Cuando Rufus Wainwright nació en julio de 1973 yo ya tenía diez años. Hijo de dos músicos de folk, el estadounidense Loudon Wainwright III, todavía en activo, y la canadiense Kate McGarrigle, fallecida en 2010, yo supe de él algo tarde, cuando publicó en 2007 su quinto álbum, Release the stars. Desde entonces he escuchado cuanta música ha ido grabando y toda aquella que registró mientras yo vivía en la ignorancia de su excelsa calidad de artista musical. También le he disfrutado en directo, cuando en abril de 2018 actuó en el Teatro Nuevo Apolo madrileño.
Su elepé de 2023, Folkocracy, producido por él mismo, Mitchell
Froom y David Boucher, es el décimo suyo de estudio y es su peculiar y
grandioso homenaje a la música de sus progenitores, un disco de una belleza
insoslayable, como siempre en su caso, en el que le acompañan distinguidos
artistas del panorama musical. La folkocracia.
Quince son las canciones del disco. La primera se titula Alone.
De ella dice el artista estadounidense y canadiense en el encarte del álbum que
se trata de “una gema” representativa del folk escocés, el más melancólico y,
“por tanto, precioso” de todos los folks. Su autor fue Ewan MacColl,
“magistral cantautor”, y aquí la cantan Rufus con la californiana Madison
Cunningham, que además toca la guitarra (como hará en otros temas del
elepé).
“Disfruté puliendo su luz
tenue pero resistente”.
La segunda canción de Folkocracy es Heading for home,
compuesta por Peggy Seeger, precisamente la que fuera esposa de MacColl.
Una canción que, confiesa Rufus, le hace llorar habitualmente. Aquí canta con
él John Legend (quien, “ciertamente, hace honor a su apellido”,
Leyenda).
La sigue Twelve thirty (young girls are coming to the canyon), un clásico de The Mamas & The Papas del año 1968, compuesto por su líder, John Philips, que nuestro artista canta aquí con Susanna Hoffs, Chris Stills y Sheryl Crow.
“Una especie de Jardín del Edén
que indiscutiblemente ya no existe”.
La cuarta canción del disco es una tonada tradicional de la zona
estadounidense de los Apalaches titulada Down in the willow garden
(popularizada desde 1947 a raíz de la versión de Charlie Monroe) que
“nos habla de la siempre presente violencia misógina que tristemente llega
hasta nuestros días”. En esta murder ballad Rufus se hace acompañar por
la siempre brillantísima Brandi Carlile, a quien agradece haber hecho
“este oscuro viaje conmigo”.
Shenandoah es la sexta canción de Folkocracy.
Otro tradicional del folklore norteamericano, un estándar cuyo origen se
remonta a comienzos del siglo XIX, “una de las melodías americanas más
asombrosas”. Rufus la canta en solitario.
Tras ella suena Nacht und träume, de Franz Schubert,
de quien el creador de Folkocracy asegura que no le extraña que se le
considere el primer cantautor moderno (y lo compara, para que nos hagamos una
idea de cómo componía e interpretaba, con Bob Dylan y Joni Mitchell), en la
línea de la tradición de la música folk: no en vano, la música folk se
distingue por su “intimidad poderosa”. La letra es de Matthäus Casimir von
Collin, traducida por el marido de Wainwright, Jörn Weisbrodt). La canta Rufus
únicamente acompañado por el piano de Froom.
Y llegamos a la extraordinaria Harvest, una de las maravillas
de Neil Young, parte habitual del repertorio del Rufus, que la entona a
su estilo, “frenándola lúgubremente”. En Folkocracy la canta junto al
gran Andrew Bird (quien hace
sonar su memorable violín, cómo no) y Chris Stills, que repite. Los tres
consiguen que tenga algo más de “contoneo” que las frecuentes versiones en
directo del creador de Poses.
Es curioso que hace años yo escribiera este poema:
Y si en el manifiesto de Andrew Bird
ardiera una quimera,
si en los cigarrillos y el chocolate con leche
de Rufus Wainwright
acudiera la primavera,
si la delicada afrenta de la belleza abandonada
muriera en una refriega:
el perfume esencial de sus mensajes
refulge en un sol rubio
cantando al piano
bajo la sombra azul de los violines,
inminente como el porvenir,
refugio inaudito de la maravilla
a la que nombramos música.
La novena del disco es un clásico del propio Rufus Wainwright, Going
to a town, que sonaba en aquel Release the stars con el
que le conocí. Froom, coproductor de Folkocracy, le convenció de
incluirla porque “acabará convirtiéndose en una especie de canción folk, muy en
la tradición de la protesta”.
“Cantarla con el increíble Anohni
fue una vez más una emoción aterradora”.
High on a rocky ledge la compuso
un músico peculiarísimo, Moondog, capaz de crear “magníficamente simples
aunque sofisticadas melodías. Por eso quien acompaña aquí a Rufus es David
Byrne, que tiene la misma sensibilidad que aquél, y como él, una
creatividad musical “increíblemente accesible al mismo tiempo que
misteriosamente distante”. Las guitarras que suenan son las de Blake Mills.
Número once. Kaulana nā pua (‘Famosas son las flores)
es una canción patriótica hawaiana, casi sagrada, escrita a finales del siglo
XIX por Eleanor Kekoaohiwaikalani Wright Prendergast para protestar por
la anexión estadounidense del archipiélago. Canta con Rufus la hawaiana Nicole
Scherzinger.
En Hush little baby, una canción de cuna tradicional (“una de
esas gemas folk”), le acompañan cantando sus hermanas Martha y Lucy,
además de Greg Leisz y su mandolina.
La decimotercera de las canciones que suenan en Folkocracy es Black
gold, de Van Dyke Parks, que además toca el piano y el acordeón,
acompañado por su hijo, Richard Parks a la mandolina. Rufus ya había
colaborado antes con Van Dyke Parks, pero nunca “había tenido el privilegio de
cantar una canción suya”.·
“Podría decirse que no estarías
sentado aquí hoy escuchándome si no fuera por el gran Van Dyke Parks”.
Cotton eyed Joe es otra canción folk tradicional
norteamericana, country, que Rufus canta aquí acompañado únicamente por la voz
de una “leyenda viva”, Chaka Khan (“es lo más parecido a cantar conmigo
mismo”), y el piano de Jacob Mann.
“La experiencia de esta interpretación
con Chaka Khan, basada fielmente en cómo lo hacía en directo Nina Simone,
permanecerá en mi memoria como uno de los momentos más destacados de toda mi
carrera”.
Llegamos a la decimoquinta: una épica canción folk tradicional, seguramente
de origen irlandés, que Rufus escuchó por vez primera a sus 12 años cantada, en
su propia casa, por el músico norirlandés Paul Brady (“en la que es
considerada la versión estándar de esta balada antibritánica” que es más bien
sencillamente antimilitarista), junto a su padre, amigo de él: la canción se
titula Arthur McBride y la interpreta nuestro artista acompañado
únicamente por su propio piano.
Folkocracy se cierra con Wild mountain
thyme, otra canción perteneciente a la música folk tradicional
irlandesa (o escocesa, según a quien leamos),
“Comenzamos en Escocia y acabamos en
Escocia. Por supuesto, no hay un elepé de Rufus Wainwright que no esté completo
sin cantar en familia y en este cuento con un gran surtido de nuestras voces:
mi tía Anna McGarrigle, que además toca el acordeón, mis hermanas Martha
y Lucy, mi prima Lily Lanken y el miembro honorario Chaim Tannenbaum [colaborador
habitual del dúo Kate and Anna McGarrigle y de Loudon Wainwright III], que toca
el icónico banjo de mi madre: ¡me alegro de que, al final, Kate llegara también
al disco, sin mami no habría folkocracia!
Folkocracia, prácticamente, sin papá Loudon.
Que concierto tan bonito ...
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