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Ray Carney de Harlem, segunda entrega

La novena novela del extraordinario escritor estadounidense Colson Whitehead es la segunda de la misma serie (una trilogía, según parece) con el harlemita Ray Carney como protagonista (continuación de la obra maestra que es El ritmo de Harlem), se titula originalmente Crook Manifesto y fue publicada en 2023 (y un año después, como Manifiesto criminal, traducida también a mi idioma espléndidamente por Luis Murillo Fort). Carney, que comienza la novela retirado de los tejemanejes de los bajos fondos e incluso “hasta pasaban horas sin que le viniera a la cabeza una sola idea deshonesta”. Carney: “genuino esquisto de Manhattan”, una roca difícil de romper.


En esta segunda entrega, Whitehead nos lleva al Harlem, al Nueva York de 1971 (“el chanchullero lo es de por vida y lo torcido detesta lo recto, todo lo demás es mera supervivencia”), 1973 (“en una ciudad como esta, uno tiene que aceptar las contradicciones tal como se presentan”) y 1976 (“cuando iba por la calle, superponía mentalmente su propia ciudad perfecta a la abortada urbe que tenía ante sus ojos, una ciudad de montañas de ceniza y escoria que alcanzaban los cien metros de altura, una ciudad sin habitantes, maravillosamente muerta y silenciosa”).

 

[…]

 

La ciudad de Nueva York, esa “empresa tan vasta, compleja y fraudulenta”, donde la mitad de sus polis “eran primero ladrones y luego lo otro”, donde “uno puede hallar su propia voz, si el lugar no acaba primero con uno”, dos de cuyos platos típicos son “desgracias a punta de pala y mujeres en apuros”.

Sigue siendo el humor la válvula de escape de estas agrias novelas untadas de la severa dureza de la vida del ámbito que le es propio (en el que “un revólver siempre era de fiar” y “todo el mundo es malo, pero algunos son peores”). Una muestra:

 

“No hacía ni una semana una clienta le había dicho que su padre había fallecido con una sonrisa en los labios mientras dormitaba en un Sterling Dreamer comprado en Muebles Carney. El hombre había sido fontanero durante treinta y cinco años, le contó la mujer. Su última sensación terrenal había sido la suntuosa caricia de aquel relleno de poliuretano. Carney se alegró de que el hombre hubiera estirado la pata contento; qué mal rollo abandonar este mundo pensando Tendría que haber comprado el de polipiel”.

[…]

 


La gran aportación literaria de esta segunda entrega, tan artísticamente pura negritud estadounidense una vez más (“los negros respetuosos con la ley se sitúan, encuentran la manera de burlar las reglas de los blancos: robarle un poco de seguridad o de éxito a un mundo que hacía todo lo posible por privarte de ambos”), es el crecimiento del personaje de Pepper, ese “ceño fruncido con patas al que la magia negra había dado un metro ochenta de forma humana, con eso bastaba”, alguien que, “como maleante de toda la vida, sabía que cuando no hay nadie mirando todo el mundo trama algo”, un “emisario del lado chungo de las cosas que te recordaba lo cerca que estabas de ello”.

Ya estoy esperando la tercera entrega.

 

Este texto pertenece a mi artículo ‘Colson Whitehead escribe un manifiesto criminal con forma de novela’, publicado el 16 de enero de 2025 en Letras 21, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.

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