Mucho se aprende con el experto crítico e historiador musical estadounidense Ted Gioia leyendo su libro La música. Una historia subversiva. Incluso sobre el oficio de historiador se aprende.
El pasado y el presente
“El pasado es más parecido a Corea del Norte que a
la economía capitalista hiperindividualista”. Eso dice Gioia. Y yo añado
que el pasado se parece más al mundo uniformado estrangulador de las emociones
(y alentador de los cantos castrenses, de adoración a los poderosos, de temor)
que al mundo actual aparentemente muy liberado en el que las canciones son casi
siempre de amor (o de sexo).
La historia, la
permanencia y el cambio
“La mayoría de los grandes puntos de
inflexión de la historia cultural son ilusorios. Lo que parece, en
retrospectiva, una divergencia súbita, un salto desde lo antiguo hacia lo
nuevo, no podría haberse producido sin una larga serie de pequeños cambios y alteraciones.
El papel del cronista [del historiador, diría yo, más bien] consiste en sacar a
la luz esta sucesión de eventos y mostrar los procesos graduales y orgánicos
que hay tras el surgimiento aparentemente espontáneo de las novedades. Dicho de
otro modo, en la historia no hay interruptores que sirvan para encender o
apagar nada: incluso los súbitos momentos de iluminación requieren una
larga vigilia durante la que nos preparamos para el amanecer”.
Lo ancestral de
la música
“Nuestros ancestros sabían algo que
nosotros deberíamos recordar y que tendría que ser el punto de partida para
cualquier historia de la canción: la música es muy poderosa, el sonido es la
causa principal de la génesis en sentido amplio, así como de las metamorfosis y
la aniquilación, una canción puede contener un cataclismo”.
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