Industrial y liberal, revoluciones del siglo XIX que
vienen del XVIII y van al XX y aún perviven sus resultados en el XXI… Revolución Industrial, la del
desarrollo económico, derrota de la
agricultura, triunfo de la industria, goleada
del capitalismo (triunfo del trabajo asalariado); revoluciones atlánticas (liberales mejor
que burguesas, ¿qué no?), derrota pero no tanto de la nobleza, fin eso sí (o
eso parece) del Antiguo Régimen, victoria del mérito frente al privilegio, camino
no buscado hacia la democracia que dará
en la democracia, en la formal, en la de los parlamentos y la prensa libre
y en el sufragio universal, incluso universal-universal, no sólo masculino. Siglo
XIX, revolucionario y fabril.
El Reino Unido
es la madre de los nuevos tiempos,
imperio que preludiará el de sus hijos norteamericanos, en la centuria en la
que al carbón y los telares tan tecnológicos les sucederán el petróleo, la
electricidad y la metalurgia hiperdesarrollada. Es el
tiempo de los nacionalismos y de la
Historia, esa disciplina que comenzará por convertir en científicas las invenciones de los nacionalistas y que empezará a tener poco en
cuenta a los peatones de la historia
que se agruparán como mejor vayan pudiendo para salir de la miseria y acercarse
a los palacios: hablo de los obreros, de esos miembros de la clase obrera que al parecer no existió.
¿O sí?
Es este el tiempo en el que Occidente se reparte el mundo, incluso el mundo que no le corresponde, el mundo que, eso sí,
acabará siendo Occidente, por las buenas… o por las malas.
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