Madrid
sabe algo desgraciadamente de atentados sangrientos, de los que dejan una
huella abominable. Como el que tuvo lugar el último día del mes de mayo del año
1906.
Ese
31, la jornada en la que el rey español Alfonso XIII se casaba con Victoria
Eugenia de Battenberg, nieta de la reina británica Victoria I, el matrimonio
regio fue objeto de un intento de magnicidio cuando el cortejo se encaminaba y
estaba ya muy cerca del palacio real donde habría de finalizar luego del
enlace. Acometía la comitiva matrimonial los últimos metros de la calle Mayor en
el instante en el que algo estalló y ocasionó una catástrofe que dejó 23
cadáveres a decir del fiscal que se ocuparía del caso, quince de ellos civiles
y los otros ocho militares que acompañaban el recorrido, además de producir 107
heridos. Un ramo de flores acababa de ser arrojado desde la ventana de una casa
de huéspedes sita en el número 88 de tan castiza calle madrileña. Dentro, una
bomba lanzada por quien no tardaría en ser reconocido e inmediatamente buscado
por la policía, uno de los huéspedes, un catalán llamado Mateo Morral, que
acababa de errar en su mesiánico intento de matar al monarca español en quien
encarnaban él y sus acólitos toda la maldad de una sociedad sojuzgada por los
poderes aristocráticos, religiosos y financieros. Errar, sí, porque la pareja regia había salido ilesa.
En una pequeña venta próxima
al caserío de la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz, el huido, de quien
se sabía frecuentaba pues él mismo lo era círculos anarquistas, fue detenido
por un guarda pero el fallido regicida se suicidó tras asesinar a su captor.
Era ya el 2 de junio, dos días después de que Morral hubiese sembrado de
cadáveres una de las calles más madrileñas. Y es entonces cuando aparece otro
destacado protagonista de la España de comienzos del siglo XX, Francisco Ferrer
Guardia, que será investigado y detenido el 4 de ese mes, si bien aunque parece
claro para los historiadores su intervención en tanto que instigador en la
preparación del atentado sería no obstante absuelto un año más tarde, algo que
no volvería a ocurrir cuando el creador de la Escuela Moderna, el rico pedagogo
anarquista, acabara siendo ajusticiado tras ser condenado por los sucesos de la
Semana Trágica, en octubre de 1909.
Nacido
en la barcelonesa Sabadell en 1879, Mateo Morral era hijo de un industrial que
le había enviado a Francia y a Alemania muy joven, de donde regresaría en 1898 hecho todo un anarquista de los de
aquellos tiempos y con amplios conocimientos de maquinaria para trabajar en la
fábrica textil paterna. En 1905 se empleaba en la biblioteca de la barcelonesa
Escuela Moderna de Ferrer Guardia, y de la Ciudad Condal salió a finales del
mes de mayo de aquel año para atentar contra Alfonso XIII, algo que a decir de
algunos ya había hecho en París un año antes cuando el monarca español sufrió
otro intento de magnicidio del que asimismo salió ileso.
Este artículo fue publicado con anterioridad ('Madrid, 1906, el anarquista y la bomba'), el 20 de octubre de 2014, en Al Poniente.
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