La primera novela de la escritora española Mercedes Duque Espiau fue publicada a comienzos de 2025, se titula Animales pequeños y es estupenda.
“Desde hace un
tiempo todo lo que me angustia baja hasta mi estómago, donde estoy segura de
que dormita algún parásito. Me imagino los metros y metros de intestino
habitados por una tenia que se alimenta de mi desgaste. La veo ciega y
codiciosa, rascándose la espalda contra mis órganos, lamiéndome por dentro”.
Rita Rivera (Margarita Rivera) es la narradora protagonista de Animales pequeños, su hermana mayor se llama Eva y para ella cumple varias funciones según el momento: “hermana amiga, hermana madre, hermana a secas”. Rita se mudó a Londres (“normalmente, andar por las calles de Londres es como moverse por dentro del estómago de un reptil enorme y venenoso”) porque lo había hecho Eva, que no la advirtió de que en esta ciudad hubiese “tanto silencio” y que “siempre actúa como si el mundo fuera algo que le han pedido que organice sin que nadie se entere, a escondidas”. Con Rita se trasladó su amiga Lis, con quien convive después de tantos años (“nos imagino unidas como siamesas, un solo conjunto de carne con cuatro brazos, cuatro piernas y dos cabezas permanentemente conectadas: hablamos un idioma que no necesita palabras”). Pero desde que ambas llegaron a Londres, Lis es otra. No pienso contra más del argumento de una novela que es un conmovedor canto narrativo dedicado a la amistad, a la relación fraternal, al amor auténticamente ligado a la necesidad de necesitar y ser necesitada sin más objetivo que dejar al cariño engrandecerse por sí mismo.
La categoría literaria de Animales
pequeños queda retratada en este párrafo, donde Duque Espiau muestra esa
prosa suya empapada de sigilo y humana melodía animal:
“Del otro lado de
nuestra ventana veo cómo gotea el cielo, es de esas lluvias que traspasan la
ropa y la piel hasta que una cree que también tiene fugas por dentro. De mis
sienes ha desaparecido el dolor con el que amanecí, pero ahora noto el
cansancio en todo mi cuerpo. Siento cómo intenta perforarme, colonizarme, inaugurar
un hormiguero. Pienso en hacer un baile para sacudírmelo de encima, pero es un
lugar me tumbo en la cama y simulo estar muerta durante varios minutos. Miro el
techo. Miro las sombras que forman las humedades en las esquinas de las paredes,
busco señales y caras en ellas, cualquier tipo de aviso que me dé ánimos. Estiró
los brazos y observo mis manos contra el techo, trato de distinguir algo entre
la carne y el moho. Al rato las dejo caer”.
[...]
Quizás no, quizás no seamos tan
importantes. Al fin y al cabo, de vez en cuando asistimos a ese estar en marcha
el final del mundo, cuando los corazones se nos rompen de verdad,
literalmente. Porque con el amor no siempre alcanza. Las de los animales
pequeños son las formas más elementales de amor.
Gracias, Mercedes.
Este texto pertenece a mi artículo ‘Así se empieza: Mercedes Duque Espiau impresiona con su primera novela’, publicado el 3 de julio de 2025 en Letras 21, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.
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