Ella querría haber sido poeta. Escribir poesía. Sin leerla, eso sí. Sin leer los poemas de nadie. Escribir poesía salida de su insuficiencia respiratoria, de su desprendimiento de retina, de su exceso de ansiedad. Poemas bellos sobre la belleza goteada por el dolor instantáneo. Libros de poesía, versos sueltos, antologías y obras completas.
Ella podría haberlos escrito. Poemas
donde se escondía la última palabra de la humanidad, que no es la palabra fin. Poemas de incuestionable
electricidad poética, en los que la poesía deja de existir y se confunde con la
vida celebrada, vivida, sufrida y amada, decadente, primigenia, única y
repetida de una manera irrepetible, ritmo y luz, oscuridad y detenimiento.
Ella no fue poeta ni escribió poemas
ni leyó poesía ni estuvo en el ámbito donde se es poeta o se escriben poesías o
se leen poemas, si acaso visitó brevemente, tan brevemente como lo es esto que
tú lees, el ámbito imaginario donde se lee lo que alguien nos cuenta.
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