Martí Perarnau, ex atleta y periodista deportivo español, publicó en 2021 un completísimo y muy bien informado libro titulado La evolución táctica del fútbol (1863-1945): descifrando el código genético del fútbol de la mano del falso 9. Perarnau llama en él a Matthias Sindelar, “el Fred Astaire del fútbol”.
Matthias Sindelar fue un futbolista internacional austriaco que es considerado uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol. Podría estar situado a la altura de los más grandes, cerca de ellos, al menos: Alfredo Di Stéfano, Pelé, Johan Cruyff, Diego Armando Maradona, Lionel Messi…
Sindelar
nació el 10 de febrero de 1903 en la pequeña localidad morava de Kozlov, hoy
perteneciente a la República Checa, pero por aquel entonces integrante del
Imperio Austro-Húngaro. A los dos años, su familia se trasladó a un barrio
obrero de la capital imperial, Viena. Allí Matthias, huérfano de padre desde
1917, comenzó muy joven a trabajar como cerrajero y después en una fábrica de
carrocerías y más tarde en una de automóviles. Mientras tanto, aprendió a jugar
al fútbol en las calles de su barrio, perteneciente al distrito de Favoriten,
debutando en un club cercano a su domicilio, el ASV Hertha Wien, a los 18 años.
Era el día 8 del mes de octubre de 1921. De inmediato, sólo un año más tarde,
fue ya convocado a la selección de Viena por otra figura magnífica de aquellos
tiempos: Hugo Meisl, el entrenador austriaco que, como director técnico de la
selección de Austria (entre otros muchos menesteres muy futbolísticos) es
tenido como uno de los entrenadores más influyentes de aquellos tiempos y como uno
de los más destacados y destacables representantes del fútbol europeo durante la
primera mitad del siglo XX.
Jugaba en
aquellos primeros años Sindelar como interior derecho y, en mayo de 1923, se
fracturó el menisco de la rodilla derecha al resbalar en una piscina. Operado
dos años más tarde (se le extirpó el menisco, algo aún nada habitual, y “desde
entonces lució siempre durante los partidos una rodillera ajustada sobre la
articulación que acabó convirtiéndose en un inseparable símbolo”), mientras,
fue fichado por el Wiener Amateur Sprotverein en otoño de 1924. Ya en ese
equipo, muy hungarizado, comenzó a jugar, bajo el influjo de la pronto
estelar Escuela Danubiana, como delantero retrasado, aunque comenzó jugando,
como venía haciéndolo, de interior derecho (también jugó y no una si no en
varias ocasiones como ocasional portero ante bajas imprevistas del titular). En
ese club (rebautizado en 1927 como Fussballklub Austria Wien, conocido como FK
Austria), Sindelar ganó una liga austriaca (1926), cinco copas de Austria (la
de ese año y el anterior y las de 1933, 1935 y 1936), además de, en los años
1933 y 1936, dos Copas Mitropa (la Copa de la Europa Central, creada por Meisl
en 1927 y antecedente clarísimo de la Copa de Europa, hoy Liga de Campeones).
Cuando su equipo se alzó con la segunda Mitropa, él era, además, uno de sus
tres entrenadores.
En su “etapa de madurez futbolística, se consolidó como falso 9 de su club”, posición atacante esa que llegó a perfeccionar de manera que mientras aumentaba su capacidad goleadora se especializaba más y más en la organización de los ataques de su equipo, destacando de forma especial en los encuentros verdaderamente importantes y especializándose en ser el primer goleador en los partidos con mayores dificultades. Desde la temporada 1936-1937 fue además co entrenador de su club, el FK Austria. En total, fue jugador profesional durante 18 temporadas (1921-1939). En su primer club jugó cincuenta partidos y logró diez dianas. En el segundo y último club en el que militó jugó 614 encuentros y anotó 516 goles.
“Matthias Sindelar era zurdo, pero sabía controlar y golpear
el balón con ambos pies, como la mayoría de los futbolistas austriacos y
húngaros. Cuando tenía que disparar a portería desde fuera del área, usaba
preferentemente la pierna izquierda, más potente y precisa. Una de sus grandes
cualidades era el regate, que gustaba de iniciar con el pie derecho, pero que
indefectiblemente concluía con el izquierdo”.
Debido a la
distribución de sus equipos en forma de pirámide, la zona del terreno de juego por
la que Sindelar se movía como falso 9 era más pequeña que la que pisarían dos
décadas después jugadores como el húngaro subcampeón del mundo en 1954 y
medalla de oro olímpica dos años antes, Nándor Hidegkuti, o el
hispano-argentino ganador de las cinco primeras Copas de Europa (1956-1960) con
aquel glorioso Real Madrid, Alfredo Di Stéfano.
“Poseía una amplia zancada, una velocidad notable y una
técnica de carrera que recuerda al ave zancuda, rasgos similares a los que
mostraría veinte años más tarde el húngaro Hidegkuti”.
Como jugador de la selección de Austria (en el meollo de aquel equipo apodado el Wunderteam, el equipo maravilla que “buscaba triunfar a través de la belleza” y cuyo espíritu ofensivo “era tan soberbio y elegante como eficaz”) disputó 43 partidos y marcó 26 tantos, y como jugador de la selección de Viena (u otros combinados) jugó 22 encuentros y anotó 14 goles. El Wunderteam, con Sindelar al frente, ganó la Copa Internacional de Europa Central (llamada entonces Copa Švehla) en 1933, frente a Hungría, Italia, Suiza y Checoslovaquia. El seleccionador de la también potente Hungría de aquellos años, Lajos Mariassy, declaró que el futbolista austriaco tenía “una clase superior”, en tanto que el ex jugador Max Johann Leuthe escribió que “la fantasía de cualquier soñador del fútbol no podría imaginar un mejor delantero centro que Sindelar”.
Disputó tantísimos encuentros a un gran nivel que reproducir los siguientes datos que menciona Perarnau en su impresionante libro es suficientemente esclarecedor de su hazaña (¡entre 1930 y 1934 anotó 248 goles… en 253 partidos!):
“En la temporada 1930-1931 jugó 62 partidos, en los que marcó
51 goles; en la 1931-1932 alcanzó su récord absoluto, al disputar 73 partidos y
anotar 80 goles; en la 1932-1933 jugó 65 encuentros y marcó 58 tantos; y en la
temporada 1933-1934 jugó 53 encuentros, en los que anotó 59 goles. En esos
cuatro años mágicos pero agotadores disputó 253 partidos e hizo 248 goles. En
total, Sindelar jugó 729 partidos, en los que anotó 566 goles (0,78 por partido),
22 de ellos de penalti de 24 lanzados y 5 de falta directa; consiguió un total
de 41 hat-tricks, en 6 ocasiones marcó cuatro goles en un mismo partido
y en una ocasión marcó cinco”.
[…]
Erich
Krenslehner, historiador del fútbol y responsable del museo histórico del FK
Austria, ha dicho de él que era “el Messi de los años 30”. Y no parece
exagerado: los precisos movimientos como falso 9 de Sindelar (que en 1933
rechazó una excelente oferta del Arsenal londinense), sus cifras goleadoras, la
potencia de disparo con su pierna izquierda, su habilidad para regatear y su
inmensa inteligencia táctica hicieron de él un jugador extraordinario.
Fue conocido
por diversos apodos (el más habitual era “el hombre de Papel”), pero el que
parece coincidir mejor con su verdadero estilo virtuoso y elegante (pero
también impetuoso, decidido y quizás hasta empecinado) es el de “Mozart del Fútbol”. Lo dice el propio Perarnau, que prefiere titular el
extenso capítulo de su libro dedicado a la gran figura del fútbol austriaco de
todos los tiempos ‘El Fred Astaire del fútbol’: “tímido y callado fuera de los
estadios, pero artístico y genial con el balón en los pies, intuitivo y
transgresor, fallecido de manera prematura a la misma edad (35 años) que el
maravilloso compositor de Salzburgo, Sindelar se transformaba en el terreno de
juego, donde se movía como un bailarín inagotable”. Su agilidad le permitía dar
comienzo a ataques de su equipo desde el círculo central y llegar en un breve
espacio de tiempo hasta el área contraria para acabar rematando lo que él mismo
había dado comienzo.
Bondadoso y discreto, el delantero austriaco, en la cumbre de su fama, en los años 30 del siglo pasado, “seguía acudiendo a Favoriten para dar charlas o fotografiarse con los chicos del barrio”. Aunque era un deportista profesional (y fumador empedernido, que conste), Perarnau afirma en su libro que durante su carrera futbolística “continuó despachando en la tienda de deportes Wilhelm Pohl, donde servía como vendedor de material deportivo”. ¿?
[…]
Sindelar (cuya
“proverbial timidez” y cuyos orígenes humildes podrían explicar que no quisiera
nunca “vanagloriarse de sus éxitos y mantuvo siempre un perfil bajo y modesto”)
falleció el 23 de enero de 1939 en Viena, cuando la ciudad austriaca llevaba
diez meses perteneciendo al III Reich alemán y ya no existía una selección de
fútbol de Austria. Las autoridades nazis habían prohibido el profesionalismo en
el fútbol, lo que llevó a que los jugadores se vieran obligados a encontrar una
forma de ingreso que su deporte ya no les proporcionaba. Como algunos otros, Matthias
Sindelar había decidido en aquel año 38 de la anexión austriaca a la Alemania
de Hitler abrir un negocio que en aquella Viena llevaba décadas siendo una
institución muy castiza: un café. Lo llamó café Sindelar.
Regresemos al 23 de enero de 1939: su amigo Gustav Hartmann había llamado aquel día a su puerta y al notar un intenso olor a gas la forzó y se lo encontró muerto en su cama (junto a su muy reciente novia, Camilla Castagnola, inconsciente, que fallecería al día siguiente): la causa oficial de su muerte fue "intoxicación por monóxido de carbono". No había aceptado jugar formando parte de la selección de Alemania. Y hay quien pone en relación (sin mucho fundamento) su muerte y su negativa, agravada por su celebración de un gol en el último partido jugado por Austria (mejor dicho, por Deutschösterreich, Austria Alemania: nada de Austria) en el Prater vienés ante la selección futbolística de Alemania, el 3 de abril de 1938, en el que Sindelar lució el brazalete de capitán (y su combinado ganó por 2 goles a 0 en un partido dominado de principio a fin).
Pero… el
entrenador argentino Camilo Francka publicó en 2020 Matthias Sindelar: una
historia de fútbol, nazismo y misterios, donde afirma tajante que…
“Después de haber investigado profundamente la vida de
Sindelar durante cinco años concluyo que la persecución de los nazis a Sindelar
es un mito sin sustento en los hechos. Sindelar no era judío, no festejó su gol
a los alemanes aquel 3 de abril de 1938 con una danza burlona ante Adolf Hitler
y tampoco fue un icono de la resistencia austríaca, por lo que no había ningún
motivo de enfrentamiento ni de querer acabar con su vida. La historia, de
hecho, nos muestra que hubo más complicidad que animosidad”.
[…]
Sobre la
respuesta popular tras la muerte del héroe austriaco, Jorge Giner
escribió en 2016 lo siguiente en su artículo ‘El hombre de papel, fútbol contra
la historia’ para la revista Panenka:
“Ante tal tragedia, Austria se vistió de luto y le ofreció a
Matthias Sindelar un último homenaje en un funeral de Estado. Se llenaron las
calles de Viena con más de 15.000 personas para despedir a aquel hombre
delgaducho que, con un balón entre los pies, les había hecho soñar con ver a su
país en lo más alto del deporte rey. El Zentralfriedhof, cementerio vienés
donde se encuentran las tumbas de personajes históricos de la fama de
Beethoven, Strauss y Schubert, también guarda un rincón para Matthias Sindelar,
que, como todos ellos, hizo de su especialidad un arte y dejó un recuerdo
imborrable para la Austria de los años 30”.
Cuando la
muy controvertida Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol
(IFFHS) votó en 1999 al mejor jugador del siglo XX, Sindelar fue elegido el
número 22. El brasileño Pelé ocupó el primer lugar, seguido del holandés Johan
Cruyff, el alemán Franz Beckenbauer, Di Stéfano y el argentino Diego Armando
Maradona.
Figura legendaria, casi mítica, Matthias Sindelar (de quien el crítico teatral Alfred Polgar, a la hora de escribir en 1939 su obituario, diría que “jugaba al fútbol como un gran maestro jugaba al ajedrez”) es el más significativo símbolo de la llamada Escuela de Viena futbolística. Pero nadie jamás habló de él como falso 9, porque ni se conocía nominalmente esa disposición de un jugador sobre el campo de juego ni ese nombre había adquirido ni mucho menos categoría conceptual. Sindelar, más generoso que egoísta como jugador de fútbol, tampoco fue el primero que jugó como falso 9, y no fue hasta 1955 en que esa expresión comenzó a tenerse en cuenta, cuando el juego de Hidegkuti hizo pensar en él como un falso delantero, más exactamente como roaming centre-forward (‘delantero centro itinerante’). Vamos, lo que hoy ya habitualmente llamamos falso 9.
[…]
También en
aquel año 1939, poco después de su óbito, el escritor y editor austriaco de
origen checo Friedrich Torberg le dedicó un poema titulado ‘Oda a la muerte de
un futbolista’:
Era hijo de Favoriten
y su nombre era Matthias Sindelar.
Estaba en el medio,
porque era un delantero centro.
Jugaba al fútbol
y tampoco sabía
mucho de la vida.
Vivía para vivir
del partido de fútbol para el partido de fútbol.
Jugaba al fútbol como ninguno,
ponía gracia y fantasía,
jugaba desenfadado, fácil y alegre:
siempre jugaba y nunca luchaba.
[…]
El Hohe Warte y el Prater vitorearon
cuando engañó al enemigo
con una sonrisa
y lo distanció con una carrera rápida.
Hasta que otro oponente
un día de repente se interpuso en su camino:
un extraño y terriblemente superior,
antes de eso no había regla ni consejo.
[…]
Su visión general le hizo sentir
que su oportunidad estaba en la espita de gas.
La puerta por la que entró
yacía muda y completamente oscura.
Era hijo de Favoriten
y su nombre era Matthias Sindelar.
[Las citas
de este artículo son frases extraídas del libro de Perarnau escritas por él,
salvo las muchas otras que se especifican.]
Este texto
pertenece a mi artículo ‘Matthias Sindelar, el Fred Astaire del fútbol’,
publicado el 10 de marzo de 2022 en Analytiks, que puedes leer
completo EN ESTE ENLACE.
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