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Cosas que leo en los libros que leo (XII)

Uno lee libros por diversas razones, para asombrarse es una de ellas. Lo que siguen son asombros provocados por los libros que leo.

 

El sentido de la vida

“Somos criaturas creadas por la aleatoriedad, sujetadas a un planeta en los suburbios de una galaxia, que a su vez viaja disparado por una explosión inexplicable. ¿A qué aferrarse para creer que todo esto tiene algún sentido? Algunos optan por creer en un relato primario y confían en que un dios les resolverá el enigma tras la muerte. Otros son igual de pragmáticos, aunque en el otro extremo: abrazan sin objeciones el sinsentido, y hacen incluso del caos su forma de vida. Pero también existen quienes, como yo, rara vez se atreven a apostarle a alguna certeza, y buscan en la repetición de ciertas rutinas un punto de apoyo para que algo de previsibilidad les otorgue la ilusión de que existe un sentido”.

Gustavo Rodríguez: Mamita (novela), 2025

 


Graceland, aquella canción de Paul Simon

“La canción que tenía en mi conciencia era Graceland, la voz clara y como huidiza de Paul Simon, su viaje a otro origen, a la mansión de lujo y desmesura triste de Elvis Presley. Dice Simon que ese nombre, Graceland, llegó a él antes de que pensara en la canción, que fue como un conjuro, la indicación depara el destino de un viaje que él no sabía aún que fuera a hacer: buscando en ese largo viaje en coche hacia Memphis, en Graceland, un refugio contra los desamparos y los desengaños de la vida, contra la pérdida del amor y el entusiasmo; y un refugio que es también un regreso al origen, la música de Elvis y toda la tradición de artistas negros de la que él procedía, un blanco pobre del Sur, en los que se había inspirado, y que a través de él llegaron a los adolescentes de la generación de Paul Simon, los que se contagiaron gracias a ella de un espíritu de rebeldía y libertad, un deseo de horizontes más amplios y una escapatoria de las estrecheces de la propia vida, en el caso de Paul Simon la vida en un barrio de clase media y familias judías de Queens, en el que le hubiera esperado un porvenir seguro y formal muy parecido al de sus padres.

Es la semilla cervantina de la emancipación a través de la huida: la de don Quijote, la de Dorotea, la de todos los rebeldes y los inadaptados de la vida real y de las novelas, los que quieren vivir como los héroes y las heroínas de los libros, los y las que quieren irse de su familia, de su barrio, de su pueblo, de su condición, los provincianos ambiciosos y quiméricos de Balzac, el Ishmael de Melville, que cuando siente que es noviembre en su alma toma el camino hacia el mar, la Caddy Compson de Faulkner, que cuando la encierran en su cuarto con llave para evitar que deshonre el nombre de la familia se escapa por una ventana bajando por las ramas de un árbol, la Arabella de Charlotte Lennox, que en su The Female Quixote inventó una heroína enajenada no por los libros de caballerías, sino por los romances sentimentales franceses, a los que quería acomodar su propia vida tan fielmente como don Quijote a la de Amadís de Gaula. El espíritu de Cervantes es una especie invasora que se adapta con flexibilidad a cualquier clase de terreno y a cualquier clima”.

Antonio Muñoz Molina: El verano de Cervantes, 2025

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