La serie británica de televisión Derry Girls ha exhibido hasta ahora dos temporadas sensacionales, la primera estrenada en 2018 y la segunda un año después. Estamos esperando deseosos la tercera, pospuesta por la Gran Pandemia. Eso escribí aquí el 19 de mayo de 2021. Pues bien. La tercera llegó, la vi y no pude evitar soltar una lagrimita de esas que echamos al aire cuando alguien nos roza un poco el espíritu burlón de humanos serenos a los que el fuego les amenaza y les salva.
La tercera temporada de Derry Girls (estrenada en 2022) es también
magnífica. Sus casi dos horas, divididas en 8 capítulos espléndidos de unos 30
minutos cada uno, son un buen remate para una sitcom a la que ya podemos
considerar como una de las mejores de lo que va de siglo.
Y eso que los dos primeros capítulos de esta última entrega, como leí a Laura
Fernández en su crítica para El País (para quien Derry Girls, y
no me extraña, es una serie “pionera e indiscutible obra maestra, cosa única e
insustituible”) me resultaron “sobreinterpretados, casi autoparódicos,
salvajemente veloces e histriónicos”. No es que los otros seis dejen de ser
todo eso, es que todo vuelve a encajar porque… la serie es en definitiva eso:
algo singularmente universal y local al mismo tiempo, algo vivido en medio del
trauma y disfrutado a pesar del dolor que está ahí, latente, pero sin adueñarse
de tu entorno, del entorno de estas chicas (y chico) adorablemente simples (y
de su familia).
La serie de Lisa McGee (“divertida y estrafalaria”, como la cataloga Mariló
Delgado en Espinof) se basa en su propia vida, en su adolescencia; de
hecho, la casa de la familia Quinn se diseñó a partir de fotos de su hogar
infantil: “los uniformes son iguales que los de mi colegio, con el mismo escudo
y todo; la gente siempre dice que nunca volvería atrás, a su adolescencia, pero
yo lo he hecho. Ha sido raro, pero maravilloso”, declaró McGee en octubre de 2022
en una entrevista para Vogue.
Derry Girls se despide por todo lo alto, a base de ser una hilarante desactivación “desde la risa” del conflicto norirlandés, aquella “tragedia mayúscula” (como Fernández nos recuerda). En esta última temporada, “una y otra vez —explica la crítica de El País—, las protagonistas están a punto de conseguir algo —ver a Fatboy Slim en directo, ganar un concurso de talentos, cualquier cosa—, y nunca lo hacen. Como ocurre cuando aún, al mundo, le traes sin cuidado, y tus decisiones no cuentan. Y he aquí lo que hace de Derry Girls algo único: en busca de la diversión, se topa con la realidad. Fracasan porque no pueden no hacerlo, y no es una tragedia, es la vida, que también, y, sobre todo, puede ser divertida”.
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