¿Qué hay que aprender hoy? / El mundo del futuro para el que se prepara a los estudiantes (POR Axel Rivas)

Viene de ¿Qué hay que aprender hoy?
  
Para definir qué hay que enseñar, es necesario partir de una visión proyectada del presente. Los educadores, los diseñadores del currículo, los políticos de la educación no pueden evitar proyectar el mundo: es su trabajo central. Hacerlo no implica caer en un futurismo astrológico o en fabulaciones de ciencia ficción. Anticipar el futuro es un trabajo imposible pero necesario: nadie sabe qué pasará en 2030, pero debemos usar todas las herramientas científicas y epistemológicas para anticipar cómo será ese mundo en el cual vivirán nuestros estudiantes cuando les toque adentrarse en la mayoría de edad.

- El cambio será permanente, en medio de una aceleración tecnológica.

- Vivimos en una aldea global: paso de la tercera revolución industrial, basada en la tecnología digital, hacia la cuarta.

- ¿Seguir los patrones de diversidad y gustos y tendencias individuales o intentar homogeneizar a una sociedad heterogénea? ¿Cómo combinar lo global y lo local?

- ¿Las escuelas deberán seguir forjando el espíritu nacional? ¿O será más importante la noción de ciudadanía global?

Nuevas narrativas para el cambio educativo

- Un currículo adaptativo y transformador
Hay dos paradigmas clásicos para definir los fines de un sistema educativo. Uno es adaptativo, el otro es transformador.

En el primer paradigma, los objetivos de la educación se definen en base a las necesidades de la sociedad, el mercado, la religión, la nación o la cultura vigente. La escolarización fue diseñada con este fin. Este modelo de sistema educativo adaptativo funcionaba bien si aquello a lo que debía adaptarse estaba consolidado. Era una buena máquina de imitación cultural estable. Era un sistema centralizado, diseñado para ordenar grandes colectivos de personas. Si bien cada país desarrolló tradiciones distintas en la organización de sus sistemas, esta impronta homogénea fue una marca compartida y prolongada por las leyes de obligatoriedad escolar que emergieron en el siglo XIX.

Hoy vivimos una situación dramáticamente distinta. ¿Cómo se adapta un sistema educativo a la inestabilidad y al cambio permanente? Los sistemas educativos eran buenos replicando estabilidades: los sistemas de creencias religiosas; las identidades nacionales; la traducción del saber científico al mundo infantil; las rutinas de trabajo del modelo industrial. Estas fuentes siguen moldeando la educación y ciertamente no han desaparecido. Pero han emergido nuevas necesidades, demandas y preguntas externas que ya no piden certezas ni largas dosis de continuidad temporal. En la versión transformadora la escuela desafía la realidad.

En realidad, no se trata de elegir una postura única: adaptación o transformación. Se trata de leer la sociedad en la cual viven y donde actuarán nuestros estudiantes como un amplio concierto de situaciones que reclaman diversos modos de actuación. Necesitamos las dos cosas: sujetos educados para responder a las demandas de su entorno y capaces de reelaborar esas demandas en función de valores superadores que ellos mismos puedan construir en libertad. Hay un elemento adicional que tener en cuenta en este debate curricular clásico. Lo que demanda el mercado laboral de los próximos años tiene mayores dosis de emancipación cognitiva que lo que demandaba la sociedad industrial clásica. En vez de saber cumplir horarios, repetir mecánicamente una rutina, aceptar órdenes y hacer lo mismo que los demás en trabajos alineados en serie, hoy se demanda pensamiento crítico y creativo, colaboración, iniciativa y fuertes cargas metacognitivas para realizar tareas no rutinarias y aprender constantemente.

- TRANSFORMACIÓN 1. De memorizar respuestas a saber hacer buenas preguntas y tener el coraje de buscar las respuestas
El secreto de esta primera metamorfosis es enseñar a pensar.

- TRANSFORMACIÓN 2. De la obligación al sentido
La escuela obligatoria pagó un alto costo: aprender por temor y obligación debilitó el proceso de adueñarse de las motivaciones internas: el deseo de saber, el entusiasmo de compartir conocimiento, el placer de estudiar, la dosis interior de sentido que requiere aprender algo nuevo. Distintos estudios muestran que la motivación interior es la fuerza motora central del aprendizaje.

Pasar del cumplir al comprender es el ejercicio más profundo que debe proponerse un sistema educativo, una escuela o un educador. Esta transición implica también dejar de priorizar exageradamente el aprobar para buscar más el apasionar. El conocimiento cobra sentido cuando se interioriza, se descubre, se busca, se anhela.

TRANSFORMACIÓN 3. De la normalización a la personalización: el aprendizaje se ramifica en los sujetos
Esto supone una metamorfosis que va del aprender a fijar(se) a transformar(se).

¿No es tiempo de pensar la educación como un acto de inicio para formar aprendices que seguirán aprendiendo a lo largo de la vida?

Esta metamorfosis requiere enseñar a crear y valorar opciones y escenarios, abrir posibilidades, descubrir, diseñar rutas diversas de entrada al conocimiento. El currículo ya no puede ser visto como un sistema unificado de manera homogénea.

- CONTINUIDAD. La racionalidad científica y la socialización en valores humanos de inclusión

No hay que cambiarlo todo ni se parte de la nada. No se trata en realidad de cambios radicales de paradigmas, sino de repensar las combinaciones: hay que cambiar la proporción de preguntas y respuestas, de aprendizajes fijos y transformadores, de saberes homogéneos y procesos de personalización, de dosis de obligación y sentido, de pensamiento lógico y lateral. No hay una «tierra prometida» en la educación.

¿Qué cosas de lo que se aprende en las escuelas son fundamentales y en su esencia hay que saber sostener y defender?


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