El decimoquinto libro del excepcional escritor español Emilio Gavilanes es un libro de relatos, fue publicado en los primeros meses de 2024, se titula La orilla del camino y es de alguna manera la continuación de su brillantísima Historia secreta del mundo (nueve años anterior).
[…]
Sin
deslumbrarme como suelen los libros de Gavilanes, La orilla del camino
me ha vuelto a ofrecer una lectura solvente, llena de disfrute y sabia. De
aprendizaje. No solamente de mucho de lo que me cuenta su autor, sino de cómo
engarza con pasmosa artesanía majestuosa las palabras con las que consigue
darnos por enterados de lo que quiere que leamos pero también de cómo lo
leemos, sumergidos en su tenaz desmembramiento de lo que quiera que sea la
realidad. La realidad literaria. Una realidad literaria en la que podemos
conocer tiburones cuyas fauces son “semejantes a grietas que comunicaban con el
infierno”. La realidad literaria del relato titulado ‘El peligro de los
libros’, que comienza diciéndonos que “a veces la realidad desarrolla
argumentos poco creíbles”.
“La vida derrocha
novedad, originalidad. Cada día, cada instante son únicos. Nunca han ocurrido y
nunca volverán a ocurrir. Y nosotros los dejamos pasar con indiferencia, como reyes
hastiados de placeres”.
Gavilanes
nos hace saber que “en ningún lugar del universo hay memoria de las cosas”, que
“nadie guarda los hechos” ni los archiva. También que un arqueólogo, un
historiador puede conseguir que algo que tuvo lugar deje de existir y, así,
nunca haya existido.
[…]
Son 160 los
relatos de La orilla del camino, la mayoría de ellos ocupan menos de una
página completa, pero algunos, muy pocos, superan la veintena de páginas,
muchos llegan a las tres, a las cuatro páginas.
“Hoy siente
la nostalgia dolorosa que sentiría su amigo si siguiese vivo. Por un momento es
su heredero”.
Me encanta
‘Atmósfera’, que es de los relatos del libro que no necesitan más de una página
para entusiasmar un poco ese lugar del alma donde guardamos el brillo estelar
del arte con el que seguir viviendo. Allí está el legado de Stalin y alguien de
ese inmenso país devastado por él y sus secuaces que lo que quiere es desinflar
unos neumáticos franceses de un automóvil para “respirar el aire de París”.
Gavilanes va
dejando como quien no quiere la cosa esas reflexiones suyas tan afiladas y
afinadas y hermosas, del gusto de las que inundó su espléndido libro Bazar.
Reflexiones como preguntarse, preguntarnos si es o no posible dejar de ser.
En uno de
esos cuentos de una sola página es él mismo el protagonista. “Es una noche de
verano” y él “ha vuelto al barrio de su niñez”, en el que se desarrolla, tal y
como leemos en el propio relato, titulado ‘Sobre la realidad’, su Breve enciclopedia de la infancia, uno de sus mejores libros, que ya es decir. Emilio
“camina por el tiempo” en el relato, como viene caminando su escritura a lo
largo de todo este La orilla del camino. El tiempo está siendo, mientras
leo, el camino. ¿No lo es siempre?
Los últimos
cuentos de La orilla del camino son de ciencia-ficción, que es como
llamamos al futuro que escriben los literatos cuando escriben como si ya
estuvieran instalados en él. Literatos como Emilio Gavilanes.
Mientras
seguimos dudando dónde está la realidad, despido mi lectura (para ti) de La
orilla del camino con dos preguntas. Dos preguntas que no me hago yo, dos
preguntas que hace, se hace, nos hace su autor:
“¿Se suceden las cosas o sólo
suceden?”
“¿Todo lo que pasa es indiferente?”
Ojalá
supiera responderlas. Ojalá hubiera sabido plantearlas.
Este texto pertenece a mi artículo ‘Emilio Gavilanes y los argumentos literarios de la realidad’, publicado el 11 de marzo de 2024 en Letras 21, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.
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