Almudena, Inés y la alegría; Por Ricardo Ibáñez Salas

Inés y la alegría es una novela sobre la invasión del valle de Arán, escrita desde el punto de vista de los hombres que, en el mes de octubre de 1944, cruzaron los Pirineos para liberar a su país de una dictadura fascista. No sabían qué intereses, qué cálculos y ambiciones personales se entrecruzaban con su destino, pero nunca dudaron de cuál era su objetivo.”

Ya sólo por esta premisa, que la autora recoge en el interesante colofón bibliográfico de la novela, merece la pena leerse este sorprendente libro, en el que la calidad literaria de Almudena Grandes se une a una muy cuidada documentación, así como a la narración de muy desconocidos hechos de nuestra Historia reciente, algunos de ellos sumamente sorprendentes, como la personalidad libertina del padre de Franco, el amante secreto de Dolores Ibárruri, la trascendencia personal convertida en intranscendencia histórica del dirigente comunista Jesús Monzón y, sobre todo, la invasión fallida de 8.000 luchadores antifranquistas a través de diversos puntos de los Pirineos, hábilmente silenciada por el aparato de propaganda de aquel régimen, y, curiosamente, aunque puede que consecuentemente, muy poco conocida por la mayoría de los españoles y, desgraciadamente, también, poco estudiada por nuestra historiografía.

Y, junto a ello, por si lo anterior fuera poco, que no lo es, una historia, en la parte de ficción, no en vano esto es una novela, de gran intensidad dramática, con personajes que se te clavan en la tripa, en los que la derrota, el exilio, pero sobre todo la pasión, son tan fuertes como sus convicciones.

Sobre todo, claro está, esa Inés que da título a la novela, a la que, quien lea el libro, siempre recordará llegando a caballo a Bosost, con una pistola robada y cinco kilos de rosquillas, o, muchos años después, tras la derrota, la reclusión y la cárcel primero, tras el exilio y la clandestinidad después, tras la muerte del dictador, tras el regreso a España, aparece en una reunión de supervivientes retornados en el Cine Capitol de Madrid con otros cinco kilos de rosquillas.

La habilidad narrativa de Grandes, su calidad literaria, el extraordinario encaje de ambas cualidades para ayudarnos a mirar hacia el ángulo muerto del retrovisor de nuestra propia memoria colectiva nos ofrecen un reflejo de nosotros mismos, de cómo la vida de las personas, los amores perdidos, los amores encontrados, la construcción de nuestra biografía, se cruzan con los grandes hechos, y la Historia, con mayúscula, se convierte en las historias de vidas minúsculas, las nuestras, y viceversa, en una ida y vuelta de retroalimentaciones que explican todo, aunque nunca entendamos nada.

Usando palabras de la propia autora: “la Historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales, pero más allá del inmutable, azaroso milagro que labran dos miradas al cruzarse, los seres humanos somos tiempo, historia con minúscula”. Bueno, pues eso.


[Este artículo de Ricardo Ibáñez Salas se publicó en Anatomía de la Historia  (la revista digital que dirigí) el 16 de octubre de 2013.]

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