Tiempo, balones y goles: el fútbol de Juan Villoro


En 2014 apareció Balón dividido, uno de los libros publicados por el escritor mexicano Juan Villoro con el fútbol como totémico protagonista. Ocho años anterior es otro suyo de esa índole, Dios es redondo, que yo ya había leído hace un año. Villoro, un tipo capaz de escribir que “el arte existe para corregir a la naturaleza”.

Comienzo con un argentino y un uruguayo, un entrenador argentino y un escritor uruguayo, Menotti y Onetti. César Luis Menotti dijo alguna vez que el fútbol es el único sitio donde me gusta que me engañen”. Por su parte, Juan Carlos Onetti, de quien Villoro se considerar discípulo literario, escribió que la gloria futbolística es una causa modesta que tiene lugar “entre aullidos, sombreros, botellas y naranjas”.


Balón dividido “combina —así lo comienza su autor— las pasiones de la literatura y el fútbol. No existiría sin los magos del gol, pero tampoco sin los maestros que me convencieron de un axioma: la realidad mejora por escrito. «Entre aullidos, sombreros, botellas y naranjas», comienza el partido”.

No cabe duda de que “todo deporte ocurre en la cancha y la imaginación”. Cuánta razón tiene Villoro cuando escribe que “vemos partidos y escribimos de fútbol para recuperar la infancia, no la que en verdad vivimos, sino la que nos asignamos a nosotros mismos”. Sí, “el fútbol mejora la infancia que tuvimos, del mismo modo en que los sueños permiten que seamos diferentes”.

Ante las verdades con las que creemos rodearnos cuando nos acercamos al fenómeno fútbol, conviene que nos quede claro una cosa, que “nunca sabremos quién fue mejor, Pelé o Maradona”.

 

“Al ser humano le gusta preguntarse cosas improbables que no siempre lo afectan: ¿hay vida en Marte?, ¿existe Dios? ¿Messi tiene inconsciente?”.

 

Villoro, para quien “el error es la comicidad de Dios”, nos explica de dónde viene la palabra hincha (esa que en el vocabulario futbolístico asocia dos tareas: “cuidar el balón y gritar con rabioso deleite”):

 

“Hace años oí al gran cronista radiofónico Víctor Hugo Morales explicar que el vocablo nació en Uruguay para describir a los chicos que inflaban pelotas al borde del campo. Nada más lógico que el festejo y los balones se agranden por igual: la pasión es neumática.

En el año mundialista de 2010, el antropólogo Daniel Vidart público en la revista uruguaya Brecha un artículo donde precisó el tema: «A propósito de la voz “hincha” equivalente al fan estadunidense y al forofo español, esta designaba a los torcedores de Nacional. Allá por los inicios del siglo XX el talabartero Prudencio Miguel Reyes era el encargado de inflar las pelotas de cuero número cinco del citado club. Inflar, en el lenguaje de la gente del pueblo, metafórica siempre, equivalía a “hinchar”. El Gordo Reyes gritaba desaforadamente desde las tribunas del Parque Central cuando jugaba el cuadro de sus amores. “Mira cómo grita el hincha”, decían los aficionados. Entonces la palabra se escapó de la cancha y rodó como pelota por Montevideo, por el país, por América, por el mundo que soportaban los decibeles de aquel megáfono humano». El Gordo Reyes fue el primer desaforado que trató sus pulmones como un balón número 5”.

 

Conectemos, la infancia con el hincha: “la infancia es la edad en que los deseos son útiles. Ahí regresa el hincha en los días de gloria”.

En cualquier caso, no olvidemos que “en cualquier estadio hay pruebas de barbarie capaces de erradicar el gusto por el fútbol”. También que…

 

el fútbol huele a lodo y a dinero. La única virtud moral que aún puede reclamar es la de ejercer el oprobio para que se entienda por contraste lo que es el bien”.

 

La pelota (el balón). Habla de la pelota Juan Villoro, de la cual escribe que es un talismán inventado “para compensar la pérdida simultánea de los objetos mágicos y la vida eterna” por medio del cual se vuelve “al mundo del origen, donde, de acuerdo con los hermanos Grimm, desear todavía era útil”. La pelota está en el origen mítico, legendario e histórico del fútbol (esto es mío, no lo que sigue):

 

“Metáfora de la dualidad, el deporte sagrado de los pueblos hispánicos ponía en escena la lucha entre el día y la noche, la vida y muerte, el inframundo y el paraíso. La pelota de hule era, en sí misma un signo de metamorfosis: hecha con cenizas, representaba la resurrección, la rueda del cosmos, donde la aniquilación alimenta energías futuras. Alguien había muerto para insuflar nueva vida”.

 

Se dice que Menotti, de jugador, tras ser regañado por un compañero por no correr tras la pelota en un lance del juego, le preguntó aquello de “¿además de jugar tengo que correr?”.

El caso es que la pelota, el balón, es pateada “con profana tenacidad”, pese a que es “el símbolo de una especie que al salir de la infancia abandona los juguetes y conoce la muerte”. Tiene mensaje la pelota, uno “irónico, esquivo y movedizo”: la pelota, el balón, “nos recuerda que la eternidad es veloz”.

El fútbol (que “existe para ser discutido”), la vida y la magia en dos frases:

 

            Los estadios existen para jugar a la magia. El mundo, para vivirla”.

 

¿Y qué decir de los goles? Pues que “el fútbol importa por los goles, pero sobre todo por la ilusión de que puedan ocurrir”. A ver si tiene lugar los goles es a lo que nos disponemos cuando queremos ver un partido. A ver si…

Uno de los goles más famosos es el de Maradona a Inglaterra en la Copa del Mundo de 1986, el segundo (puntualizo antes de que leas lo que sigue, barrilete es ‘cometa’ en España, ‘papalote’ en México):

 

“¿Era posible describir el delirio en tiempo real? Ante el micrófono no, Víctor Hugo Morales, arrebatado por la emoción, cedió al flujo de su conciencia. Pocos locutores tienen un temple tan controlado y pocos saben enloquecer tan bien cuando vale la pena. Transcribo las palabras del rapsoda: «Ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial. Puede tocar para Burruchaga… Siempre Maradona. ¡Genio, genio, genio! Ta, ta, ta, ta, ta… ¡Goooool!, ¡goooool! ¡Quiero llorar! ¡Dios santo, viva el fútbol! ¡Golaaaazo! ¡Diegooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme, Maradona en recorrida memorable, en la jugada de todos los tiempos: barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? Argentina 2-Inglaterra 0. ¡Diegol, Diegol! Diego Armando Maradona. Gracias, Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2-Inglaterra 0».”

 

En efecto, “el 22 de junio de 1986 Diego Armando Maradona dejó sin palabras al planeta, pero no a Víctor Hugo Morales”.


Un paisano de Maradona escribió en una ocasión (el escritor Roberto Fontanarrosa, tan futbolero él) que tenía dos problemas para jugar al fútbol: “uno es la pierna izquierda, otro es la pierna derecha”.

Juan Villoro, siempre deslumbrado por “la renovada maravilla del fútbol”, realiza su propia selección de los 10 mejores dieces de la historia del fútbol, los 10 jugadores que mejor mejoraron a los demás, los 10 jugadores que si eran anulados por el rival su equipo sufría “muerte cerebral”. Lista arbitraria, como él mismo reconoce, en ella están únicamente futbolistas que él haya visto en acción, futbolistas que hechizaron la pelota:

Didí (el Fundador), Pelé (el Rey: “la esclavitud se abolió en Brasil apenas en 1888. Edson Arantes pertenece a la tercera generación de negros libres y cambió la visión que un país tenía de sí mismo […] Transformó la potencia física en una manera de llevar el ritmo. Tuvo la clase de Didí y el gusto por la velocidad de Jesse Owens”), Bobby Charlton (el Resucitado), Overath (el Piloto), Cruyff (el Iluminado), Platini (el Arquitecto), Maradona (el Insurrecto: “el hombre más famosamente pateado del siglo XX, pero es difícil verlo como mártir”), Baggio (el Fantasista), Zinedine Zidane (el Místico) y Messi (el Genio).

El tiempo se acaba, es la hora del tiempo y el fútbol:

 

“El fútbol depende del tiempo, los noventa minutos del partido y los que regala o inventa el árbitro, la duración de la temporada, los mundiales, la Champions. Fechas, cronologías, momentos que ordenan nuestras vidas”.

 

Al final, resulta que sí lo es. Excelente, Balón dividido es excelente. Gracias, Juan Villoro.

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