A José Antonio Vidal Castaño
in memoriam
Los exiliados españoles, los que salieron de España en enero y febrero del año 1939 tras la caída de Barcelona en manos de los ejércitos franquistas, en los estertores de la Guerra Civil española, llegaron en calidad de refugiados a Francia, donde fueron internados en campos de internamiento y malvivieron en penosas condiciones. Aquellas mujeres y aquellos hombres eran unos 475.000, muchos de ellos niños y niñas. Esas condiciones incluían, en los casos de quienes eran encerrados en las playas, que la marea les subiera hasta las rodillas sin posibilidad de evitarla. También que, demasiado a menudo, el hecho de que aquellos que les custodiaban fueran africanos de piel negra (senegaleses) posibilitara que hubiese quienes creyeran que, teniendo tal cosa por ignominiosa, era esa una afrenta que añadir al decidido mal trato de las autoridades francesas. El racismo, ya sabemos.
Conversé hace años con mi amigo el historiador José Antonio Vidal Castaño a
este respecto, pues quise asesorarme bien sobre aquellas vicisitudes
ignominiosas para un documental en el que iban a entrevistarme. Él ratificó
punto por punto lo que acabas de leer (que, a su vez, yo sabía gracias a él), y
abundó en que, le cito, “esta situación era general, es decir, el maltrato era
habitual, tanto por parte de las autoridades francesas como como por los
guardianes y, en particular, los senegaleses, que solían controlar a caballo
los recintos concentracionarios”.
Me explicó José Antonio que “hubo algunos campos especialmente duros, como
Le Vernet, en el departamento del Ariège”. A esos campos, “en general les
llamaban eufemísticamente campos de internamiento, pero eran campos de
concentración muy duros, con muchas muertes a su cargo causadas sobre todo por
las enfermedades infecciosas”.
Todo eso estaba (y está) explicado en los primeros capítulos del libro de
Vidal Castaño Exiliados republicanos en Septfonds (1939), publicado en
2013 por Los Libros de la Catarata.
De ese volumen, otro amigo mío, también historiador, amigo asimismo del llorado Vidal Castaño, Justo Serna, escribió lo siguiente:
“En las páginas de su libro hay
investigación, estudio erudito del pasado, y hay relato, detalle de
penalidades, examen de la conciencia histórica, evaluación de la vida y la
muerte. Duele esa reconstrucción: lo que realiza José Antonio Vidal Castaño se
asemeja al proceso que un juez riguroso haría con un episodio lamentable, con
el espanto que produce saber que hubo compatriotas que fueron tratados de
manera infrahumana.
Exiliados republicanos en Septfonds
(1939) es un libro tristísimo y a la vez reparador. Se nos precisa lo que se hizo
con los exiliados españoles que cruzaron la frontera en 1939; se nos cuenta qué
pasó con aquellas gentes que fueron a parar a campos de internamiento
franceses. Concretamente al que estaba en Septfonds. Allí fueron tratados de
manera ambivalente. La Francia receptora temía una avalancha de españoles
perseguidos, huidos. Muchos franceses acogían con humanidad a los derrotados.
Serna (y yo, yo también) siente al leer el libro “la intemperie, el frío,
el barro, la humedad, las enfermedades pulmonares, el hambre”. Aquello fue
“penuria extrema, dolor, miedo”.
Conmueve leer la conclusión de Justo tras leer el libro de José Antonio
(quien, también, buscó refugio en Francia, aunque en octubre de 1975, cuando
fue perseguido por la policía franquista, que le torturaría meses después):
“Las víctimas, los supervivientes, los descendientes estarán contentos con este libro. No es una exhumación, no es el simple traslados de huesos. Es una obra de reivindicación humana realizada con sobriedad, sin revanchismos”.
Mi padre Manuel Moreno Berenguer, pasó por el collado de LLi en La Vajol(era de la escolta militar de Azaña) el 7 u 8 Febrero del 39. Al pasar la frontera, fue desarmado y después internado hasta 1940 en el campo de concentración de Argelès Sur Mer. Se escapó y pudo pasar la frontera. Y ahí empezó otra historia.
ResponderEliminarEspero que una no tan terrible. Un saludo. Gracias por leerme.
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