¿El progreso es una línea ascendente desde el Australopitecus hasta las guillotinas de
Francia? ¿Y desde la Francia revolucionaria a la Camboya jemer roja de sangre?
En el siglo XVIII, se creyó que sí, hubo
quien creyó que el progreso era el motor de la historia: el latido de la
carrera de los seres humanos sobre la faz de la Tierra. Y esa creencia duró
hasta hace poco.
Cuando el Antiguo
Régimen era todavía el rey de
Occidente y los privilegios de los estamentos poderosos eran una rémora para el
crecimiento económico, el despotismo
ilustrado se inventó un lema falso: Todo para el pueblo,
pero sin el pueblo,
que en realidad era Poco para el pueblo,
y como siempre sin el pueblo.
Pero algo era algo, la crítica de la
razón empezaba a ser algo puro.
A Francia, que había sucedido a España el siglo anterior,
le sucede la Inglaterra que ya es Reino
Unido, a quien perder las Trece Colonias le acaba viniendo de miedo. Nace Estados Unidos, justo cuando las
revoluciones política y económica llaman a las puertas de esta parte del mundo.
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