El insulto no es una parodia, aunque a veces su extremada simpleza caricaturesca embadurnada de tragedia dramática nos haga dudar. Encierra algunas lecciones históricas y una pequeña moraleja que dudosamente guardaré en mi memoria porque ya estaba en su interior antes de verla. No sé si me explico. La moraleja es que se puede ser bueno en medio de la confusión producida por las políticas de odio. Algo así. Uno de los personajes de la película libanesa dirigida por Ziad Doueiri en 2017, que representa a un dirigente político del Partido Cristiano (no he podido saber cuál es hoy en día ese partido así nominado durante toda la película en su versión española), dice algo sobre lo que no obstante conviene reflexionar y quizás esa sea la excusa magnífica para considerar El insulto una película que merezca la atención: “No podemos cambiar el pasado. Sí que podemos recordarlo. Pero no podemos vivir en él. Ni permitir que nos domine inútilmente, porque… ¿después qué? La...
Tengo siete libros publicados, también escribo mi segunda novela. Me gusta (mucho) Nacho Vegas, Jonathan Coe, Rodrigo Sorogoyen, MARGA y reírme. Dijeron que era un agitador cultural, pero lo que prefiero ver escrito sobre mí es eso, que soy un escritor. Ibáñez escribe.