tengo pesadillas con estos pajarillos aleteando en la tiniebla, buscando la forma de escapar una y mil veces, muriendo, al fin, de hambre dentro de la panza del animal metálico. Cuando unos republicanos pusieron una bomba en esta estatua, en 1931, se abrió el vientre del caballo y aparecieron cientos de huesos de gorrión, fruto de siglos. Ahora el estático corcel tiene la boca cerrada”.

Sergio Fanjul: La ciudad infinita, 2019

 

El tiempo y la arquitectura

“El tiempo tiene un talante artístico. Muchas veces destruye los edificios con más sentimiento que el arquitecto que los ha levantado. Muchas ruinas expresan más delicadeza e inteligencia que el edificio del que proceden”.

Emilio Gavilanes: Anotaciones a lápiz, 2025. 

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