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Cuando murió mi madre


Ya lo ha escrito alguien. En su novela Mamita, de 2025, el escritor peruano Gustavo Rodríguez contó lo que pasó por mi mente poco después de la muerte de mi madre. Bueno, él en realidad se refiera a él, a su mente, y a ella, a su madre. Pero yo me entiendo. Y tú también me entiendes...

“Me acuerdo, sí, de un pensamiento inquietante: darme cuenta de que había muerto la última persona en el mundo que me recordaba como una cría. Que desde ese momento ya no sería un infante en la cabeza de nadie. Que ninguna mente guardaría en algún rincón el olor a leche y sudor de mi cuello, ni mis primeros balbuceos, ni los vestigios de mis primeros miedos y curiosidades: quienes me recordaran desde entonces, empezando por mi hermano, serían testigos de mi existencia a partir de mis majaderías adolescentes y de mis contradicciones adultas, y el tiempo se encargaría de que las últimas mentes que me conocieran en el futuro me recordasen solo como un ser en decadencia. Con mi orfandad se había iniciado el lento proceso a ser el siguiente en la línea del olvido”.


[arte de Pedro Arjona]

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