Ciento tres. La novela número ciento tres del escritor argentino César Aira se titula En El Pensamiento, y fue publicada en 2024. Ciento tres, has leído bien. No es una gran novela, y no me refiero al número de páginas —como siempre en su caso, pocas—, sino al hálito literario insuficiente de sus párrafos, repletos eso sí de los hallazgos propios de todo gran escritor.
“Hace
poco empecé a ver en la memoria imágenes nuevas, distintas de las que el
recuerdo me había venido trayendo desde mi pasado más lejano”.
Así empieza la 103 de Aira. Con el narrador, que a menudo es Aira en la obra de Aira, pero que en esta novela no tiene nombre, viendo en su memoria imágenes nuevas. La memoria y lo que hace con nuestros recuerdos: un clásico. Recuerdos que “podrían venir de los sueños”, que ya le habían engañado antes al narrador protagonista, pero estas imágenes “tenían un inconfundible color de realidad, y cuando al fin las reconocí pude entender por qué me habían resultado tan extrañas. Venían de lejos, de mi primera infancia en El Pensamiento”. (El Pensamiento es, digámoslo ya, una estación de ferrocarril y poco más, un lugar argentino donde “a nadie se le habría ocurrido irse a vivir si no había nacido en él”.)
No olvidemos que, “en el relato general”, lo mismo
valen las veras que las burlas.
“¿Cómo pude olvidarlo
durante tanto tiempo? Quizás lo dejé en reserva, para cuando lo hubiera contado
todo y faltara lo más importante”.
Contarlo todo para dejar para después lo más
importante. Las genialidades de Aira.
“Podría haberlo olvidado.
Es una lotería. A veces se atesora lo inservible, y se ha perdido lo que se
buscaba”.
Quien narra lo que leemos, el protagonista, ya digo,
recuerda a sus progenitores de una manera distinta, mientras para su padre no
necesita “poner en marcha la máquina del recuerdo”, por la sencilla razón de
que su padre “es en buena medida lo que yo soy”, pero “en un espejo
deformante”, de tal manera que “vuelve naturalmente, sin que lo llame”; su
madre lo que hace, su recuerdo, se entiende, es volver “en imágenes, en una
ensoñación cercana a la invención”.
¿Tiene la culpa nuestra manía de ponerle nombres a las
cosas de que a veces no sepamos que las estamos viendo?
Cuanto hacemos en tanto que “parte del trabajo de la
vida” se distingue, ahora lo sé por César Aira, de lo que llevamos a cabo
“porque sí”, es decir, “por arte”. De tal manera, esto ya es mío, que cuando un
escritor como él escribe como él escribe no lo hace como parte del trabajo
de la vida, sino por arte. Porque sí.
“La literatura se basa
en la realidad, y es natural que la realidad a veces devuelva su reflejo a la
literatura”.
Dice nuestro narrador, nuestro protagonista, que para
lo que se escribe es “para ganar tiempo, para demorar el momento en que se haga
necesario escribir, es decir, para prolongar el estadio de la escritura porque
sí, libre y gratuita”.
Es éste de alguna manera un libro sobre la infancia,
ese tiempo en el que nuestros intereses son fruto del impulso de “la más
intensa pasión”, pero no dejan de ser pasajeros, pues son siempre reemplazados
“por otros no menos apasionados”. Esos intereses tienen que pasar
necesariamente “para dejar algo”. Ese algo, “lo permanente”, no deja
nada porque sigue con uno. Por ejemplo, “la obsesión o el miedo”.
[…]
César Aira sabe muy bien que cuanto nos cuenta es casi
una obligación que contrae con su memoria. Y que lo hará siempre… aunque no le
creamos.
Finalmente, tras leer En El Pensamiento (que su
autor acabó de escribir a finales de 2020, cuatro años antes de su publicación,
cuatro años antes de que yo lo leyera), quizás sea cierto eso de que “no hay
que tomarse nada en serio”. Al fin y al cabo, “todo en la vida es ejemplo de
otra cosa”.
Este texto pertenece a mi artículo ‘2024 es el año de la novela número ciento tres de César Aira’, publicado el 5 de agosto de 2024 en Letras 21, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.
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