[Cuánta razón tenía Joaquín Rodríguez cuando escribió esto que sigue. No sólo porque su razón es suya, sino porque su razón es de muchos. Mía, por ejemplo.]
Muchas de las razones que se aducen para escribir un blog son las de cobrar, potencialmente, cierta fama, hacerse un nombre, abrirse un hueco dentro de una especialidad o una disciplina y, sin duda, el acopio de cierta notoriedad está en la base de este ejercicio onanístico que es un blog; no debe descartarse, tampoco, una convicción ideológica básica de muchos escritores de blogs, la de poner a disposición de una comunidad de posibles interesados un conocimiento compartido que el escritor, supuestamente, posee, de forma abierta, para propiciar la comunicación y el debate; el prurito intelectual, cómo no, está también en los cimientos de este ejercicio de tenacidad cotidiana, porque, como decía recuerdo ahora qué autor conocido, un escritor (de blogs) es aquel que no tiene suficiente con lo que los demás escriben, y sin duda eso me ocurre a mí, que no encontraba un espacio lo suficientemente riguroso de reflexión sobre el libro y sus futuros; algunos buscan, legítimamente, además, una vía extraordinaria de ingresos, mediante publicidad contextual, mediante venta de contenidos, mediante donaciones, mediante pago por uso y visión, mediante licenciamiento a terceros del uso de parte de lo generado, mediante cualquiera de las estrategias de explotación de contenidos que se están desarrollando en la web (por ahora, en este espacio de madrimasd, voluntariamente descartado); se arguye, frecuentemente, que un blog es un espacio de comunicación abierto a los demás, y que uno puede escribirlo buscando ese comentario cómplice de un posible lector interesado, pero mi experiencia, a riesgo de exaltar las iras de algunos posibles lectores, es que muy pocas de las acotaciones o apostillas han tenido verdadero interés, muy pocas han glosado (a favor o en contra) el contenido del artículo; se dice poco, es más, creo que no lo he leído en ninguna otra parte, pero para mí tengo que escribir un blog es, sobre todo (aunque nadie lo reconozca), un ejercicio de solipsismo, un soliloquio, casi un monólogo consigo mismo, paradójicamente, claro, porque se hace en abierto, exponiéndose a la mirada de quien quiera verlo, como una botella lanzada a las profundidades abisales de la web invisible.
[Este texto se publicó por vez primera el 11 de mayo de 2007 en el blog Los futuros del libro, de Joaquín Rodríguez (@futuroslibro), que él miso presentó meses antes diciendo que “el libro no es una realidad inmutable, un objeto imperturbable. La historia de los soportes de la escritura, de los modos de producción y de su uso y consumo nos muestran que esa realidad es, al contrario, mutable y cambiante. Este blog tratará de reflexionar sobre la naturaleza móvil y versátil de ese soporte y de la industria que lo rodea”. Posteriormente, poco después, ese blog daría lugar a un libro titulado Edición 2.0. Los futuros del libro.]
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