El otro día en la radio hablamos de la frase “solo el pueblo salva al pueblo”, al parecer de raigambre izquierdista, pero apropiada por la ultraderecha a la mínima de las catástrofes que nos azotan, y nos seguirán azotando, en esta era catastrófica.
Los que
ahora vociferan el lema entre barros y fuegos consideran que el Estado no es una representación o instrumento del pueblo,
sino más bien una institución sátrapa y opresora destinada a succionar
impuestos para mantener a unas élites con unos intereses muy diferentes a los
de la gente. Hay muchos chavales por ahí diciendo que no hay que pagar
impuestos o que se van a Andorra para no pagarlos, porque piensan que les están
robando.
![]() |
Giuseppe Pellizza da Volpedo: El cuarto estado, 1901 |
No es
descabellado: los estados tuvieron una naturaleza similar, ocupados en recaudar
impuestos y mantener el orden que beneficiaba a unos pocos. Por ejemplo, el Estado
liberal contra el que se revolvían anarquistas del XIX como Proudhon, Bakunin o Kropotkin, era un estado enfocado a la dominación de las
masas obreras por las élites. Todavía hay estados de carácter extractivo, que
succionan recursos de la población, cual vampiros, como explicaron muy
famosamente Acemoğlu y Robinson.
Pero en el
siglo XX se desarrolló el
estado social, el estado de derecho, el estado de bienestar. El estado pasaba a ser, al menos en alguna medida,
un instrumento del pueblo para redistribuir la riqueza, manejado de forma
democrática y con garantías jurídicas (con todos los peros que se le puede
poner a esto).
El autor, Sergio C. Fanjul
Para que
ese Estado tenga legitimidad, es decir, que sea percibido como propio por la
gente, tiene que cumplir ciertos requisitos, a saber: tiene que funcionar bien,
ya sea a la hora de prestar servicios públicos o resolver catástrofes, y no
puede ser corrupto. En ambas cosas necesita mejorar. Lo peor de la corrupción es el daño
que hace a lo público.
Ese estado social de bienestar es precisamente el que el capitalismo neoliberal y la ultraderecha anarcocapitalista buscan desmontar, porque no le sale rentable a los ricos y ahora encuentran poca resistencia, y es, sobre todo, lo que le queda a la izquierda por defender o, mejor aún, por repensar y ampliar a la ofensiva. Que el pueblo salve al pueblo.
Comentarios
Publicar un comentario
Se eliminarán los comentarios maleducados o emitidos por personas con seudónimos que les oculten.