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Mostrando entradas de agosto, 2022

Una canción para ti

Escribiría una canción para ti, pero me falta la música: no la encuentro, espera… tal vez esté llegando. No, ha pasado de largo [qué dolor cuando algo que esperabas pasa de largo: es un bienvenidomistermarshalianismo desquiciante]. La escribiría sí, pero la letra se me está resbalando: de hecho, no sé ni quién eres y eso no ayuda, pero sí, la escribiría, tendría la palabra silencio y olería a carmín y a hierba recién segada, sonarían mares y distancia, su ritmo iría de aquí para allá, como resbalándose, en ese suave balanceo de lo insinuante. Escribiría una canción para ti, en cuanto que sepa quién eres, aunque ya lo sé: también sé que la canción tendría un estribillo atmosférico de esos que envuelven y ensimisman y disparatan, todo a la vez, un estribillo salvaje en su delicadeza de ojos cerrados, tendría la canción mucho viento, mucho vendaval y mucha calma, todo ensamblado, y sería una delicia escucharla, contemplarte a ti escuchándola...

Almudena, Inés y la alegría; Por Ricardo Ibáñez Salas

“ Inés y la alegría  es una novela sobre la  invasión del valle de Arán , escrita desde el punto de vista de los hombres que, en el mes de octubre de 1944, cruzaron los Pirineos para liberar a su país de una dictadura fascista. No sabían qué intereses, qué cálculos y ambiciones personales se entrecruzaban con su destino, pero nunca dudaron de cuál era su objetivo.” Ya sólo por esta premisa, que la autora recoge en el interesante colofón bibliográfico de la novela, merece la pena leerse este sorprendente libro, en el que la calidad literaria de  Almudena Grandes  se une a una muy cuidada documentación, así como a la narración de muy desconocidos hechos de nuestra Historia reciente, algunos de ellos sumamente sorprendentes, como la personalidad libertina del  padre de Franco , el amante secreto de  Dolores Ibárruri , la trascendencia personal convertida en intranscendencia histórica del dirigente comunista  Jesús Monzón  y, sobre todo, la invasión...

¿Una historia de la pintura?, por Carmen Pinedo Herrero

Veinticinco obras de arte o pintores, me dice. Yo me pongo lopesca y, aunque José Luis Ibáñez no sea Violante, pienso que “en mi vida me he visto en tanto aprieto”. ¡Veinticinco! ¿Qué hago con todos los demás? Y entonces rizo el rizo, doy una vuelta de tuerca y digo: si es una misión imposible, que lo sea aún más. Quince. Restar, siempre restar: ir a la desnudez extrema. Bien, allá voy. Sorprenderán algunas ausencias, no sé si también algunas presencias. Al margen de los artistas aún vivos, estos son algunos de los que me tocan el alma: dejadme que hable de ellos a mi manera. Giotto, Expulsión de los demonios de Arezzo Giotto da Bondone (1267-1337). La carne, las miradas, los gestos, el desconsuelo de los ángeles, las ciudades de colores. Esos edificios que quiero llevarme a la boca y saborear, porque, sabéis, siempre siento ante la arquitectura, real o pintada, el deseo de comérmela, pieza a pieza. Giotto, puerta abierta para lo que sale y para lo que entra a través de ella: nosotros...

El proceso 1001: sindicalistas en el segundo franquismo

Estamos en el llamado  segundo franquismo . Luego llegará la Transición. Es la década de los años 60 y la primera parte de la de los 70, esa segunda etapa en que solemos dividir los años del franquismo. Entre 1960 y 1975 se produjo en España un triple fenómeno, dominado, como siempre durante la dictadura de Francisco Franco, por la figura preponderante del Generalísimo. Por un lado, el  desarrollismo , por otro un cierto  deambular  en el filo de la incógnita permanente del  ¿después de Franco qué? ; y, por último, un leve  aperturismo  a caballo del nuevo nivel de vida, del acercamiento al estilo vital occidental, mediatizado de alguna manera por el descenso de la actividad política directa del dictador, cada vez más convertido en un mero símbolo −pero qué símbolo, dominador absoluto siempre de las últimas decisiones− de la misma política irreductible e incapaz de la reconciliación expresa con el vencido en la guerra de los años treinta.   ...

Lope de Vega y el arte nuevo de hacer comedias, Por José Luis González Subías

En 1609, Lope de Vega (Madrid, 1562-1635) publica su  Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo , una poética de la dramaturgia que llevaba cultivando desde hacía años y que sienta de manera definitiva las bases teóricas de una fórmula dramática ya triunfante en la escena, imitada hasta la saciedad por todos los poetas de su tiempo que escribieron teatro. La huella de la  comedia nueva  —las piezas teatrales del Siglo de Oro han recibido tradicionalmente la denominación de “comedia”, aunque su contenido pueda hallarse alejado en muchas ocasiones de lo que se entiende estrictamente como tal desde la teoría de los géneros— se halla presente más allá del teatro del siglo XVII; y, convertida por méritos propios en el sello distintivo del teatro clásico nacional, su influjo se dejará sentir en el teatro español —y extranjero— durante siglos. Lope escribió un teatro dirigido al pueblo, su público mayoritario, pero consumido igualmente por la nobleza; y ambos estamentos soci...

Felizmente, Cortázar; Por Justo Serna

A  Julio Cortázar  lo descubrimos cuando muchos éramos adolescentes, adolescentes de mucha enjundia y estupidez que aspirábamos a una prosa aturdida, a una literatura ampulosa, a una obra campanuda. Uno Hablamos de los  años sesenta y setenta del siglo XX , cuando los libros del maestro argentino llegaban a España con un timbre o marchamo de calidad. Llegaban sus obras, cierto, pero accedíamos también a sus traducciones:  Edgar Allan Poe  o  Daniel Defoe , por ejemplo. Las versiones de estos clásicos anglosajones se convierten en canónicas y nuestro primer acercamiento al terror o a la aventura está mediatizado por Julio Cortázar. Es mi caso, pero creo que puedo objetivar dicha experiencia. A Poe no lo entiendo sin el auxilio del argentino, sin la sintaxis eficaz y luminosa de Cortázar. Y no es un problema de lenguas.  Es un asunto de culturas . ¿De dónde había salido ese Cortázar que nos hacía accesibles a los clásicos de la literatura anglosa...

El general Sherman, una lengua de fuego; POR Fernando Martínez

Una vez que las fuerzas de la Unión habían puesto su pie en  Atlanta , Georgia, y el ejército del combativo general Hood se hallaba en retirada, William Tecumseh   Sherman  siguió con sus osados planes. Al igual que el general  Ulysses S. Grant , estaba convencido de que la capacidad estratégica, económica y psicológica de la Confederación para sostener la guerra, tenía que ser definitivamente destruida para que la lucha llegara a su fin. De este modo, pensaba que la Unión tenía que conducir la campaña como una guerra de conquista y emplear tácticas de tierra arrasada para quebrar la voluntad de la Confederación. El avance de Sherman a través de Georgia y las Carolinas se caracterizó por la destrucción generalizada de suministros civiles e infraestructuras, unido algunas veces a acciones de saqueo, que aunque estaban oficialmente prohibidas, se justificaban por el convencimiento de que una paz duradera sólo sería posible con la restauración de la Unión, y de ese modo...