La evolución táctica del fútbol entre 1863 y 1945 según Martí Perarnau
De 2021 es La evolución táctica del fútbol (1863-1945): descifrando el código genético del fútbol de la mano del falso 9, un excelente (completísimo y muy bien informado) libro escrito por el ex atleta y periodista deportivo español Martí Perarnau, un impresionante y minucioso estudio del deporte al que llamamos fútbol (tal y como lo conocemos) desde sus inicios en el siglo XIX.
“El fútbol ha evolucionado por la energía de tres
vectores combinados: las ideas, los viajes y los desafíos”.
Martí Perarnau (para quien “el
fútbol no solo es un ser vivo, sino que es una actividad más líquida que
sólida, más informal que rocosa, más gaseosa que pétrea: el fútbol es
evolución, el fútbol son ideas”) establece como hilo conductor de su texto
que “los falsos 9 han sido los mejores delanteros centro de la historia, por lo
que en justicia sería a ellos a quienes deberíamos considerar como los
auténticos delanteros centro”: según él el primer falso 9 fue el uruguayo José
Piendibene, quien inventó esa posición en 1910, de manera que desde
entonces todos aquellos atacantes “han influido desde esa función en el
desarrollo táctico del fútbol”.
“Es muy común la creencia de que el fútbol es un
edificio de acero y hormigón, insobornablemente diseñado, totalmente construido
y concluido. Un edificio plenamente finalizado en el que no caben
modificaciones, por sutiles que sean. Pero la realidad es muy distinta: el
fútbol es un ser vivo en perpetua evolución, donde puede parecer que todo está
inventado pero donde también todo está por desarrollar. Cualquier actividad
humana nace, crece, se desarrolla, alcanza su madurez e inicia su decadencia
(en términos evolutivos) y, como tal, el fútbol no es ajeno a este ciclo. De
hecho, ya ha recorrido una buena parte de su camino, por lo que es lícito
pensar que este deporte se encuentra en su fase de madurez. Su horizonte de
progreso es limitado, pero aún se encuentra lejos de la fase de decadencia
evolutiva, al contrario que algunas bellas artes, que atraviesan dicha curva de
decadencia”.
Perarnau incide una y otra
vez en su libro en algo esencial: “la evolución táctica nos mostrará que el
falso 9 se ha ejercido con acierto y eficacia dentro de la pirámide y también
en el interior de la WM británica, en el juego ofensivo pero también como parte
del defensivo cerrojo suizo, en equipos de mentalidad proactiva y asimismo en
otros de carácter reactivo”. Según él, “la función del delantero centro
mentiroso prácticamente se ha utilizado con cualquier módulo de juego y bajo
cualquier concepto global”. Todo ello sería así porque “el falso 9 contiene
todo el fútbol en su interior”.
“Cuando el propósito
principal de un delantero centro consiste en liderar y conducir una línea de
ataque mediante pases y combinaciones, sin duda resulta más sencillo hacerlo
desde atrás que desde la punta de lanza, como descubrieron todos los grandes
atacantes de la historia, todos ellos falsos 9 en algún momento de sus
carreras, desde Alfredo Di Stéfano a Bobby Charlton, de Johan Cruyff a Gerd
Müller, de Diego Maradona a Leo Messi”. [¿Y Benzema? Le pregunto yo a Perarnau,
que no me escucha, claro.]
Vayamos a los
orígenes
“Los ingleses no inventaron el fútbol, pero lo
reglamentaron: la normativa consensuada el lunes 26 de octubre de 1863,
en el pub Freemason’s Tavern, en Lincoln’s Inn Fields (Londres), surgió
tras tensas discusiones y pactos frágiles, lo que le otorgó un carácter muy
peculiar. Aquel reglamento primigenio estuvo profundamente influenciado por el
deseo de separar fútbol y rugby. Desde aquella fecha, y mediante sucesivas
modificaciones, el reglamento ha sido un instrumento que ha ordenado y
dinamizado el juego con una pelota en los pies, una actividad lúdica, aunque
caótica, que se practicaba desde la Antigüedad (el episkyros griego, 350 a.
C.). Como primera virtud, el reglamento unificado de 1863 permitió que la
actividad se difundiera en todo el mundo de manera uniforme, al dictar unas
reglas comunes de actuación”.
[…]
La ciudad inglesa de Sheffield
“fue uno de los grandes motores del fútbol en Inglaterra”: allí nació en 1857
el primer club de la historia, el Sheffield Football Club, y allí “se idearon
los populares Sheffield romos, de capital importancia para el desarrollo del
juego, al introducir conceptos como el fuera de banda, el saque de esquina o la
falta indirecta”. Nada menos que cinco de las 13 normas del reglamento del
fútbol elaborado en el año 1863 “fueron propuestas por la asociación de fútbol
de Sheffield”, que se encuentra a medio camino entre los otros dos grandes
núcleos impulsores del fútbol británico, la escocesa Glasgow y la también
inglesa Londres. Sheffield “aglutinó tendencias y conceptos innovadores hasta
el punto de erigirse en centro neurálgico de la evolución del fútbol en el
tramo final del siglo XIX”. Solo en el área próxima a ella habían surgido ocho
clubes de fútbol antes de 1861, cifra que se elevó a once un año después”.
El nacimiento del
fútbol contemporáneo
Desde 1907 se extendió la
práctica del bogey offside, el antecedente de la manida trampa del fuera
de juego, cuyo abuso feísta acabó provocando que se cambiara en 1925 el
reglamento en cuanto al número de jugadores defensores que determinaban el
fuera de juego: de tres pasaron a ser dos. El fútbol se estaba convirtiendo “en
un juego monótono en el que se sucedían los fueras del juego de incautos
delanteros y se alcanzaron cifras absurdas de infracciones en un mismo
partido”. Tal situación suscitó que la International Board (formada por las
cuatro asociaciones del Reino Unido más la FIFA) cambiara un aspecto esencial
del reglamento:
“El objetivo prioritario de la International Board
consistió en intentar frenar el aburrimiento del público y su posible marcha de
los estadios, por lo que resolvió el conflicto aprobando el 13 de junio de 1925
la modificación de la regla del offside. A partir de dicho cambio del
reglamento el fútbol nunca volvería a ser igual”.
Aquello resultó
revolucionario: cambió las tácticas del juego en todo el mundo e incluso llegó
a modificar su estructura misma. Tuvo dos consecuencias inesperadas: de un lado
le “otorgó importancia per se a la táctica”, de otro “estimuló la
organización defensiva del juego”. Semejante cambio en el reglamento dio origen
al fútbol contemporáneo.
Las más de 60 páginas el
capítulo dos se titulan ‘José Piendibene, el primer falso 9 (1909-1930)’.
“Los primeros grandes éxitos del fútbol uruguayo se
concretarían en el dominio el Campeonato Sudamericano entre 1916 y 1924 y los
posteriores triunfos universales en los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, así
como en la primera Copa del Mundo en 1930”.
[…]
De forma indirecta, a raíz de
la modificación del fuera de juego de 1925, el fútbol escocés el del Cono Sur
serían sus primeras víctimas, ya que sufrieron las consecuencias “en forma de
estancamiento”, al mismo tiempo que aparecían “tres grandes focos de
efervescencia ideológica en el fútbol europeo: Inglaterra, Austria y Hungría”,
donde se darán toda una serie de avances técnicos. Esos tres escenarios
acapararán en los siguientes diez años casi todas las evoluciones, de manera
que Inglaterra conservará su hegemonía intelectual, en tanto que Austria y
Hungría “aprovecharán la ebullición intelectual que aún destila el Imperio
Austro-húngaro tras su desmantelamiento”: estos tres escenarios serán el ámbito
donde tendrán lugar los principales avances del fútbol entre 1925 y 1937, “antes
de que Italia alcance la hegemonía universal en la segunda mitad de los
años 30”.
En este punto, el intenso y
extenso libro de Perarnau prosigue hablándonos de la táctica tan longeva de
la WM: cuando escribe que “desde entonces el fútbol se jugaría pensando” se
refiere el autor a lo que ocurrió en el universo fútbol a raíz de las
innovaciones del entrenador inglés Herbert Chapman.
“Los treinta años que transcurrieron entre 1910 y 1939
fueron de máximo esplendor para el fútbol continental europeo, que vio surgir y
florecer a varios de sus grandes líderes tanto en los banquillos como en los
terrenos de juego”.
En aquellos tiempos, la
eficacia de los escoceses hizo brotar las semillas de su juego de pases cortos
en abundantes escenarios, aunque ninguna tierra fue tan fértil como las orillas
del Danubio”. Si en 1905 la llegada de John Harley cambió el destino del
fútbol en Argentina y Uruguay (generando la aparición del primer falso 9 de la
historia, Piendibene), “iniciando un abrumador dominio del fútbol uruguayo”, la
de John Tait Robertson a Budapest en 1911 “provocó la puesta en marcha
de una marmita creativa en el fútbol húngaro”. Después, la experiencia allí de Jimmy
Hogan y muchos otros técnicos y jugadores “dio paso a la escuela danubiana,
de la que brotó el Wunderteam austriaco bajo el impulso innovador de Hugo
Meisl”.
En efecto, “a orillas del
Danubio las semillas sembradas por Robertson y Hogan desembocaron en algunos de
los más célebres falsos 9 de siempre”. Viena, Praga y Budapest “encarnaron tres
maneras diversas de interpretar la misma concepción del fútbol basado en el
juego escocés, dominadora del balón, de excelente técnica y algo de
descreimiento táctico, siempre organizada en forma de pirámide”. Fue la llamada
escuela danubiana, frente a la cual “creció el poderoso método italiano,
liderado por Vittorio Pozzo, el mejor gestor de grupos de la época, de
una eficacia demoledora, sutil en lo táctico, al mezclar lo mejor de la
pirámide con lo más útil de la WM con una fuerte energía emocional”.
Hugo Meisl, Jimmy Hogan,
Herbert Chapman y Vittorio Pozzo son catalogados por Perarnau como los
padres fundadores del fútbol europeo. Por su parte, dos futbolistas emergieron sobre todos los demás en esta
brillante era del fútbol europeo: Matthias Sindelar (“la gran estrella del
Wunderteam austriaco, el Fred Astaire del fútbol mundial, un falso 9 prodigioso
y astuto”) y György Sárosi (”el capitán indiscutible y el falso 9
versátil y dúctil de la Hungría creciente que años después fraguaría en el
Aranycsapat mágico”), símbolos ambos de la mejor escuela danubiana, “fueron los
héroes de un imperio que se evaporó”.
Cuando todo (o
casi todo) quedó inventado en el fútbol
Nos vamos a Argentina:
“Argentina albergó entre 1925
y 1945 a varias de las mejores generaciones de futbolistas de su historia y a
algunos de sus equipos más celebrados. Disfrutó de un movimiento esencial en la
evolución táctica: la Máquina de River. Liderada por Adolfo Pedernera en
calidad de falso 9, la Máquina fue el primer gran intento de practicar el
fútbol total, entendido como simbiosis de todos los conceptos creados en el
juego desde su origen reglamentado en 1863”.
El auge del fútbol argentino,
especialmente a partir de los años 30 del siglo pasado y hasta mediada la
siguiente década, se debió a “una combinación entre el talento y la audacia”. A
Perarnau no le cabe duda de que la aparición de lo que dio en llamarse la
Máquina de River “fue uno de los grandes acontecimientos en la evolución del
fútbol del siglo XX.
Pedernera, una de las
sensacionales figuras de las iniciales de aquel River Plate de ensueño, su
falso 9 por excelencia (“la pieza clave de la maquinaria”), mantenía que “a
nadie se le puede enseñar a jugar al fútbol, pero si es posible corregir los
defectos”, muy en la línea de la opinión más aceptada sobre la formación de un
futbolista, que dice que se aprende antes de que alguien te pueda enseñar algo,
y que esa enseñanza a posteriori sólo puede mejorar lo que el talento ya
ha originado.
Pero la Máquina no sólo fue
Pedernera, evidentemente: destacaba, de hecho, José Manuel Moreno, quien
“fue considerado por muchos sin discusión el mejor jugador de todos cuántos se
reunieron en aquel fútbol argentino de los años dorados, hasta el punto de ser
comparado con Pelé”; en tanto que Ángel Labruna “continúa siendo el
mayor ídolo de la historia de River, su máximo goleador histórico, su santo y
seña”. Si bien “Pedernera fue la Máquina y la Máquina fue Pedernera”. Juan
Carlos Muñoz, extremo derecho de la Máquina de River, decía que “lo más
fácil es lo mejor”.
Lo reseñable de todo aquel fenómeno rioplatense es que la primera síntesis de todos los estilos y conceptos que habían surgido a partir del reglamento del fútbol se produjo en Buenos Aires, donde River Plate “puso los cimientos del fútbol total al aunar todos los caminos que con anterioridad se habían bifurcado”. La Máquina de River sería, por tanto, el primer intento serio de sintetizar el fútbol a través de una perspectiva global que conectara a todos sus integrantes de manera armónica”.
El director técnico de la
Máquina, Renato Cesarini (italiano de origen), fue capaz de
explicar una cualidad esencial de aquel equipo, “que resultaba casi invisibles
a los ojos”, cuando afirmó que “sus integrantes aprendieron a moverse sin la
pelota; hasta entonces jugaban los que entraban en posesión de la pelota: en la
Máquina, los que más jugaban eran los que no la tenían”.
En suma:
“Entre 1863 y 1945, todo
(o casi todo) había sido inventado en el fútbol. El juego directo, el juego
de pases, el falso 9, el ataque en abanico, el ataque en W con los intereses
adelantados o retrasados, los cerrojos defensivos, el contraataque, los
delanteros centrs que cabecean un centro lanzado desde el banderín de córner,
el líbero, dos zagueros, tres zagueros, cuatro defensas, cinco defensas, el
4-2-4, el 3-4-3 o el 3-2-5. la pirámide, el método, la WM, los extremos a
pierna cambiada, el mediocentro de ataque, las permutas de posiciones, el juego
de posiciones fijas, el penalti de cuchara, el regate inacabable, el gol desde
70 metros, el gol olímpico, la falta a la escuadra, salir jugando desde la
defensa, el pase hacia atrás al portero, el pase cortado, el pase al espacio,
la sucesión de pases para desorganizar el adversario… Todo fue inventado”.
Se desarrollaron en esos
primeros 80 años que transcurren entre la redacción del reglamento (“el gran
motor de los cambios”) y el final de la Segunda Guerra Mundial las directrices
del fútbol: “todas las herramientas e instrumentos que se pueden dar y combinar
en el fútbol habían quedado construidas en 1945 y puestas a disposición de
quienes iban a interpretar el juego a partir de entonces”.
Antes de la extraordinaria y
utilísima cronología del libro. Martí Perarnau lo despide con este párrafo
absolutamente concluyente:
“El falso 9, que contiene todo el fútbol en su
interior, había revelado los cuatro elementos del juego: balón, espacio,
tiempo, engaño. El fútbol en cuatro palabras”.
[…]
Este texto pertenece a mi artículo ‘El fútbol en cuatro
palabras (y 450 páginas): Martí Perarnau descifrando’, publicado el 2 de mayo
de 2022 en Analytiks, que puedes leer completo EN ESTE
ENLACE.
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