Donde nacen los cuentos según Muñoz Molina


‘Donde nacen los cuentos’ es como titulara Antonio Muñoz Molina la ‘nota del autor’ de su extraordinario libro, su cuento, su novelita inmensa El miedo de los niños, aparecida en 2020. En él, el gran escritor español explica cómo entiende él el camino desde la realidad hasta la ficción, el proceso que acaba en ser lectura tras ser escritura, la narración de las historias que nos contamos, que contamos, que nos cuentan.

Se trata de un recorrido que tiene lugar “en gran medida fuera del dominio de la consciencia”. Una experiencia inicial, concreta, acaba transformándose “en un fragmento de ficción, en un punto de partida, en un hilo más en la trama de orígenes diversos de la que estará hecha la historia inventada: la experiencia se transforma en ficción en un espacio oscuro de la mente”. Y ello ocurre a menudo lentamente, “bajo el efecto doble de la memoria y del olvido”.

Me detengo aquí, porque me interesa sobremanera esta visión de lo que fabulamos, lo que nos fabulan: escribimos, ideamos a consecuencia de dos fuerzas contrapuestas, la memoria y el olvido. De lo que recordamos y de lo que olvidamos.

 

“Una materia prima fundamental de la ficción es el recuerdo: pero un recuerdo alterado, modificado por el paso del tiempo, por las inexactitudes inevitables de la memoria, por su misma repetición”.

 

Reconstruimos cada recuerdo una y otra vez, siempre que regresa a la consciencia: es como si no leyésemos un “libro recién sacado de la estantería”, sino que lo leemos como si volviéramos a escribirlo nosotros mismos.

Escribe Muñoz Molina, al hilo de todo esto, que “a lo que más se parece la transformación de la experiencia en relato inventado es al modo en que aparece modificada, recombinada, en algunos sueños”. Al igual que “no somos responsables de la historia soñada, aunque parezca que la guía un propósito narrativo, en muchos casos un sentido profundo y revelador sobre nosotros mismos”, considero yo que las de ficción se nos aparecen según intentamos darle sentido literario a ese traslado suyo desde lo que creemos haber vivido hasta lo que decidimos finalmente dejar por escrito.

 

“Algunas historias del pasado lejano no dejan de aflorar una y otra vez, en recuerdos súbitos, en sueños, en evocaciones habituales, en las rondas de noche del insomnio. Una de ellas está en el origen de este cuento largo, El miedo de los niños. Su origen inmediato es una noche de insomnio y jet lag agravada por el calor de julio en Madrid”.

 

Constata el autor de El jinete polaco que, con su generación, la mía un poco, o casi, “desapareció una forma de vida infantil, pero eso entonces nosotros no lo sabíamos”.

En definitiva, lo que nos explica el escritor andaluz es que lo recordado puede fermentar “en lo inventado sin esfuerzo alguno” porque hay momentos de lucidez insomne (esto es mío) en los que memoria y ficción dan en ser “casi una misma cosa”. Casi. Y en lo poco que importa ese casi cuando leemos, concluyo por mi parte, quizás radique eso que llamamos literatura, eso que constituye el verdadero placer de la lectura, la grandeza de los escritores. Escritores como Antonio Muñoz Molina.

                                                                                

                                                                                            [arte de Bruno Cattani]

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