¿Entendemos la cuestión migratoria?
No estoy convencido, por ejemplo, de que la derecha se aclare. Donald Trump basa su tirón electoral en el propósito autoritario de llenar el mundo de muros y aplicar mano dura a los recién llegados. Curiosamente, su supuesta vocación neoliberal se balancea hacia el dogma de la libertad de movimientos, que promete una disponibilidad colosal de mano de obra barata para las corporaciones.
Tampoco la izquierda socialdemócrata se desenvuelve
con soltura ante el tema migratorio. Su supuesta base de clase, la masa de
asalariados, ve con recelo al recién llegado porque intuye que viene a
“robarnos el trabajo”, saturar los servicios sociales y precarizar el empleo.
En dirección contraria, el ciudadano progresista atiende al factor humanitario
y exige a sus políticos que se alejen del racismo y los discursos de odio.
¿Lo ven claro? Yo no. Pero precisamente por la
complejidad del tema convendría definir con claridad algunos de sus aspectos.
Tenemos un problema con la inmigración, no me cabe duda. Por eso hay una valla
en Melilla y existen leyes de extranjería. Ahora bien, también son un problema
la cibertecnología o la farmacopea y ningún ciudadano sensato dice que haya que
acabar con internet o con las vacunas, pues solucionan más problemas de los que
crean. Eso es exactamente lo que sucede con la inmigración: es bueno que
exista, y debe existir además de forma abundante, pero se ha de gestionar con
inteligencia porque de lo contrario generará confusión y conflictividad.
Se me ocurren algunas cosas.
1. Todos o casi todos venimos de alguna forma de la inmigración. Mis padres, como tantos españoles, emigraron en busca de una vida mejor a Alemania en los años sesenta. En ese tiempo Catalunya construyó su prosperidad industrial en gran medida gracias a la migración interior. En la localidad donde trabajo, en plena metrópoli valenciana, los apellidos de muchos que se han inclinado hacia Vox y especies similares tienen un más que notable origen manchego, andaluz y aragonés. Buscar una vida mejor lejos de casa es tan humano como querer un plato caliente para tus hijos todos los días.
2. La inmigración es problemática, sin duda, pero
también lo es el viento y nos hemos de acostumbrar a vivir con él, a ser
posible usándolo para mejorar la vida de todos. Nos guste o no, vivimos en
plena globalización, no hay regresión posible.
3. La acusación de “buenismo” me parece una suprema
idiotez. La ética y los derechos humanos son producto de la civilización. No
soy buenista, en todo caso tú eres un desalmado si pretendes recibir a tiros a
las pateras. La historia de Occidente, pensemos en los USA, está repleta de
héroes que cruzaron océanos y dieron gracias a sus dioses al llegar a una
tierra desconocida y llena de peligros. El racismo existe y es en situaciones
como la que ahora vivimos donde emerge con toda su carga de veneno. Además, su
supuesto es aporófobo, en realidad lo que se rechaza es la pobreza de quienes
llegan del sur del mundo. ¿Rechazan
ustedes el mestizaje étnico y cultural?... Pues bien, esa es exactamente
la definición de la barbarie.
4. La ultraderecha es profundamente hipócrita. Por un
lado se intenta hacer la vida imposible al extranjero para obtener el voto de
la mezquindad; por el otro las empresas los emplean porque son mano de obra
barata y dócil, dejamos a nuestros viejos en manos de cuidadoras sudamericanas
o consumimos prostitución de mujeres extranjeras.
5. El problema se localiza en origen, se dice…
“Árabes, subsaharianos o latinos son culpables del mal funcionamiento de sus
naciones”. Si estudiáramos un poquito de historia, por ejemplo en relación a
los procesos de colonización y descolonización, o visionáramos algún buen
documental sobre geoestrategia y Tercer Mundo, quizá entendiéramos mejor cómo
funciona este bonito planeta.
6. Y pese a todo, sí, hay problemas, claro que los
hay, digánmelo a mí que trabajo en una escuela pública de un suburbio. Hay
factores que generan desorden, hay tendencia a la guetización urbanística, se
especula con la vivienda, se precariza el trabajo, llegan algunos que delinquen…
Se me ocurre que incluso hay un riesgo de recuperación –nada deseable- de
pautas culturales que reconocemos como preindustriales. Por cierto, y de esto
no tienen la culpa los que llegan aquí, hemos perdido en tres años más de un
millón de jóvenes que han emigrado en busca de un futuro mejor. No me parece
una buena noticia. Claro que hay problemas con las migraciones… nadie dijo que
fuera a ser fácil.
7. Necesitamos tejido legislativo a nivel
transnacional, no solo europeo. Si, como sucede con las guerras, el cambio
climático o los paraísos fiscales, no actuamos como una comunidad global,
entonces sí, la emigración traerá efectos indeseables, como tantas otras cosas.
8. Conozco infinidad de familias inmigrantes, sobre
todo latinas. No les diré lo que pienso de ciertos tópicos que maneja la
ultraderecha… es mejor que no se lo diga.
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