Llego a esta historia leyendo una novela deslumbrante de Ignacio Martínez de Pisón, a la que le dediqué unas palabras de elogio, como merece (la descomunal Castillos de fuego). En esa novela, un personaje que conociera personalmente a Demófilo Mariano de Buen y Lozano cuenta la dicha historia, y yo indago y…
El jurista español Demófilo de Buen nació en Madrid en 1890 y fue presidente de salas de los Social y de lo Civil del Tribunal Supremo durante la Segunda República española. Tras la Guerra Civil se vio obligado a exiliarse y falleció poco antes de cumplir los 56 años en la capital de México. Su padre, masón, fue Odón de Buen y del Cos, considerado el introductor en España tanto de la oceanografía como de la teoría evolutiva de Charles Darwin. Su madre, Rafaela Lozano y Rey, era hija de otro distinguido masón, uno de los fundadores del semanario republicano Las Dominicales del Libre Pensamiento (donde se defendía el deísmo, el agnosticismo, el feminismo, el divorcio, la abolición de la pena de muerte, el naturalismo…), Fernando Lozano Montes, que adoptó el simbólico de Demófilo para su logia, apodo que empleó como escritor, y nombre que heredará su nieto. De hecho, cuando nació Demófilo de Buen, este abuelo suyo, Fernando Lozano, le escribió la carta de la que sé por Martínez de Pisón. Esta carta:
“A mi nietecillo:
Naces en la penumbra de dos siglos y
de dos grandes civilizaciones.
Iluminado por tan incierta luz, te
será fácil perder la orientación y caer.
Haz acopio de luz y de fuerza. Baña
tu pensamiento en verdad, tu corazón en amor, tu voluntad en bien. Baña tu
cuerpo en aire, en agua, en sol. Sé fuerte por dentro y por fuera.
Tienes que tomar parte en grandes
batallas.
Trabaja: he aquí la ley más
esencial. Si trabajas serás bueno, honrado y feliz. Todas las puertas se te
abrirán.
Aborrece la ociosidad y la pereza.
Sé sobrio; come lo necesario, bebe
lo necesario. La máquina del cuerpo tiene fuerzas limitadas: si se emplean en
digestiones difíciles, la vida se acorta. En todo caso, si abusas de tus
fuerzas, que sea por alimentar las calderas del cerebro y no las del estómago;
obrar de suerte contraria sería indigno de tu naturaleza racional.
No mientas, no engañes, di, sin
imprudencia, la verdad.
Defiende tu vida y la de tus
semejantes. No te es lícito matar.
Destierra de tu alma el orgullo, la
soberbia y la vanidad. Sé sencillo, afectuoso y benévolo, sobre todo con los de
estado inferior al tuyo.
Ampara a los débiles; respeta
religiosamente a la mujer: ve en cada mujer una hermana o una madre.
Defiende con firmeza tus
convicciones, con heroísmo si es preciso. Pero ten profundo respeto a las
personas. No calumnies, no insultes, no injuries. Unge tu alma en santa
tolerancia. Judíos, cristianos, musulmanes, todos son buenos en esencia; la
educación ha podido pervertirlos, pero ellos no son culpables.
Abre tu alma a todas las corrientes
del humanismo: a la amistad, a la fraternidad, al amor, a la sociabilidad
universal. Somete tu bien al de tu patria, al de tu raza, al bien general de
todos los hombres. No te olvides nunca de que tu vida es solidaria con la de
todos los seres en el mundo, y que el más repugnante y culpable de los vicios
es el egoísmo.
Conserva el honor de tu nombre; que
se te vea marchar en las avanzadas de las grandes batallas que está llamada a
librar tu generación, para llevar a todos los hombres a la conquista de la
igualdad.
Tal es mi consejo”.
Como dice Basilio, el personaje de Martínez de Pisón: “¿no es hermoso?”
Lástima que aquellas grandes batallas que al final se vio obligada a dar su
generación acabaran como acabaron. Sin igualdad. Si acaso con ira y pesadumbre.
[Colofón, negro colofón:
La depuradora y represora Orden del 4 de febrero de 1939, del Ministerio de
Educación Nacional, emitida por el Gobierno del general Franco, decía:
«... se separa definitivamente por ser pública y notoria la desafección de
los catedráticos universitarios que se mencionarán al nuevo régimen implantado
en España, no solamente por sus actuaciones en las zonas que han sufrido y en
las que sufren la dominación marxista, sino también por su pertinaz política
antinacionalista y antiespañola en los tiempos precedentes al Glorioso Movimiento
Nacional. La evidencia de sus conductas perniciosas para el país hace
totalmente inútiles las garantías procesales que, en otro caso constituyen la
condición fundamental en todo enjuiciamiento, y por ello, este Ministerio ha
resuelto separar definitivamente del servicio y dar de baja en sus respectivos
escalafones a los señores: Luis Jiménez de Asúa, Fernando de los Ríos
Urruti, Felipe Sánchez Román y José Castillejo Duarte, catedráticos
de Derecho; José Giral Pereira, catedrático de Farmacia; Gustavo Pittaluga
Fattorini y Juan Negrín López, catedráticos de Medicina; Blas
Cabrera Felipe, catedrático de Ciencias; Julián Besteiro Fernández, José
Gaos González Pola y Domingo Barnés Salinas, catedráticos de Filosofía y
Letras, todos ellos de la Universidad de Madrid. Pablo Azcárate Flores, Demófilo
de Buen Lozano, Mariano Gómez González y Wenceslao Roces Suárez,
catedráticos excedentes de Derecho.»]
{ARTE DE Albert Edelfelt}
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