¿A qué tienes miedo? Te haces a ti mismo la pregunta como si fuera un juego, un pasatiempo: piensas unos instantes y te lanzas…
Me da miedo la muerte
la mía
la de mis seres más queridos
la de mis seres queridos
la de mis seres cercanos
la de mis seres menos cercanos
la mía
me da miedo el dolor
el mío
el de mis seres más queridos
el de mis seres queridos
el mío
me da miedo tener miedo
me da miedo perder la memoria
no valerme por mí mismo
me da miedo el miedo
me aterra el miedo
miedo de perderte
miedo tengo miedo
decía la canción que cantaba mi madre
y sí, me da miedo perderte
también
despertarme y que te haya soñado
me da miedo tanta realidad
me da miedo perder la vista
me da miedo perder el oído
perder los libros
perder la música
me da miedo perder el tacto
me da miedo tocarte y estar muerto
Bajo el
miedo se ocultaba el misterio de la evolución, el secreto de nuestro camino
hasta aquí, hasta los nuevos días del mar como refugio del miedo; bajo la
sombra oscura del miedo estaba todo, el futuro espléndido y el porvenir desaprensivo,
el pasado sin fuego y sin más alma que la de los animales; bajo la sombra
oscura del miedo a tener miedo no había aún odio, el odio llegó más tarde a la
humanidad y cuando llegó pudo con todo, con todo excepto con el miedo y con lo
único que puede derrotar al miedo, eso que aprendimos a llamar amor, el amor y
su valiente displicencia frente al miedo, su ignorarlo, su reducirlo a lo que
es el miedo, la razón de ser de una especie.
Hoy no le
tengo miedo a nada, menos que nunca, no le tengo miedo al miedo, no le tengo
miedo al olvido, no le tengo miedo al deseo, no le tengo miedo a la vida.
No estés tan
nervioso, inquieto, ten miedo, miedo, el miedo que nos salvó cuando desde
aquella gota de agua moríamos los unos en los otros: nos llamaron para un
amanecer por si el sol dejaba de serlo, y ahora toda esa radioactividad está
llegando al valle, y la vida se va cayendo en el interior de las grietas donde
se salvará la sangre de ser derramada para los tigres, los tigres del poema de
Pound que devoraron a los guardianes, este es el mundo en el que no podemos ya
esperar nunca más a Jesús, el de la vida agradecida, el mundo donde Dios nunca se muestra.
Cerramos los ojos para no ver el humo del miedo, la suave herrumbre del olvido, para no escuchar el eco del vértigo, la esperanzada agonía del pasado, para no sentir la sabia tenaza del tiempo, el deslizarse del fracaso: abrimos los ojos para ver el final del túnel, la tierna sonrisa de nuestra sangre, para escuchar el silencio breve de una melodía, la cadencia del porvenir, para sentir la errática astucia de la dicha, la sólida huella del deseo.
Abrir y cerrar el alma, ser la
estación y el tren que parte.
No podemos
bailar mientras la muerte le otorga a la vida solamente memoria, no, no nos es
posible; nunca acabaremos de dibujar en las venas de las cavernas la vida sin
miedo, el miedo a perder una vez más la vida.
Habremos de tener miedo,
hablemos de no querer tenerlo,
habríamos de tener miedo,
hablemos de tenerlo,
miedo a la muerte de los otros,
miedo al miedo a la muerte,
miedo a los otros que son muerte,
miedo a nuestra muerte,
miedo,
hablaremos del miedo sin miedo,
habremos de hablar del miedo,
del miedo a los que tienen miedo,
del miedo a los que son miedo,
del miedo a medias,
del miedo entero,
habríamos de dejar en paz al miedo,
hablemos de haber tenido miedo,
miedo que nos detienes en medio del miedo,
miedo que nos hablas de si habríamos de temerte,
miedo silenciosamente atronador,
miedo indecente y altivo.
Yo te hablo a ti desde el miedo,
con el miedo a cuestas,
sumido en el miedo,
a ti te hablo,
a ti que dices que no tienes miedo.
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