Cuando yo nací, mi madre no estaba en casa, estaba conmigo en la cama del hospital para hacerle burla al chiste antiguo de Gila, y yo debí llorar de lo lindo y por eso ahora cada vez que veo ¡Qué bello es vivir! se me saltan las lágrimas en cuanto que ella le dice a él, en su oído ensordecido, te quiero, y yo debí verme en mi salsa enseguida y por eso le miro a la vida como si no fuera la broma que en realidad es, porque lo aprendí ya aquel día de abril del año 1963, cuando el mundo ya tenía las canciones de los Beatles, las canciones de Elvis y las canciones de los Stones, las de Roy Orbison y las de mi madre, que ya cantaba alguna de las que salen en mis cuentos. 1963, ¡qué recuerdos aquellos! ¿para qué querrían mis padres traerme a este mundo descabalado y sandunguero? No importa, hicieron muy bien. Doy fe.
Tengo siete libros publicados, también escribo mi segunda novela. Me gusta (mucho) Nacho Vegas, Jonathan Coe, Rodrigo Sorogoyen, MARGA y reírme. Dijeron que era un agitador cultural, pero lo que prefiero ver escrito sobre mí es eso, que soy un escritor. Ibáñez escribe.