La historia subversiva de la música escrita por Ted Gioia


He leído un libro magnífico. Este libro: La música. Una historia subversiva, escrito por el experto crítico e historiador musical estadounidense Ted Gioia y publicado por Turner en 2020 (la versión original es de 2019). Lo siguiente es cuanto he aprendido al disfrutarlo.

La música siempre ha sido un catalizador del cambio mediante sus “perturbadoras intromisiones”, y es además y ha sido la razón de ser última de la cultura musical dominante. La innovación siempre llega desde abajo, desde afuera (del sistema social y político), y a menudo acaba llegando arriba y adentro (de ese sistema). 

“En todas las etapas de la historia de la humanidad la música ha sido un catalizador del cambio que ha desafiado las convenciones y ha transmitido mensajes codificados (y, en no pocas ocasiones, mensajes francos y directos). La música ha dado voz a individuos y grupos a los que se les negaba la posibilidad de expresarse por otros medios, hasta el punto de que en muchos momentos y lugares la libertad de cantar canciones ha sido el elemento más controvertido y uno de los principales de la libertad de expresión.

Sin embargo, hay una segunda fase de este proceso y es igual de interesante y de merecedora de estudio: se trata del mecanismo por medio del cual estas perturbadoras intromisiones musicales en el orden social pasan a formar parte de la cultura dominante. El peligroso rebelde acaba convertido al cabo de unos años, unas décadas, en un respetable miembro del consejo de ancianos de la tribu”. 

Ejemplos de esto último, Dylan; por supuesto, Elvis; los Stones, los Beatles… En la historia de la música vemos cómo continuamente la rebelión acaba por institucionalizarse, pero no sin haber sufrido antes un lentísimo proceso que le exige enfrentarse a numerosos obstáculos. 

“Las innovaciones musicales suelen suceder desde abajo hacia arriba y desde fuera hacia adentro, y no al contrario. Quienes tienen el poder y la autoridad, por lo general, se oponen a las innovaciones, pero, con el tiempo, a través del proceso de apropiación o de transformación, las innovaciones pasan a formar parte de la cultura dominante y el ciclo vuelve a empezar”.

Dice Gioia que “este libro se centra en la historia completa de la música”. Lo dice porque, tal y como acabas de leer, “el poder de la música, sea para hacer que los oyentes entren en trance o para inducirlos a la acción, siempre da miedo y, por ello, ha de ser controlado”. Ese control y esa capacidad de cambio que acaba por convertir lo que en principio era una mera intromisión en parte de la cultura dominante es lo que hace que La música. Una historia subversiva entienda por una historia completa de la música aquella que estudia tanto al que triunfa como al que lo intenta. Un ensayo que analiza la creación musical, en definitiva, no el reconocimiento académico tan sólo, pero tampoco únicamente el encumbramiento popular. 

“Necesitamos una historia subversiva de la música más que nunca. […] Mi propósito es celebrar la música en cuanto a fuerza de creación, destrucción y transformación”. 

No olvidemos que, como se encarga de demostrar una y otra vez este libro, la verdadera historia de la música ha permanecido oculta.

Todo lo que hay en medio entre Mozart y Sid Vicious, pero también Mozart y Sid Vicious. No hay simple provocación ni mero eclecticismo en el libro de Ted Gioia. 

“¿Qué tiene la música que hace que su evolución histórica y su linaje sean tan distintos de los de otros modos de expresión cultural?

Porque la música, las canciones no sólo son una expresión artística: son sobre todo “una fuerza social y una vía para canalizar el poder e incluso una especie de tecnología para las sociedades que carecen de microchips y naves espaciales”.


Gioia habla poco de la autenticidad musical (algo para lo que promete escribir un libro completo), pero cuando lo hace es categórico. Las readaptaciones de la música del pasado son un continuum de la historia cultural. Los intentos de readaptar la música del pasado no representan una quiebra del sistema porque en realidad son el sistema: “cada generación redacta implacablemente las canciones heredadas del pasado y siempre lo hará; lo llamemos como lo llamemos esta readaptación es parte del ecosistema musical en la misma medida en que la cadena alimentaria o el ciclo del agua son parte del ecosistema natural”.

Los mitos no suelen hablar de la música en cuanto entretenimiento, ni la consideran una forma de expresión artística; esas categorías explican cómo vemos la música hoy en día, pero “nuestros ancestros sabían algo que nosotros deberíamos recordar y que tendría que ser el punto de partida para cualquier historia de la canción: la música es muy poderosa, el sonido es la causa principal de la génesis en sentido amplio así como de las metamorfosis y la aniquilación, una canción puede contener un cataclismo”. Para nuestros antepasados más remotos, la música debió ser por supuesto una fuente de placer y deleite pero al mismo tiempo, y quizás sobre todo, “era una forma de dominio, una fuerza para someter la naturaleza”.

¿Qué distingue a la música de las demás formas artísticas? Las novelas, las películas, los comics, la pintura… prácticamente todas las formas de expresión cultural “fueron inventadas por los seres humanos y sólo poseen el poder con que las invisten los individuos y las instituciones sociales, pero los humanos evolucionaron en un ecosistema que ya contenía sonidos, melodías y ritmos formidables: como parte de dicha evolución se apropiaron de ese poder al menos en la medida que fueron capaces de hacerlo. El nacimiento de una canción casi puede considerarse algo semejante a cuando Prometeo les robó el fuego a los dioses en el famoso mito griego: se trata de usurpar una energía cuasidivina, de una situación ejemplar de empoderamiento”. 

“Los sonidos naturales inspiraron probablemente los primeros compases de música humana pero aún es más discutible que la organización de los sonidos se llevara a cabo con la intención de dominar el mundo natural para acercarlo a lo que puede ser controlado socialmente”. 

Sobre la biología y las condiciones sociales en la historia de la música, Gioia dice que aquélla reparte las cartas pero son estas últimas las que determinan cómo se juega: “este es el punto de partida de nuestra historia de la música y debería serlo de todas las historias de la música”.

En su origen, las canciones tenían un valor práctico y propiedades mágicas, unían a las comunidades y las ayudaban a garantizar su supervivencia “creando un sendero hacia lo divino”, pero también funcionaron “como una fuente de transformación y embeleso para individuos y comunidades, forjaron un complejo universo de mitos y significados”. Hoy en día consideramos que la música es una fuente de entretenimiento, mas “las fuerzas de las que estamos hablando siguen existiendo en la música de nuestro tiempo, casi siempre en una forma latente”. 

Al abordar el llamado problema de los universales musicales, según el cual las tradiciones musicales en los rituales de cierta parte del mundo guardarán un asombroso parecido con prácticas similares del otro lado del globo, Gioia considera que “a veces decimos de manera informal que la música es un lenguaje universal pero este lugar común tantas veces repetido contiene una profunda verdad: quienes estudian la multiplicidad de las prácticas musicales descubren demasiados elementos comunes como para atribuirlos simplemente al azar”.

Cada vez resulta más evidente que en el sistema de creencias de los pueblos llamados primitivos, de los pueblos pre-científicos, “la música, la magia, la medicina y el misticismo estaban fusionados” y los especialistas más perspicaces de todos los campos del saber llevan décadas estableciendo conexiones entre estas áreas.

Resulta difícil “eludir el hecho de que las canciones humanas tienen algunos elementos cuasiuniversales: los elementos básicos de la música (la escala pentatónica, el círculo de quintas, la armonía triádica, etc.) no fueron inventados por los músicos, sino descubiertos por ellos, al igual que ocurrió con el cálculo o con la teoría de la gravedad. Del mismo modo en que la ley de la gravedad funciona en cualquier parte del mundo, los elementos fundamentales de las canciones se encuentran en todas partes”.

[...]

Este texto pertenece a mi artículo ‘La historia completa de la música de Ted Gioia’, publicado el 27 de noviembre de 2020 en Nueva Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.



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