Es muy atrevido titular así un texto donde pretendo
explicar, comentar, analizar, comunicar un libro de Historia serio, de historiador-historiador. Lo
reconozco. Además de una película del director español Fernando Colomo, la
expresión Pomporrutas imperiales es una transformación burlesca del verso
'Voy por rutas imperiales' que engalana una de las canciones-himno de los falangistas-falangistas
españoles, de nombre Montañas nevadas.
Y nada más. Reconozco que me he pasado. Ahora si quieres, lee lo que pienso
sobre El sueño del Imperio. Auge y caída de las potencias globales
(1400-2000), escrito por el historiador británico John Darwin en 2007 y publicado en español por la editorial Taurus cinco años después. Vayamos,
ven si te apetece, por rutas imperiales.
Los tres grandes asuntos centrales del libro de Darwin (de
este Darwin, no te pierdas) son el largo proceso que ha llevado hasta la
globalización, el papel de Occidente en dicho transcurso y la resistencia del
resto del mundo al predominio europeo. Ahí es nada. Es así esta magna obra
(magna por importante, magna por sus más de 600 sesudas y pertinentes páginas)
una suerte de Historia Universal sin serlo, o más aún, quizás una auténtica
Historia Universal.
Resulta fundamental acudir en El sueño del Imperio al presente hasta el que la historia (el
recorrido vital de los seres humanos en el tiempo, no su estudio, ojo) ha
llegado, un presente cuyas raíces
están para el autor en el siglo XV. Los rasgos de este presente que los historiadores actualizamos
“al hilo de la sucesión de los acontecimientos, revisando, al hacerlo, las
preguntas que nos hacemos sobre el pasado”, quedan resumidos en el libro así:
“1) aparición de un mercado
único globalizado, no para todos los productos, sino para los más utilizados,
así como para los capitales, los servicios crediticios y financieros;
2) intensa interacción entre
Estados que pueden estar geográficamente muy lejos unos de otros pero cuyos
intereses (aun en caso de Estados muy pequeños) se han vuelto globales y no
regionales;

4) movimientos migratorios y
diásporas (voluntarias y forzosas) de enorme magnitud, que han ido creando
redes y conexiones cuyo impacto supera al de las grandes migraciones europeas
del siglo XIX o al del comercio de esclavos atlántico;
5) surgimiento a raíz de las
ruinas de la ‘era bipolar’ (1945-1989), de una sola ‘hiperpotencia’ cuyo
poderío militar y económico en relación con todos los demás Estados no ha
tenido parangón en la historia del mundo contemporáneo;
6) espectacular reaparición de
China y la India como potencias industriales. Al aumentar inmensamente el
volumen de producción mundial y desplazar el equilibrio de la economía mundial,
la movilización económica de sus ingentes poblaciones (1.300 millones y 1.000
millones, respectivamente) ha sido comparada con la conquista de nuevas tierras
en el siglo XIX”.
Las raíces de este presente,
ya digo, ya dice John Darwin, “se remontan a la ‘Era del Descubrimiento’, es
decir, a la muerte de Tamerlán”, el gran conquistador musulmán turco-mongol que
falleció a comienzos del año 1405 tras dominar buena parte de Eurasia.
Y cuatro son los supuestos básicos que estructuran el libro:
uno, que no se dio un progreso lineal en Europa/Occidente, sino que lo que hubo
fueron “coyunturas”; dos, que el centro de gravedad del mundo moderno y de la
expansión occidental está en Eurasia (no sólo en lo meramente europeo); tres, que hay preguntas
necesarias que conviene hacerse en todo esto, por ejemplo ¿es Rusia Europa?...
¿qué es Europa?, ¿qué es Occidente?; y cuatro, que el poder imperial ha sido
más la norma que la excepción a lo largo de la historia. Habría un quinto
supuesto estructurador de la obra que podríamos formular, que formulo así: el
poder imperial europeo se basó en la expropiación. Sí, es este un volumen en el
que Europa no sale muy bien parada. El pasado, que tiene esas cosas.
Pero si de preguntas hablamos, la gran pregunta de El sueño del Imperio es ¿qué es un
imperio? y a ella Darwin responde:
“Los imperios existen para acumular
poder a gran escala, y la forma que adoptan refleja las condiciones
preponderantes, no la adhesión espontánea a un modelo obsoleto.
Algo muy de hoy, muy del presente,
es, por cierto, que Estados Unidos es el
imperio actual, la hiperpotencia que mencioné más arriba.
En fin, es este un libro dedicado a convencernos de que
durante casi toda la historia la opción por
defecto en cuanto a formas políticas fue siempre “el poder imperial”:
“LA HISTORIA DEL MUNDO ES UNA
HISTORIA IMPERIAL”.
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